Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”
Filipenses 2:5-7

Muchas personas se han hecho a la idea equivocada que, en su crucifixión, Jesús, como Hijo de Dios y Dios mismo, no experimentó el dolor físico como le hubiera ocurrido a cualquier mortal. Nada más alejado de la realidad. La lectura de este pasaje de la carta de Pablo a los filipenses nos aclara el panorama al respecto. Jesucristo se despojó, resignó, en cuanto a poder,  sus atributos divinos, para venir a nacer en aquel pesebre en Belén.
No dejó de ser Dios, sino que, al encarnarse, se puso, en el más amplio sentido, en el lugar de los seres humanos. Así sufrió el hambre, la sed, el cansancio, la soledad, el abandono, y tantas otras necesidades que en la vida diaria una persona puede sufrir. Esto nos enseña que en su camino a la cruz, los latigazos que descargaron sobre su cuerpo, la corona que hincaron en su frente y los clavos que atravesaron sus manos y sus pies, provocaron en Jesús tremendo y desgarrador dolor. Era el hombre Jesús de Nazareth padeciendo, para liberar, mediante su gloriosa resurrección, a una humanidad perdida. Así, sufriendo lo que el hombre sufre, puede entender la dimensión de su necesidad. Por eso, retomando las palabras de Pablo, alienta a sus hermanos a poner la mira en la persona de este Siervo Salvador maravilloso, para aprender de Él y su ejemplo, sobre la humildad, el servicio y el poder del amor sin egoísmos.
Amigo de las mejores palabras, entrega y sacrificio como el de Jesús no hubo ni habrá. Por eso, al pensar que su muerte en la cruz fue a nuestro favor, no podemos menos que acercarnos, en gratitud, a su presencia y pedirle que nos bendiga y ayude a ser lo más parecidos a Él. Decile sí a Jesucristo, recibilo como tu Señor, y contale con confianza todos tus males. Nadie mejor que Él para entenderte y ayudarte 

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Pastor Edgardo Eliseiry
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