“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con Él todas las cosas?”
Romanos 8:32
Dios, al dar a su Hijo Jesús para salvarnos, nos ofreció lo que más amaba. En esa entrega nos dijo cuanto valíamos a sus ojos a pesar de ser pecadores. Pero Él quiso reconciliarse con su creación. Lo que Pablo aquí nos dice es que junto con Jesucristo y en Él, Dios nos lo ha dado todo. Cristo no vino a nosotros desnudo y vacío, sino lleno de todos los tesoros celestiales, para que podamos disfrutar de todo lo necesario para una completa felicidad. Significa que junto con su Hijo, Dios nos concede la vida eterna y también la salud, la paz, la bendición del hogar, el cuidado especial de nuestros hijos, la provisión para satisfacer toda necesidad material. La lista de sus bendiciones es interminable.
Muy pocas personas hoy día pueden decir que son felices. Basta mirar los rostros cabizbajos, las miradas perdidas, para tener una radiografía por demás clara del estado de vacío interior del hombre actual. ¡Si supieran que no existe nada en este mundo que los pueda hacer felices!¡Si supieran que solo Dios en su Hijo Jesús les ofrece la felicidad que tanto buscan!
Amigo, ¿Vas a seguir penando el resto de tu vida? ¿Llorando por lo que no fue, por los sueños incumplidos, por las esperanzas rotas? Abrí tu corazón a Cristo, entregale tu vida y recibí con Él todo para ser realmente feliz!