¡Bienvenidos. Hermanos y hermanas en Cristo Jesús!
El Señor este con Uds.Nos hemos reunido para leer la Palabra y alimentarnos de Cristo Resucitado que fortalece nuestra vida y nos compromete a vivir y a llevar una vida Espiritual llena de amor y paz.
Con alegría leamos la palabra.
Habla Señor, qué tu siervo escucha”.
Señor, creo en las Sagradas Escrituras que voy a leer,se que contiene Tu Santa Palabra.Haz que la escuche con todo respeto y amor.Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca Tu Santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad lo que Tú quieres de mí.Espíritu Santo, ilumina con Tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí, para conocer por medio de Tu Palabra, Tu Divina voluntad, lo que puedo y debo lo, que debo y puedo modificar,y que no depende de mi cambiar, como debo conducirme en los acontecimientos de la vida.Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a Escuchar Tu Palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerle...En TI esta la Luz y la salvación.Amen, y Amen
Primera Lectura
Jeremías 1, 4-5. 17-19
*Te nombré profeta de los gentiles*
En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor: "Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.
Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte." Oráculo del Señor.
Palabra de Dios.
Meditación
Leemos hoy parte de la vocación de Jeremías: la elección por parte de Dios, la consagración en el seno materno, la misión de ser “profeta de los gentiles”.
Jeremías ha sido considerado en la tradición bíblica como “profeta de desgracias” o de los “lamentos”. Él encarna como nadie que la vocación va unida a la misión, incluso la que el ser humano puede rechazar explícitamente. Jeremías es un “profeta a su pesar”. El miedo puede truncar la vocación y la misión encomendada. Por eso suena con fuerza la promesa divina: “no les tengas miedo, que yo estoy contigo”. Por otra parte, Dios le encomienda ser “profeta de los gentiles”. ¿Acaso la misión no se limita a la conversión de los habitantes de Judá? La apertura a todos los pueblos (judíos, egipcios, caldeos…) es un rasgo distintivo de su predicación, a la que Jeremías se resistirá con uñas y dientes.
La vocación de Jeremías ha sido y sigue siendo modelo para todos los tiempos. Normalmente se ha destacado la irrupción de Dios en la vida de un joven y cómo éste acepta aun en medio de las dificultades y temores. Se ha destacado menos la grandeza, superior a sus fuerzas, de la misión encomendada. ¿Puede Dios jugar con nuestros sentimientos? ¿Puede encomendarnos una misión para la que no nos sentimos capacitados? Jeremías vivirá de una promesa: “no temas, yo estoy contigo”. Promesa que sigue siendo válida hoy.
Salmo:70
*Yo me refugio en ti, Señor,*
¡que nunca tenga que avergonzarme!
Por tu justicia, líbrame y rescátame,
inclina tu oído hacia mí, y sálvame.
Sé para mí una roca protectora,
tú que decidiste venir siempre en mi ayuda,
porque tú eres mi Roca y mi fortaleza.
¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío,
de las garras del malvado y del violento!
Porque tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad desde mi juventud.
En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre;
desde el seno materno fuiste mi protector,
y mi alabanza está siempre ante ti.
Mi boca anunciará incesantemente
tus actos de justicia y salvación,
aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos.
Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud,
y hasta hoy he narrado tus maravillas.
Segunda Lectura
Carta I de San Pablo a los Corintios 12,31.13,1-13.
Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía.
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,
no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido,
no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá;
porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.
Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.
Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño,
pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.
En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.
Meditación
El misterio del amor vivo más allá de la limitación es lo que se palpa en la relación de Pablo con sus comunidades de Corinto. No ha sido fácil el proceso ni la relación con ellas. Pero ha triunfado el amor. Quizá ahí aprendió algo de lo que hizo el centro de su vida, de lo que nunca se apeó: que la experiencia cristiana se vive en el marco de una comunidad que se ama y que, fuera de ese marco, lo cristiano se agosta y pierde su sentido. Jamás se desbancó de esta certeza.
Por eso propone a la comunidad, lisa y llanamente, el ideal del amor como paradigma de vida comunitaria: 13, 1-13. Se trata de lograr una mirada nueva sobre la realidad de la persona con la que se hace comunidad. No es, pues, un pasaje sobre el amor en general, sino sobre la existencia concreta de quien anhela vivir amor.
Para Pablo es una certeza irrebatible que “el amor no pasa nunca”. Es decir, funcionar desde la perspectiva del amor que mira de manera distinta, humanizadora, al otro es la mejor forma de acertar. Más aún, el amor comunitario es la prueba de la adultez humana y creyente.
Y por eso, la verdadera dicha, el verdadero cielo, será cuando veamos cómo Dios nos ha comprendido, ya que su comprensión es una comprensión de amor: “Mi conocer es por ahora inmaduro, entonces podré conocer como Dios me conoce”. Es decir, en la plenitud se tendrá una visión desde la perspectiva del amor. Esa visión hay que empezar a trabajarla justamente en el hoy de la comunidad. El amor fraterno adelanta la verdadera plenitud a la que está destinada la historia.
La conclusión es evidente: lo que va a quedar por encima de todo, incluso de la fe y de la esperanza es la realidad del amor, “la más grande es el amor”. Este “ser más grande” radica en el amor esencial del mismo Dios que es “todo bien, sumo bien, eterno bien, sin el que no hay ningún bien” (San Francisco). La bondad esencial es la raíz del amor. Desde ahí, la realidad del otro, de lo Otro, aparece como nueva cada día.
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