SEXTA PALABRA
“TODO ESTÁ CUMPLIDO” (Jn. 19, 30)
Estas fueron las últimas palabras pronunciadas por Jesús en la Cruz.
Estas palabras no son las de un hombre acabado. No son las palabras de quien tenía ganas de llegar al final. Son el grito triunfante del vencedor.
Estas palabras manifiestan la conciencia de haber cumplido hasta el final la obra para la que fue enviado al mundo: dar la vida por la salvación de todos los hombres.
Jesús ha cumplido todo lo que debía hacer.
Vino a la tierra para cumplir la voluntad de su Padre. Y la ha realizado hasta el fondo.
Le habían dicho lo que tenía que hacer. Y lo hizo. Le dijo su Padre que anunciara a los hombres la pobreza, y nació en Belén, pobre. Le dijo que anunciara el trabajo y vivió treinta años trabajando en Nazaret.
Le dijo que anunciara el Reino de Dios y dedicó los tres últimos años de su vida a descubrirnos el milagro de ese Reino, que es el corazón de Dios.
La muerte de Jesús fue una muerte joven; pero no fue una muerte, ni una vida malograda. Sólo tiene una muerte malograda, quien muere inmaduro. Aquel a quien la muerte le sorprende con la vida vacía. Porque en la vida sólo vale, sólo queda aquello que se ha construido sobre Dios.
Y ahora Jesús se abandona en las manos de su Padre. “Padre, en tus manos pongo mi Espíritu”.
Las manos de Dios son manos paternales. Las manos de Dios son manos de salvación y no de condenación.
Dios es un Padre.
Antes de Cristo, sabíamos que Dios era el Creador del mundo. Sabíamos que era Infinito y todopoderoso, pero no sabíamos hasta qué punto Dios nos amaba. Hasta qué punto Dios es PADRE. El Padre más Padre que existe.
Y Jesús sabe que va a descansar al corazón de ese Padre.
Fanny
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