EN LA PRESENCIA DE DIOS
Y él le dijo: Mi presencia irá contigo y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”.
Éxodo 33:14-15
Todos conocemos estos capítulos de la Biblia (Éxodo 32 y 33) y podemos hacernos una idea de la indignación, decepción y enojo de parte Del Señor hacia Su pueblo, al punto llamarlos “de dura cerviz” y de no querer continuar con ellos su camino y en su lugar enviar un angel que los acompañase. Sin embargo, Moisés, al igual que Abrahán cuando se iba a destruir Sodoma y Gomorra, habían hallado gracia delante de Dios y después de intervenir por el pueblo y reconocer que realmente eran tercos, testarudos o de cabeza dura y en el caso de Abrahán, que en medio de los pecadores, también se encuentran hombres justos, Dios aceptó que Su presencia iría y estaría con ellos y aún que estaría con Josué, el sucesor de Moisés, cuando éste tuvo que partir y que su ira se aplacaría y tendría misericordia.
Cientos de siglos han pasado y hoy el panorama no ha cambiado mucho y creo que aun somos muchos los que a pesar de conocer las maravillas y obras de Dios y los milagros que suceden cada día, aun no hemos tomado una decisión de honrar a Dios con toda nuestra mente y nuestro corazón; de obedecer a su palabra y de dejarse guiar por Su Espíritu y no por nuestros propios pensamientos y esto se refleja en nuestra vida, pues aun vivimos temerosos, con dudas, con miedos, con incertidumbre frente al futuro, con inseguridad y sin la suficiente confianza que debemos tener en nuestro Dios y Salvador y en consecuencia, nuestra vida no está en armonía perfecta con Dios, el universo, nuestro entorno y con nosotros mismos y hemos llegado al colmo que padecemos de enfermedades que no tienen razón de ser, pues sus raíces son el temor y el miedo, como son el estrés, las crisis de ansiedad y de miedo y otros desequilibrios psicológicos que nos llevan incluso a tomar decisiones que paralizan o cambian nuestra vida en forma negativa, pues tendemos a “evitar” aquellas situaciones que los desencadenan y no a combatirlos desde su origen que es espiritual, así como su cura.
Dios también es el mismo siempre y no ha cambiado Su misericordia, lealtad, amor y presencia en nuestro mundo y a nivel individual, ésta es una realidad que todos debemos conocer y experimentar porque es la base de nuestra vida espiritual cristiana; cuando Dios dijo a Moisés: “Mi presencia irá contigo y te daré descanso” también nos estaba hablando a cada uno de nosotros y nos estaba dando una promesa de que estaría con nosotros y nos daría descanso; esta promesa continuó con Josué y posteriormente con los profetas y se consumó en Jesús, con el derramamiento del Espíritu de Dios en la tierra y con la promesa de Jesús que estaría con nosotros hasta el fin; Dios cumplió su promesa de darnos descanso y paz, en Jesús, él es nuestro descanso por siempre y refugio frente a las vicisitudes de la vida.
La Presencia de Dios ha venido a ser Su santo Espíritu en nuestra mente y corazón, en nuestro ser (cuerpo, alma y espíritu) y cuando tomamos la decisión de honrar a Dios con todo nuestro corazón y nuestra mente, estamos permitiendo, como un acto libre de nuestra voluntad, sujetarnos a su palabra, a su voluntad, a la guía y dominio de Su Espíritu en nuestra vida; estas tres elementos constitutivos de nuestro ser (cuerpo, alma y espíritu) son uno solo con el Espíritu de Dios, por tanto, con Su presencia y Su voluntad y es a través de Su espíritu, que El, está con nosotros.
Ahora, ¿si Dios conmigo, quien contra mi? Si Dios esta con nosotros, es nuestro Salvador, somos sus hijos, nos ama, nos guarda, nos protege, ¿porqué hemos de temer o de atemorizarnos? Permanecer en Su presencia es mantenerse bajo su cobertura, obedientes y sujetos a su palabra y es nuestra garantía de que tendremos paz, salud, amor, seguridad, salvación, conocimiento y sabiduría, vida, espíritu, vida eterna y de que hemos sido restaurados a nuestra forma original y vivimos en armonía con Dios, el universo y nosotros mismos.
Esta vida en armonía, debe ser la meta de todo cristiano y para ello no estamos solos, Su presencia está con nosotros para ayudarnos con la confianza, la fe y la seguridad de que no somos un producto independiente de la evolución o del azar, sino obra de sus manos, hijos amados, criaturas creadas para conocer las maravillas que Dios tiene reservadas para los que le buscan, le temen y le obedecen, guardan su palabra y obran de acuerdo a sus mandamientos.
Todos pasamos por dificultades, momentos difíciles, pruebas, desafíos y retos en nuestra vida, pero si adoptamos la actitud de Vencedores en Cristo, cada una de estas circunstancias se convierte en una oportunidad; una oportunidad para crecer cada día en el espíritu, en fe, en fuerza, en fortaleza, en amor, en El. Y ahora pregunto: ¿Donde queda el miedo, el temor al futuro, la incertidumbre? Solo podemos admitir el miedo si éste nos hace fuertes en determinado momento para responder ante una inminente amenaza y nos ayudará a reaccionar en la forma correcta ante un peligro real (y no imaginario) y de la misma que Dios permite estas circunstancias para nuestro bien, también provee la solución y el refugio en tiempos de tormenta.
Mantener la Presencia Del Señor es confiar en El, creerle, amarlo y gozarnos en El, buscar Su guía y Su refugio ante las envestidas del destino, es saber esperar, es aprender a dar y a amar, es vivir agradecidos de Su gracia y de Su eterno amor.
Después de un día agotador, de una circunstancia difícil, Su Presencia es mi Refugio y lo mejor es que mi Refugio, va conmigo a donde quiera que yo voy, por tanto, puedo hacer un alto y entrar en El, a Su Presencia, allí hallar descanso, Su presencia es un oasis en medio del desierto, allí me calmo, bebo del agua de la vida, me recargo de nueva vida, energía y fuerzas para continuar victoriosa mi camino.
“Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen. Que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres. En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; Los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas. Bendito sea Jehová, Porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fortificada”.
Salmo 31:19-21
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