ENTRE LOS MENDIGOS
Por Dr. Jose luis Gonzalez
Miami Fl. USA
Por la calle los vemos, algunos siguen dormidos hasta las diez de la mañana, la gente los desprecia, escapan de ellos porque apestan, se levantan, guardan en una bolsa vieja y mugrienta, el trapo sucio con el que se cubrian, la esconden detras de un arbusto, se lavan la cara con los dedos, sin agua, estiran los brazos, tienen hambre, no piensan mucho, solamente observan, que otro dia llego. Hace mucho tiempo que no se cepillan los dientes, les quedan pocos y los tienen llenos de caries y quebrados.
Son amables, sonrien, saludan y tienen muchas historias sin contar. Sus pantalones apestan y el mal olor de sus pies es insoportable; les duele todo, sobre todo el cuello, por no tener almohada, les duele el alma, porque no tienen nada, les duele la vida, porque la estan perdiendo.
Ayer me hice amigo de uno de ellos, le hable de Cristo, le obsequie un par de calcetines, luego el me invito a tomar un refresco, lo pago con unas cuantas monedas que saco de sus mugrienos bolsillos, sus manos temblaban, pero estaba sonriendo.
Nos sentamos en aquella cafeteria, la cual estaba inundada con la peste del mendigo.
La gente hacia gestos tapandose la nariz, yo estaba feliz con mi amigo el mendigo, pude tomar un refresco que el me obsequio...pero tambien pude darme cuenta, que a pesar del dolor de ser mendigo...tambien se disfruta ser mendigo.
Me despedi de el, entonces me dijo:
- me gustaria volverlo a ver, para que me hable mas de Cristo
Yo no pude hablar, estaba quebrantado, me marche llorando, experimente algo muy profundo en mi ser, me senti menos que el mendigo. Dios me dio el galardon de sentir su presencia en aquella calle. Volvi la mirada hacia el mendigo y desde lejos lo salude, esperando verlo nuevamente.