Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” Romanos 10:17
Cuando leemos en la Biblia las cartas del apóstol Pablo, no podemos menos que admirarnos por la sabiduría de este gran hombre de Dios. En cada una de sus epístolas se nos revela como un verdadero maestro del mensaje divino. Sus palabras encendidas de fe, alientan aún al corazón más desanimado a buscar la ayuda que viene del cielo. Son una apasionante invitación a buscar, en la persona de Jesucristo y en la obra del Espíritu Santo, la respuesta a toda necesidad. Y esa es la clave, la lectura de Las Escrituras es una inyección de fe para el alma humana. ¡Y qué bien viene esa inyección! El sentido de este texto refuerza esta idea. Y bien lo podemos definir con nuestras propias palabras: Leer La Biblia hace que nuestra fe en Dios aumente. Nada iguala a lo que Dios nos dice desde su palabra. En ella los ciegos recobran la vista, los paralíticos se levantan y caminan por sí mismos, los mares se abren en forma sobrenatural, los poderosos sucumben ante los más débiles y aun, los muertos resucitan. La lectura de La Biblia no solo provoca la fe, sino que la fortalece y le da crecimiento. El mundo en el que hoy vivimos nos ofrece un panorama bastante desolador. Los medios informativos no hacen más que reflejar la crisis moral en la que se debate el hombre moderno. Si las noticias que esos medios informan no son mejores, no ha de ser culpa del informador. En todo caso, como dijo un poeta: Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. ¡Sin embargo, la dura realidad sí tiene remedio! ¡Y se llama Jesucristo! Amigo de la mejores palabras, quiero hacerte una cordial invitación. Hacete amigo de La Biblia. Te animo a que la leas. Poco a poco, si lo hacés con un corazón abierto a sus verdades, comprobarás que tu fe en Dios va creciendo en forma progresiva. Y es esa fe la que te permitirá recibir en tu corazón a Jesús como el Señor de tu vida. Poné, ahora mismo, tu confianza en Él y tu vida cambiará para siempre
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