Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo” Isaías 41:13
Las palabras del profeta Isaías constituyen un remedio para el alma. Son como un bálsamo que calma todo el temor y aleja los fantasmas de la cruda realidad. La vida misma de este gran siervo de Dios nos sirve de ejemplo sobre lo que la fidelidad y el amor de Dios pueden hacer por uno de sus hijos. Estamos hablando del durísimo oficio que, como vocero de la palabra divina, Isaías desempeñó enfrentándose a una sociedad que resistía ese mensaje. Las críticas, conspiraciones, persecuciones y cárcel, fueron moneda corriente en su vida. ¿Cómo pudo, a pesar de tantos obstáculos, sobreponerse a todos ellos y dar cabal cumplimiento a su misión? ¿Cómo se explica, qué reservas anímicas lo mantuvieron tozudamente contra viento y marea? La respuesta nos la brinda el mismo profeta en el texto que hemos leído: Su sostén, su apoyo y sus fuerzas las recibía de la poderosa mano del Señor. Así, guareciéndose bajo la fiel sombra de la protección celestial, supo y pudo sortear con éxito todos los escollos. Una mirada medianamente racional al mundo actual nos permite entender tanta locura y sinrazón. Es que el ser humano, al darle la espalda a Dios, pretende constituirse en su propio dios. Claro que un dios con minúsculas. Pretende, en un absurdo humanismo, sostenerse a si mismo. Así hallamos corrientes seudo espirituales como la Nueva Era, que predican la irrisoria idea según la cual el ser humano tiene dentro de sí todas las respuestas a sus necesidades espirituales. Basta mirar el mundo que nos rodea para darnos cuenta que, sin Dios, nada podemos hacer.
Y vos, amigo de las mejores palabras, ¿Cómo te han ido las cosas alejado de Dios? ¿Cuál ha sido el resultado de intentar la vida sin el socorro del cielo? Aún sin conocerte, intuyo la respuesta. ¿Y si probás con Jesucristo el resto del camino? ¿Y si te sostenés de su mano poderosa? Te invito a que ahora mismo le recibas como el Señor y Salvador de tu alma y comiences a vivir la verdadera vida
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