“Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros” Juan 20:19
El contexto de lo que hemos leído es el siguiente. Era la noche del día domingo y habían pasado apenas tres días del doloroso día viernes. Pues ese día había sido crucificado Jesucristo. Sus discípulos, los protagonistas de este pasaje, guardaban aún en sus retinas las tristes imágenes de aquella crucifixión. Además habían visto con sus propios ojos como el cuerpo de su amado Maestro era sepultado en la tumba. ¡Demasiado dolor para poder soportarlo! No sólo se sentían huérfanos, pues, creían, ya nunca se reunirían con Él, sino que además, se sentían, con cierta lógica, amenazados de muerte por la furia homicida de los que habían matado a Jesús. Eso explica el doloroso panorama de aquella casa. El dolor, la tristeza, pero también el miedo, saturaban el ambiente y sus propios corazones, llenando la atmósfera de sus almas y de aquel lugar de una profunda amargura. Pero, de repente, todo cambió. Es que el mismo Jesús, ya resucitado, se apareció en aquel lugar para decirles las más maravillosas y nunca más oportunas palabras: Paz a vosotros. La lectura más ampliada del pasaje nos revela que cuando aquellos asustados y entristecidos hombres entendieron que El Maestro, como lo había prometido, había vencido el poder de la misma muerte, ya no hubo lugar ni para el dolor ni para el temor. Todo se convirtió en gritos de alegría y expresiones de júbilo. Lo que Cristo hizo aquella vez, hoy lo hace El Espíritu Santo. Amigo de las mejores palabras, en medio de aquella noche la intervención de Jesucristo lo transformó todo. Esta palabra es para vos, que sentís, como se dice comúnmente, que se te vino la noche. Quizás sea una enfermedad, o una grave situación matrimonial, o sean situaciones con los hijos, o la economía. O tal vez te encuentres luchando contra algún vicio que te está destruyendo. ¡Abrí tu corazón al amor de Jesucristo y dejá que transforme tu tristeza en alegría!
FUENTE. Iglesia Nueva Vida
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