¿QUE DEBEMOS HACER PARA OBTENER EL FUEGO DEL ESPIRITU SANTO?
No apaguéis al Espíritu. (1 Tesalonicenses 5:19)
La consagración no se consigue de la noche a la mañana. Debemos planificar nuestras vidas de tal modo que el verdadero centro sea una intimidad con el Espíritu Santo, que nos conduzca a una transformación interna y externa; una verdadera transformación por el fuego del poder de Dios.
Debemos pedir a Dios poder para despertarnos de madrugada, en las horas más calmas, y buscar la tan anhelada intimidad con el espíritu de Dios. Debemos vivir cada segundo de esta relación diaria. Solamente así estaremos aptos para soportar los vientos de la tempestad que se avecina. El fuego del Espíritu será inextinguible en nuestro interior.
Se cuenta que, en la antigua Dalmacia, hoy Croacia, debido a las características montañosas de esas tierras, sus habitantes poseían un habito diferente en el momento de construir sus casas. Construían sus casas empleando exclusivamente un tipo poroso de piedras, muy común en la región. Todo en la casa era hecho con ese material. Era una piedra muy blanda y fácilmente moldeable. Sin embargo, esas mismas piedras exhalaban un olor horrible, pues eran de origen calcáreo (bituminoso, es decir, poseían una gran cantidad de betún).
Después de que terminaban la casa, esta era incendiada por su propietario. El incendio era total. El fuego devoraba la casa con sus llamas. Acabando el fuego, la casa quedaba totalmente negra por el hollín, y entonces tenían que rasparla. Después de todo este proceso, la casa quedaba totalmente negra por el hollín, y entonces tenían que rasparla. Después de todo este proceso, la casa quedaba con una blancura de mármol, atrayente, limpia y habitable. Como si esto fuera poco, perdía el olor fétido que tenía antes y quedaba totalmente incombustible, ¡ahora era una casa a prueba de fuego! Debemos ser como esas casas, al permitir que el fuego del Espíritu Santo nos envuelva y nos lleve a una condición de incombustible en el gran día de Dios. (Le Roy E. Froom, La venida del consolador).
Debemos arder ahora, sirviendo con abnegación. Debemos mantener una intima relación de comunión con el Santo Espíritu, buscándolo siempre, principalmente en las hora de mayor sosiego, cuando nada nos interrumpirá ni nos distraerá en nuestro dialogo con el Consolador.
Debemos humillarnos y ser fieles siervos unos de los otros, pidiendo al Espíritu Santo que nos queme, a fin de que seamos puros.
Pidámosle, en este momento, que seamos revertidos del poder que nos capacitara para ser llamas de fuego que iluminen y calienten la vida de hombres y mujeres que, en la condición de pecado, se encuentran helados y trémulos, esperando la proclamación de las buenas nuevas del inminente regreso en gloria de nuestro Salvador, Redentor y Señor de nuestras vidas, nuestro Rey Cristo Jesús. ¡Amén!
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Cieloestrella