Venid a mí y les daré descanso
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”
Mateo 11:28-30 (Nueva Versión Internacional)
Sin importar cual sea tu profesión, sexo, ministerio o a qué congregación asistas, los retos siempre estarán presentes en la vida del Cristiano. Pues hemos sido llamados a vivir de gloria en gloria. Además de la presión a la que es sometida cada persona de acuerdo a su capacidad. Esto, puede llevar al creyente a envolverse en sus actividades y poner sobre sí mismo una carga que no le corresponde.
Cuando le damos prioridad a las metas antes que a Dios, seguramente aquello se convertirá en una carga. Sería lo equivalente a poner la carreta delante del caballo, a intentar encender un foco cuando no se ha pagado la cuenta de la electricidad, a salir a trabajar todo el día sin haber desayunado; en resumen, a hacer lo que se nos ha mandado en nuestra carne y con nuestras fuerzas.
Sin importar lo importantes que son nuestras familias, trabajos, ministerio o cualquier actividad, esto no debe de interferir en nuestra comunión con Dios. Pues Él primeramente anhela una relación personal con nosotros antes que un servidor/a. ¿O qué provecho tiene una novia a la cual no se puede abrazar? , ¿Qué provecho tiene que un padre de a su hijo una bicicleta si el hijo no le disfruta?, ¿Qué provecho tienen dos esposos cuya conversación es solo “buenos días”?.
Dios, Jesús y El Espíritu Santo son la fuente de nuestra vida. El Padre da autoridad y unción, el Hijo da amor y reposo, El Espíritu Santo da poder y revelación. Solo en ellos se encuentra plenitud y las herramientas para realizar lo que se nos ha encomendado.
Si últimamente solamente hay cargas en tu vida y te sienes agobiado, estás llevando tu yugo y no el de Jesús. Si últimamente no encuentras contentamiento en las tareas que antes amabas, es porque has puesto tus tareas por encima de Dios y has olvidado por qué y para quién lo haces.
Querido hermano/a, si este eres tú, reflexiona conmigo. ¿Cuando fue la ultima vez que experimentaste plenitud y reposos en tu alma?, ¿Cuándo fue la ultima vez que tuviste una platica de más de 20 minutos con Dios? , ¿Cuando fue la ultima vez que fuiste al altar de tu congregación solo a buscar la presencia de Dios?, ¿Cuándo fue la ultima vez que levantaste una oración para agradecer todas tus bendiciones, y no solo a llevar peticiones?
Quiero que recuerdes conmigo, el día de tu salvación. Aquél día en el que te diste cuenta que Jesús era todo lo que necesitabas para tener plenitud. Recuerda conmigo aquella primera palabra que Dios habló a tu espíritu por medio de la Biblia y no te quedó ni una sola duda de que Dios mismo te estaba hablando. Trae a tu mente lo feliz y afortunado que te sentías cuando Dios te permitió servirle por primera vez, y para ti era lo máximo pues Dios se había fijado en ti para servirle y jamás pasó por tu mente lo que pensaran las personas o recibir reconocimiento, sino hacer tu mejor esfuerzo para complacer a tu Rey.
Hoy es día de volver a la fuente y llevar un yugo fácil. Busca de todo corazón a aquél que dio todo por ti y vuelve al camino del Espíritu de Dios. Solo voltea tus ojos al cielo, pide perdón y comienza a andar de nuevo de Su mano.
Si hoy quieres llevar Su yugo, has conmigo esta oración:
“Padre, te pido perdón pues en algún punto me he salido de tu camino. Convertí las bendiciones que me has dado en una carga. Hoy estoy arrepentido y pido que me des reposo. Pon tu entendimiento en mí para hacerte a ti mi prioridad. Señor Jesús, pon en mí tu yugo, no permitas que ponga sobre mí una carga que no me corresponde, pido que con amor y verdad tu me confrontes si yo traspasare tus limites y yo tenga mansedumbre para obedecerte. Espíritu Santo, permíteme confiar en tu gracia y poder para realizar todas mis tareas. Dame muestras de tu ayuda para yo poder descansar más en ti. Oro esto en el nombre de Cristo Jesús, Amen.”
Autor: Richy Esparza
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