Alcemos nuestro corazón en nuestras manos
hacia Dios en los cielos.
Quién es como el SEÑOR nuestro Dios, que está sentado en las alturas, que se humilla para mirar
lo que hay en el cielo y en la tierra?
A ti, oh SEÑOR, elevo mi alma.
A ti extiendo mis manos; mi alma te anhela como la tierra sedienta.
Respóndeme pronto, oh SEÑOR, porque mi espíritu desfallece; no escondas de mí tu rostro, para que no llegue yo a ser como los que descienden a la sepultura.
Por la mañana hazme oír tu misericordia, porque en ti confío; enséñame el camino por el que debo andar,
pues a ti elevo mi alma.
Porque tu misericordia es mejor que la vida, mis labios te alabarán.
Así te bendeciré mientras viva, en tu nombre alzaré mis manos.
Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, oh Señor, elevo mi alma.
Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que invocan.
Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Lam. 3:41 Sal. 113:5,6; 25:1; 143:6-8; 63:3,4; 86:4,5 Jn.14:13