Dioses ajenos
Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad (Juan 4:24).
EL PRIMER MANDAMIENTO DEL DECÁLOGO es introducido con estas palabras: «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de Egipto, del país donde eras esclavo. No tengas otros dioses además de mí» (Éxo. 20: 2, 3). La razón básica por la que Dios requiere fidelidad de culto, es que él redimió a su pueblo de la esclavitud. Él pretende el señorío sobre Israel y el derecho de propiedad, porque lo redimió de la esclavitud en la que se encontraba. En Egipto, los hijos de Israel se habían acostumbrado a la adoración de dioses falsos y a la idolatría del paganismo. Dios sabía que esto sería una gran tentación para ellos. Así que les aclaró que ellos le pertenecían, y que la adoración de otros dioses era inaceptable para él.
El ser humano, dice la Biblia, fue creado semejante a Dios (Gen. 1: 26). ¿En qué sentido era el hombre semejante a su Creador? No en su aspecto físico, sino en su dimensión racional y espiritual. El ser humano fue creado como ente pensante, con raciocinio y libertad. Es decir, era libre para pensar y actuar. Este aspecto racional del ser humano tiene una dimensión espiritual. Somos los únicos seres en este planeta que sabemos de la existencia de Dios y que tenemos la capacidad para comunicarnos con él. Lo podemos hacer a través de nuestra mente. Esto significa, entre otras cosas, que somos seres espirituales, y que, como tales, podemos entrar en contacto con Dios y él puede hacerlo con nosotros.
El Señor puso en nuestra naturaleza espiritual la necesidad de tener comunión con él. Para satisfacer esta necesidad espiritual, necesitamos de él. Tenemos hambre y sed de Dios. Solo él puede realmente satisfacer esa necesidad. Pensemos en esto: «El hombre, creado para ser compañero de Dios, puede hallar su verdadera vida y desarrollo únicamente en ese compañerismo. Creado para hallar en Dios su mayor gozo, en ninguna otra cosa puede hallar lo que puede calmar los anhelos de su corazón, y satisfacer el hambre y la sed del alma» (Exaltad a Jesús, p. 116).
Que Dios te bendiga, oramos por ti!
Mayo, 24 2010