El Hijo del Hombre vino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Si la sangre de los machos cabríos y de los toros, y la ceniza de la becerra rociada sobre los que se han contaminado, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?
Como cordero que es llevado al matadero.
Doy mi vida por las ovejas. Nadie me la quita, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo.
Porque la vida de la carne está en la sangre, y yo os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas; porque es la sangre, por razón de la vida, la que hace expiación.
Sin derramamiento de sangre no hay perdón.
Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de El.
Mt. 20:28 He. 9:13,14 Is. 53:7 Jn. 10:15,18 Lev. 17:11 Heb. 9:22 Ro. 5:8,9