AL PONERLE EN LA CRUZ
En tanto que el hoyo cavan a donde la cruz asienten, en que el Cordero levanten figurado por la sierpe,
aquella ropa inconsútil que de Nazareth ausente labró la hermosa María después de su parto alegre,
de sus delicadas carnes quitan con manos aleves los camareros que tuvo Cristo al tiempo de su muerte.
No bajan a desnudarle los espíritus celestes, sino soldados que luego sobre su ropa echan suertes.
Quitáronle la corona, y abriéronse tantas fuentes, que todo el cuerpo divino cubre la sangre que vierten.
Al despegarle la ropa las heridas reverdecen, pedazos de carne y sangre salieron entre los pliegues.
Alma pegada en tus vicios, si no puedes, o no quieres despegarte tus costumbres, piensa en esta ropa, y puede.
A la sangrienta cabeza la dura corona vuelven, que para mayor dolor le coronaron dos veces.
Asió la soga un soldado, tirando a Cristo, de suerte que donde va por su gusto quiere que por fuerza llegue.
Dio Cristo en la cruz de ojos, arrojado de la gente, que primero que la abrace, quieren también que la bese.
¡Qué cama os está esperando, mi Jesús, bien de mis bienes, para que el cuerpo cansado siquiera a morir se acueste!
¡Oh, qué almohada de rosas las espinas os prometen!; ¡qué corredores dorados los duros clavos crueles!
Dormid en ella, mi amor, para que el hombre despierte, aunque más dura se os haga que en Belén entre la nieve.
Que en fin aquella tendría abrigo de las paredes, las tocas de vuestra Madre, y el heno de aquellos bueyes.
¡Qué vergüenza le daría al Cordero santo el verse, siendo tan honesto y casto, desnudo entre tanta gente!
¡Ay divina Madre suya!, si agora llegáis a verle en tan miserable estado, ¿quién ha de haber que os consuele?
Mirad, Reina de los cielos, si el mismo Señor es éste, cuyas carnes parecían de azucenas y claveles.
Mas, ¡ay Madre de piedad!, que sobre la cruz le tienden, para tomar la medida por donde los clavos entren.
¡Oh terrible desatino!, medir al inmenso quieren, pero bien cabrá en la cruz el que cupo en el pesebre.
Ya Jesús está de espaldas, y tantas penas padece, que con ser la cruz tan dura, ya por descanso la tiene.
Alma de pórfido y mármol, mientras en tus vicios duermes, dura cama tiene Cristo, no te despierte la muerte.
Lope Félix de Vega y Carpio
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