Leer | Proverbios 3.5, 6
Octubre 30 - 31, 2010
Resulta fácil confiar en el Señor cuando las circunstancias son agradables. Pero en los tiempos de dificultad, descansar en Él puede ser un reto. Sin embargo, eso es precisamente lo que Dios le dijo a David que hiciera: "Invócame en el día de la angustia; te libraré" (Sal 50.15).
Como vimos ayer, podemos confiar en el Señor gracias a su amor por nosotros. A este amor divino lo vemos demostrado claramente en la Biblia, por el carácter del Padre celestial, la muerte expiatoria del Salvador, y la adopción del creyente como hijo de Dios.
Otra razón por la que podemos confiar en nuestro Padre celestial, es por su sabiduría infinita (Ro 11.33). Él sabe siempre qué es lo mejor para nosotros, y sus juicios son perfectos. No entendemos todo lo que hay en el plan de Dios; en comparación con todo el claro panorama que Él tiene de nuestras vidas, vemos solo una imagen limitada de la realidad. Por tanto, es posible que lo que Él decida para nosotros no tenga sentido en ese momento.
También podemos depender del Señor, porque Él es soberano. En otras palabras, todo lo que Él decide hacer en su amor y su sabiduría, es capaz de realizarlo. Nada es un impedimento para Dios. Él tiene el control total de todas las cosas; hasta Satanás tiene que conseguir su permiso antes de actuar (Job 1.9-12).
Es comprensible que no nos guste en absoluto la adversidad, y que podamos sentirnos tentados a preguntar: "¿Por qué, Señor?" Sin embargo, al reconocer que Dios actúa con amor, sabiduría y soberanía, podemos saber que Él ha permitido la situación, y que tiene en mente nuestro bien. Por tanto, podemos sustituir el "¿por qué?" por gratitud y confianza.