El origen de los celos y la envidia
17 Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.(A)
18 Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. 19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.
Gálatas 5:17-21
Muy probablemente, alguna vez en su vida usted ha sido tomado desprevenido por un ataque de celos. ¿Fue un ataque espiritual? ¿Satanás le hizo sentir celos?
La respuesta, que puede sorprenderle, es no. La envidia realmente surge de nuestro interior, aunque podemos tratar de desviar la culpa. Por ejemplo, podemos decir: “Bueno, esas personas no merecen esas cosas buenas y por eso está perfectamente justiciado que me sienta de esta manera”.
¿Ve usted lo que realmente está pasando aquí? No sólo estamos siendo envidiosos, sino que también estamos diciendo que la culpable de nuestra envidia es la otra persona. Eso, simplemente, no es verdad. Somos ciento por ciento responsables por nuestros sentimientos de envidia y celos.
La envidia es un producto de la carne. Está en la Biblia entre pecados tales como la idolatría, la fornicación, las borracheras y la hechicería, pecados que están contra nuestro santo Dios, y que son descritos como “carnales, animales y diabólicos” (Gá 5.17-21; Stg 3.15).
Los sentimientos de celos y envidia pueden llevarnos a una comparación inconveniente de nuestros éxitos con los de otros. Esta conducta puede convertirse en una competencia por eclipsar a los demás, lo cual puede llevar a un temor y un resentimiento totales. ¡Qué manera tan horrible de vivir!
Aunque los celos y la envidia son sentimientos frecuentes, éstos no tienen cabida en la vida de un creyente. Por eso, cada uno de nosotros debe tratar de ver objetivamente la motivación que hay en su corazón. ¿Siente inquietud hoy por una actitud de celos o envidia? Deposite sinceramente estos sentimientos delante del Señor, y pídale que le limpie de esta actitud pecaminosa.
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