¿Juicio o Misericordia?
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido. ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? Mateo 7:1-3 ( Reina-Valera 1960)
En una conversación que tuve con un joven me “acusó” de que los cristianos siempre estamos juzgando a los demás. Me sorprendió un poco su conclusión porque en realidad no era una conversación acusadora sino una sesión de preguntas y respuestas.
Desde entonces me he mantenido estudiando nuestras palabras y analizando el significado de los versos en referencia. Esto me ha llevado a una mejor comprensión de la palabra juicio en la forma usado por nuestro Señor Jesús. La mejor manera de explicar esto es a través de una o dos figuras.
Cuando nos encontramos con una persona que tiene ojos azules y le decimos que tiene ojos azules no le estamos juzgando, estamos señalando una característica personal. Cuando nos encontramos con una persona con ojos negros pero que usa lentes de contacto azul, le decimos que tiene ojos negros aunque sus contactos sean azules. Los contactos azules no son una característica personal sino un adorno superficial. Este es precisamente el caso de los que nosotros vemos en los demás. Cuando hacemos este tipo de comentarios no nos referimos al juicio final donde los pecadores “que no acepten la salvación por la fe en Jesús” finalmente darán cuenta a Dios. Esto no es un juicio sino una realidad.
Jesús nos enseño a no hacer “juicios falsos”, condenar a otros cuando nuestra condición es similar o peor. Al igual que señalar características personales les hablamos a las personas basado en lo que ellos nos muestran. Esto no es juicio falso, esto es una realidad. La Biblia nos dice por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gracia de Dios. Hemos aceptado que nosotros somos pecadores porque hemos reconocido nuestra condición. Señalamos el pecado para traer conciencia de nuestra condición pecaminosa y dar lugar al arrepentimiento. Sin arrepentimiento no hay perdón, sin perdón no hay salvación.
Dios te bendiga,
Rev. Alberto Ortiz