¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
“El Señor este con Uds.”.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
Habla Señor, qué tu siervo escucha”.
Señor, creo en las Sagradas Escrituras que voy a leer,se que contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio de Tu Palabra, Tu Divina voluntad, lo que puedo y debo lo, que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar, como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a Escuchar Tu Palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerle...En TI esta la Luz y la salvación.Amen, y Amen
Primera Lectura.
Sabiduría 1,13-15;2,23-24
*La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo*
Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para que subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido pasarán por ella.
Palabra de Dios.
Meditación
El autor tiene presentes los primeros capítulos del Génesis. Está haciendo un comentario y una actualización del relato de la creación y de la caída.
Cuando dice que Dios creó al hombre incorruptible, a imagen de la naturaleza divina, está pensando primordialmente en la parte espiritual, que nosotros llamamos alma. De ahí que siempre habla de "incorruptible" e "inmortalidad" y nunca de "resurrección".
Hoy el panorama cultural y antropológico es muy diverso al vivido por el autor del libro de la Sabiduría: la nueva antropología rechaza abiertamente la distinción griega de alma y cuerpo; y habla de un más allá -cuando lo hace- en un sentido muy diverso del tradicional.
-Existen los nuevos "Epicuro" para quienes cuando la muerte es, el hombre ya no es, y mientras el hombre es, la muerte aún no es. Existen otros, como Bloch, que afirman: cuando la muerte es, el hombre aún no es, y cuando el hombre es, la muerte ya no es; pero se quedan en una concepción puramente inmanentista.
-Otros abrimos las puertas a un futuro trascendente como hizo el autor de la Sabiduría. El mensaje siempre es válido, pero lo que debe cambiar en el lenguaje del teólogo y del predicador son las formas culturales. No se puede predicar siendo ajeno a nuestra cultura, haciendo hincapié en concepciones antropológicas trasnochadas. El autor de Sabiduría fue un revolucionario de su tiempo; también lo debemos ser nosotros.
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Salmo:29
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.
Segunda Lectura
2Corintios 8,7.9.13-15
*Vuestra abundancia remedia la falta que tienen los hermanos pobres*
Hermanos: Ya que sobresalís en todo: en la fe, en la palabra, en el conocimiento, en el empeño y en el cariño que nos tenéis, distinguíos también ahora por vuestra generosidad. Porque ya sabéis lo generoso que fue nuestro Señor Jesucristo: siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En el momento actual, vuestra abundancia remedia la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta; así habrá igualdad. Es lo que dice la Escritura: "Al que recogía mucho no le sobraba; y al que recogía poco no le faltaba."
Palabra de Dios.
Meditación
Este pasaje concluía, probablemente, la carta enviada a los corintios después de suavizar sus dificultades.
El interés de este pasaje reside en los argumentos que San Pablo aduce para convencer a sus lectores para que tomen parte en ella.
El primer argumento es la imitación de Jesucristo (v. 29). Para San Pablo, la moral cristiana no hace más que reproducir las obras y gestos de Jesús; nos acogemos mutuamente porque Cristo nos ha acogido (Rom 15, 5-7); maridos y esposas, patrones y esclavos, se aman como Cristo ama a la Iglesia (Ef 5, etc.) Pero no se trata solamente de imitar un modelo ideal; el cristiano, que a su vez se ha convertido en modelo de salvación, prolonga la encarnación del Señor en su actitud concreta; convertido en signo eficiente de salvación, el cristiano difunde sus beneficios a toda la Humanidad. El valor de la colecta está, pues, en la perspectiva teologal y salvífica en que es abordado.
El segundo argumento se saca de la preocupación por la igualdad entre griegos y judíos (vv. 13-14). Pablo no piensa aquí en una igualdad económica, obtenida por una nivelación de las diferencias sociales, sino en un intercambio en el plano de la fe: los cristianos de Jerusalén no han reservado para sí los privilegios de que gozaban, sino que han admitido también a los paganos a compartir esos privilegios, llenando el vacío de las naciones en el campo de la fe con su abundancia y su "superfluo".
Es necesario que, a cambio, los paganos colmen con sus bienes superfluos a los cristianos pobres de Jerusalén y realicen así una unión y una igualdad entre griegos y judíos ignoradas hasta entonces.
Santo Evangelio:
Marcos 5,21-43
*Contigo hablo, niña, levántate*
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva." Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente [que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Muchos médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: "¿Quién me ha tocado el manto?" Los discípulos le contestaron: "Ves como te apretuja la gente y preguntas "¿Quién me ha tocado?"" Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: "Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud."
Todavía estaba hablando, cuando] llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: "Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?" Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas; basta que tengas fe." No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: "¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida." Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y dijo: "Talitha qumi" (que significa: "Contigo hablo, niña, levántate"). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
Reflexión
En el caso de la mujer que llevaba enferma doce años, Jesús realiza una doble liberación. Por un lado, la curación física completa e inmediata y, al mismo tiempo, la liberación de un estado de subordinación social y religiosa en el que se encontraba obligada a vivir, dada su condición de mujer «impura», según la ley del Antiguo Testamento. La cosa tiene lugar en el mismo momento en el que Jesús plantea una pregunta que parece absurda: « ¿Quién ha tocado mi ropa?» (v. 30), moviendo interiormente a la mujer a la que acaba de curar a salir al descubierto o bien a realizar un ulterior acto de fe en un Dios que no condena, que cura para dar la vida en plenitud. Así pues, la «fe que salva» (v. 34) no es sólo la que se manifiesta en el hecho de tocar el manto del Señor, sino también la que hace una abierta proclamación de la justicia de un Dios que socorre a los humildes y a los oprimidos, sea cual sea el nombre que la ley o la costumbre de los hombres les impone. Jesús ha restituido ahora a la mujer no sólo la salud, sino la dignidad de persona y la vuelve portadora de la verdad de Dios.
También la curación de la hija de Jairo se convierte en ocasión para la superación de una serie de obstáculos: la muerte, que se presenta en el camino de Jesús y sus discípulos hacia la casa del jefe de la sinagoga, y sobre todo la oposición de los que dicen: «Tu hija ha muerto; no sigas molestando al Maestro» (v. 35), que es como decir: «No hay nada que hacer...». Serán los mismos que celebren el funeral judío, con gran alboroto de flautas y lamentos, en torno al cuerpo de la niña, que para ellos ya es sólo un cuerpo de muerte. Frente a esta acendrada convicción (¿qué hay en este mundo más seguro que la muerte?), las palabras de Jesús aparecen como algo absurdo, como una trágica burla (cf. vv. 39ss), a menos que estemos dispuestos a confiar en él, como Jairo, a poner toda la confianza en su amor que no decepciona.
La mujer y el padre de la muchacha no se rindieron a la evidencia de los hechos.
Comprendieron que la vida es como un libro: se pueden pasar las páginas, no arrancarlas. Para leer e interpretar también las páginas oscurecidas por el sufrimiento hace falta esa luz que se llama fe; es preciso redescubrir la presencia de Jesús, que pasa junto a nosotros para restañar nuestras heridas y continuar el camino con nosotros. No nos señala atajos ni senderos privilegiados. El único camino sigue siendo el que él recorrió, un camino fatigoso, pero que conduce seguro a la meta.
Queremos honrar a muchas personas que se empeñan en curar el cuerpo sin desatender las exigencias del espíritu. No se puede confinar el ámbito de la enfermedad —ni siquiera el de la muerte— en el dato biológico y material exclusivamente. Los santos, que también en este punto son modelos de comportamiento, lo comprendieron bien. A título ilustrativo, baste con esta cita: “No se entra en la Pequeña Casa sólo para ser curados en el cuerpo.
En el amor de Dios. He aquí la respuesta verdadera, que derrota radicalmente al mal. Así como Jesús se enfrentó al Maligno con la fuerza del amor que viene del Padre, así nosotros podemos afrontar y vencer la prueba de la enfermedad, teniendo nuestro corazón inmerso en el amor de Dios
El amor de Dios se muestra amable con todo el ser humano: con su mente y con su corazón.
Grande es tu poder, Señor, y tu misericordia. Nadie que se acerca a Ti queda defraudado. Ilumina mi oración para que, con un corazón sincero, sepa poner en tus manos mis preocupaciones y mis angustias.
Jesús, te pido el don de la esperanza para vivir abandonado en tu Providencia.
Jesús, reconozco que Tú quieres que me acerque a Ti con la fe de la hemorroisa o la de Jairo, por eso te pido una fe viva, operante y luminosa, que sabe que lo único que tiene que hacer es acercarte a Ti en la oración, donde Tú siempre estás para responderme y acompañarme. Permite que sepa imitar la fe de tu santísima madre.
Señor Jesucristo, te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Gracias por perdonar mis pecados.
Amen,y Amen .
GRACIAS SEÑOR POR ESCUCHARNOS
Hermes Sarmiento G.
De Colombia
Cristiano católico