Pero esforzaos vosotros, y no desfallezcan vuestras manos, pues hay recompensa para vuestra obra”
2 Crónicas 15:7
Pocas cosas desalientan más que esforzarse por algo y no recibir la recompensa acorde al esfuerzo. O recibir lo contrario a lo que hemos dado. Es como sembrar trabajosamente, aguardar el tiempo de la cosecha y llegado este, segar poco y nada. Tanto trabajo y sacrificio a cambio de nada. Y el ejemplo lo podemos llevar a todas las áreas de la vida. Sembrar amor y cariño y no recibir nada a cambio, o, peor aún, cosechar desprecio, sembrar confianza en otros y recibir como retribución, desconfianza. Elogiar y animar con hechos y palabras, y que se nos pague con críticas e ingratitud.
En esta palabra, Dios mismo alienta a sus hijos a esforzarse por vivir una vida agradable ante sus ojos como seguro camino para recibir la retribución deseada. Y bien sabemos que las promesas de Dios no son solo hipótesis, sino verdades seguras y confiables.
Amigo de las mejores palabras, los años que has vivido, el trabajo y el empeño que pusiste en sembrar siempre la mejor semilla que pudiste, tal vez, no te dieron la satisfacción que esperabas. Y hoy mirás decepcionado tus manos vacías. Y la amargura y la frustración son lo único que has cosechado. Y hoy la realidad te asfixia y te abruma ¿Por qué no cambiar tus semillas por las semillas de Dios?
Si abrís tu corazón al Señor Jesús y al poder del Espíritu Santo estarás comenzando el más apasionante capítulo de tu vida. ¡No creas que es tarde, este es tu día! Vivir la vida de acuerdo al plan de Dios será sembrar la mejor semilla en la mejor tierra. ¡Y sabrás recibir la recompensa que Dios promete a sus hijos!
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