¿Quién inventó el trabajo y por qué?
¿Fue una bendición o una
maldición?
¿Parte intrínseca de
nuestra naturaleza o una idea de último momento para mantenernos ocupados?
Desde el principio de la Biblia, vemos que Dios es el que ha inventado
el trabajo. En primer lugar, Dios trabaja, como afirmó Jesús: "Mi Padre hasta
ahora trabaja y yo trabajo" (Juan 5:17).
"Dios es un Dios activo; no es
un aristócrata griego que vive en estática contemplación o en absurdas bacanales
en el Olimpo". Dios, al encarnarse, también escogió "la vida de un trabajador
pobre en una aldea pobre".
Es más, él creó al hombre y a la mujer
intrínsecamente trabajadores, en oposición a la idea difundida que "El
origen del trabajo es la maldición bíblica" y "el individuo...no considera el
trabajo lógica consecuencia de su existencia, sino como una condena, que él
tiene que cumplir sin culpa alguna", como dice Fernando Díaz-Plaja en El
español y los siete pecados capitales.
Lejos de imponer una condena,
Dios dio a Adán y a Eva las instrucciones de su tarea como parte de su
bendición: llenar la tierra, sojuzgarla, señorear (Génesis 1:28). Puede que
estas tres funciones no parezcan tener mucho que ver con el trabajo que hacemos
de día a día pero en realidad lo tienen, más de lo que pensamos. Un día normal
en la vida de Adán y Eva trataría de plantar semillas, cultivar la tierra,
"cortar el césped", hacer una "base de datos" con los nombres de los animales...
porque eso era lo que Dios les mandó hacer en Génesis (cuidar del jardín del
Edén). Al recibir estas tareas (trabajos), en ese momento se convirtieron en
colaboradores de Dios, "trabajadores con y para Él", una posición que
continuará en la eternidad (Apocalipsis 22:3).
Por lo tanto, una
perspectiva bíblica del trabajo es aquella que lo ve de por sí como algo creado
por Dios para la humanidad. El trabajo lícito, independientemente del que sea,
glorifica a Dios; es el plan original para la humanidad. Es más, aquellos que no
creen, también creados a imagen y semejanza de Dios, glorifican a Dios con su
trabajo, ¡y ni siquiera lo saben!
Lo que sí que apareció en escena
después de la caída fueron las complicaciones y el dolor que encontramos en el
trabajo (Génesis 3:17-19). Aún con estas espinas añadidas, sin embargo, el
trabajo lícito es algo positivo para nuestras vidas. Conlleva fruto por su misma
naturaleza (Proverbios 14:23), beneficiándonos de las siguientes
maneras:
- proveyendo para nuestras necesidades físicas y las de nuestra
familia; -proveyendo recursos para que podamos dar a otros; -
manteniendo nuestra mente y manos ocupadas en tareas constructivas, alejándonos
del vicio; - desarrollando nuestro carácter: así teniendo la oportunidad de
aprender responsabilidad, gratitud, obediencia, atención, diligencia, justicia,
sacrificio; - desarrollando nuesras capacidades mentales y físicas, nuestros
talentos; - preparándonos para tareas más amplias o difíciles que Dios tiene
para nosotros(Mateo 25:21); - acercándonos a Dios, al ver que el trabajo en
sí no llena, que necesitamos sus fuerzas ante retos específicos, que él
finalmente es quien provee para nuestras necesidades. -supliendo un medio
para aportar a la sociedad y servir a otros; abriendo nuestra esfera de
influencia y testimonio.
Entender tanto el origen del trabajo como sus
propósitos y beneficios es el primer paso hacia una actitud cristiana ante el
trabajo.
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