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“¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a él día y noche?¿Se tardará en responderles? Lucas 18:7
Jesús era muy afecto a utilizar parábolas en sus discursos. Mediante ellas, tomaba hechos de la vida cotidiana para enseñar que el reino de los cielos se había acercado al corazón humano. En las palabras que acabamos de leer explica una de aquellas parábolas. Y la lección que nos deja es la de ser insistentes y perseverantes en nuestras oraciones, pues Dios siempre responde a aquellos que de continuo elevan sus ruegos ante su trono de gloria. La insistencia y la perseverancia no son virtudes y cualidades muy comunes hoy día. En los tiempos que corren, y la expresión corren nunca mejor aplicada pues el vértigo y la velocidad caracterizan el ritmo de vida actual, las personas no se permiten demasiado tiempo para concretar sus proyectos. Todo tiene que hacerse rápidamente porque no hay tiempo para esperar. Existe una urgencia tan extrema que, si no hay respuestas inmediatas, se abandonan aún los mejores proyectos. El lema es “Hágase ahora o nunca”. Es ilusorio sembrar a la mañana y cosechar por la tarde. Volviendo a las palabras de Jesús, hallamos que pone el énfasis en el clamar día y noche, o sea, continuamente. ¡Esas son las oraciones que a Dios le gusta escuchar! Y las que Él se apura en responder. Sería un grave error orar por un poco de tiempo y, por las nuestras, emplazar a Dios para que nos responda. Las oraciones no deben ser un “plazo fijo”. No nos cansemos de pedirle al Señor su bendición. La mayor insistencia es una señal de nuestro ferviente deseo de recibir su respuesta.
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