El Evangelio de Hoy DOMINGO 26 DE JUNIO DE 2011
"Los hombres tienen con frecuencia bastante religión para sentirse enemigos de los que tienen otra; y muy pocas veces tienen la religión necesaria para amarse los unos a los otros".
Domingo. XIII semana del tiempo ordinario.
¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
“El Señor este con Uds.”.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
“Habla Señor, qué tu siervo escucha”.
Señor, creo en las Sagradas Escrituras que voy a leer,se que contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio de Tu Palabra, Tu Divina voluntad, lo que puedo y debo lo, que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar, como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a Escuchar Tu Palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerle...En TI esta la Luz y la salvación.Amen, y Amen
Primera lectura
Deuteronomio 8,2-3.14b-16ª
Moisés habló al pueblo, diciendo: "Recuerda el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto; para afligirte, para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si guardas sus preceptos o no. Él te afligió haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti de una roca de pedernal; que te alimentó en el desierto con un maná que no conocían tus padres." Palabra de Dios.
Meditación
*Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres*
Para el pueblo de Israel el maná (figura de la Eucaristía) fue el pan que alimentó su marcha por el desierto. Era un pan que bajaba del cielo y no lo conocían. Aquel pan no daba la vida; los que lo comían terminaban muriéndose también. La Eucaristía es el alimento del pueblo de Dios que peregrina en este mundo. Es el pan del cielo, la carne y sangre del Hijo que genera la vida más allá de la muerte. Precisamente este pan es también el viático con el que todo cristiano se equipa para realizar el paso de este mundo al Padre. El viático da al cristiano la garantía de que su muerte no será término, sino tránsito a la vida y exigencia de resurrección.
He aquí una exhortación al pueblo para que cumpla los mandamientos de Dios. El predicador trae a la memoria de todo el pueblo la experiencia fundamental de los 40 años por el desierto, camino de la tierra prometida. Pero estos acontecimientos del pasado histórico de Israel los interpreta como un proceso educativo bajo la dirección sapientísima de Dios, que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto. Por lo tanto, la historia de la liberación coincide con la historia de la educación y de la formación de Israel. Por eso es importante recordarla en todo momento; pues, si Israel se olvida de la educación recibida en el desierto, caerá de nuevo en las viejas esclavitudes. La lección del desierto es ésta: que Israel vive de la palabra de Dios. En la abundancia y en la escasez, lo que hace sobrevivir al pueblo es siempre la obediencia al Señor.
Salmo: 147
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obro así, ni les dio a conocer sus mandatos.
Segunda Lectura. 1Corintios 10,16-17
Hermanos: El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. Palabra de Dios.
Meditación
*El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo *
Pablo hace estas afirmaciones sobre la Eucaristía en un contexto inmediato de rechazo de la idolatría, motivado a su vez por la cuestión concreta de la participación de los cristianos en las comidas de ídolos, tema que había suscitado escándalos y divisiones entre la comunidad corintia. Como elemento que a la vez supera esas divisiones y es signo de unidad y que también se opone a toda idolatría, se habla de la Eucaristía que vincula a los cristianos entre sí por unirlos con el único Señor Jesús. Es mentira que quien come comida de ídolos se una con ellos, en cambio es verdad que quien come comida de Cristo se une con El. Y, como no puede ser menos, con los hermanos. Por tanto, si se comulga no se puede estar en división respecto a los otros. Se presenta, pues, uno de los efectos de la Eucaristía. Pero no efecto mágico, sino más bien expresión de algo que ya debe existir en el interior de quienes participan en ella. Lo cual no implica uniformidad, sino unión en la profunda confesión de Cristo y de Dios. También la Eucaristía lleva a cabo la unidad cuando no se da, porque interpela a quienes la celebran y une con Cristo, Señor de todos. Pero aquí, como en los demás sacramentos, ha de evitarse toda concepción automática de sus efectos. Opus operatum y opus operantis, en la formulación clásica. Pero siempre de modo humano. Las aplicaciones hoy día, con tanto peligro de ritualismo vacío, son bastante claras. Unión real y profunda expresada y realizada en la comunión del Cuerpo y Sangre del Señor.
El Evangelio De Hoy
*Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida* En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre." Palabra del Señor.
Reflexión
*Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida*
El evangelio se puede leer a la luz de la primera lectura, la dramática situación del pueblo en el desierto. Dios ha conducido a Israel a una situación horrorosa. No existe ningún camino, no tienen pan ni agua, no poseen mayor seguridad y nadie habla de una posible salvación. Sólo mantienen una fe ciega en Dios y en su Palabra. La fe es suficiente. Es la premisa del milagro del maná. El evangelio completa esta fusión entre la Palabra de Dios y el maná (pan) en la persona de Cristo, quien dándose a sí mismo realiza la unidad de ambas. Sólo aquel que lo recibe como alimento tiene en sí la Palabra de Dios y a Dios mismo, en cierto sentido. Esto roza lo increíble. Jesús no explica cómo puede realizarse este milagro, superior al maná que comieron los antepasados en el desierto, que, después de comerlo y quedar saciados, «murieron» (v. 58). Jesús quiere que, al participar en la eucaristía, pensemos que en el desierto de nuestra vida también podemos lanzarnos como hambrientos a los brazos de Dios. Jesús no explica cómo tiene lugar el milagro. Sin embargo, sí precisa cómo él es «el pan de vida». Prepara a los discípulos, por medio de la fe, a una afirmación aún más asombrosa: el pan que le ofrece a los hombres para que realmente lo coman es él. Por esto dice: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (v. 55). Sorprendentes palabras, porque, de no ser así, comenta: «No tendréis vida en vosotros» (v. 53). Se refiere a la muerte en cruz como ofrenda sacrificial de su carne entregada por nosotros para que vivamos siempre con él. Jesús nos da a comer su propia carne inmolada en la cruz para que «vivamos para siempre» (v. 58). Si nos tomamos en serio estas palabras, descubrimos que la carne de Jesús inmolada en la cruz se convierte en la comunión eucarística en la unión profunda de vida con él. Uniéndose a nosotros, a nuestra debilidad, Jesús se transforma en nuestro pan. Todo esto es, efectivamente, una locura divina, y supera cualquier esfuerzo humano que intente captar su sentido insondable. Sólo se comprende si concebimos que Dios es amor. Con sinceridad, preguntémonos si creemos real y verdaderamente en la vida eterna. La vida eterna no es otra que la vida de Dios. Y nuestra vida se encuentra en el amor de Dios, un amor tan grande que vence todas nuestras debilidades. Y precisamente porque somos débiles, Dios viene en nuestra ayuda. Nos impresionan las palabras del Señor proclamadas en el evangelio de hoy. Significan que la «muerte» no tiene ninguna posibilidad de acceso allí donde se come «el pan de la vida». Sabemos que el pan de la vida es la carne de Jesús entregada para la vida del mundo. Quien come su carne vive en Cristo. Es transformado en una realidad eterna. Y desde ahora. Vive ya la vida eterna, que es propia de Dios. Después, el futuro: «Y yo lo resucitaré el último día». El horizonte de la eucaristía es la resurrección de los muertos: «El que come mi carne y vive mi sangre tiene vida eterna». Nunca más el horror del desierto, la angustia de la noche y las insidias del camino, sino la vida eterna. Mejor aún, el misterio del amor que reina entre el Padre y el Hijo en la Santísima Trinidad. La vida eterna está presente en quien come el cuerpo de Cristo. Es una realidad tangible. Es una vida que extiende y propaga el fuego inagotable de Dios y transforma al hombre, preparándolo para la “boda eterna”. Por cierto, siempre existe el riesgo de tropezar en las propias limitaciones. Pero el Señor es el «pan vivo» que está continuamente a nuestra disposición. El nos ayuda a vivir en la fe, esperanza y caridad y a gustar desde ahora, incluso sufriendo la soledad del desierto, la verdad de la resurrección. No por nada la vida eterna es la resurrección. Ahora sólo nos queda corear el gozo y la alegría de haber encontrado en el corazón de nuestra vida un camino que no conocíamos. El camino que conduce a la resurrección. Desde ahora, y hasta el final, la resurrección está aquí con nosotros: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día» (Jn 6,54).
Escucha, Padre Santo, las súplicas de tu familia, reunida para celebrar el Sacramento Pascual del Cuerpo y de la Sangre de Tu Hijo; y derrama sobre ella la abundancia del Espíritu Santo para que, por la participación en tus dones, nuestra vida se convierta en una continua acción de gracias y en la expresión de aquella perfecta alabanza que ha de tributarte toda criatura en el cielo y en la tierra. Por Jesucristo, nuestro Señor. Señor Jesús, yo confieso que he pecado contra Ti, Por favor perdóname por haber andado en mi propio egoísmo y limpiadme. Yo te recibo como mi Señor y Salvador. Yo creo que Tú eres el Hijo de Dios, quién vino a la tierra, murió en la cruz, derramo su Sangre por mis pecados, y se levanto de los muertos. Dame tu fuerza, Señor. Ayúdame a vivir mi vida de forma que te agrade. Gracias por abrir el camino para yo poder orar a Dios el Padre, en tu nombre. Yo me regocijo en tu promesa, de que viviré contigo toda la eternidad en el cielo.Señor bendice nuestra casita y a todos sus integrantes de este bello grupo familiar y de amistad, que en sus corazones brille la paz, también en cada uno de sus familias, que todos gocen de buena salud, al igual que sus familiares. Que no exista los celos y la envidia, porque todo esta hecho con dedicación amor y trabajo. Te lo pedimos Padre Amado en el nombre de Tu Hijo Jesucristo. Alabado seas Señor, Bendito sea tu Santo Nombre Señor.Amén y Amen
GRACIAS SEÑOR POR ESCUCHARNOS
* Te agradecería compartieras con tus amistades este mensaje. Con el mayor de mis respetos. Saludos. Dios los Bendiga. *
GRACIAS POR TU AMISTAD, FELIZ DIA.
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Hermes Sarmiento G
De Colombia
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