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General: ¿YO, EL HARAGAN?
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Fruhling  (Mensaje original) Enviado: 19/11/2014 19:47

 

 

¿ACASO SOY YO EL HARAGAN?

“ El amor de Dios no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino en las obras……(Teresa de Jesús)”

Comienzo por confesaros dos cosas: 1 –Que soy capaz de transigir y tratar con los “buenos” y con los “malos”. A estos, si se empeñan, los toreo y no son capaces de amargarme la existencia;  2- Que me resultan insoportables las personas que nadan siempre entre dos aguas, aquellas que ni “ fu ni fa” y en definitiva aquellas que son haraganes, inútiles, insensatos e incapaces de comprometerse en serio con algo o con alguien. Aquellos que, si viven, es porque su madre los puso aquí y la vida los va empujando. Para que veáis, amigos, lo fiera que es el león, os diré también que me encantan las personas capaces de hacerme mal, y no precisamente por eso, sino porque esos son también capaces de lo contrario. Hay que ser capaces de algo en este mundo y nunca me valen las hojas de otoño que son juguetes de las ventoleras. Pues bien, amigos, visto ya lo anterior, os invito a entrar al círculo donde Jesús de Nazaret habla para los que queramos seguir sus huellas. Este, Buen Amigo, con gran sentido común y bondad infinita ha dicho a los suyos: no seáis como estos y nos ha contado las parábolas de los talentos (Mt.25,14-30) y de las diez doncellas (Mt. 25,1-13). Asómate a la parábola de los talentos y verás que un señor reparte entre sus servidores un dinero para que se ganen la vida, emprendan algo que merezca la pena, y para que hagan crecer a su alrededor alegría, confianza y productividad para todos. Un tiempo después, dos de ellos ven con gusto la vuelta de su señor y se acercan con alegría para saludarle y devolverle lo que les prestó y enseñarle con orgullo: “… mira lo tuyo y otro tanto que yo he ganado con mi sudor”. El señor les sonríe porque los ve fieles, alegres y capaces y les da un calificativo: “ Olé, siervos fieles, comprometidos y luchadores; os veo capaces y os daré un cargo importante. Pasad al banquete de vuestro señor. Os lo merecéis. Pero ¡ay! entre los tres no faltaba un “pupas” que era un pobre hombre(1)y así se acreditó. Andaba de esquina en esquina sin acercarse a la casa de su señor para rendirle cuentas claras y justas porque el miedo le atenazaba y como podía se iba    acercando con un dinero ( el mismo que había recibido) en la mano y sin levantar los ojos, esperando pasar aquel trago ante su señor lo más pronto posible, le balbuceó algo así como:

“….. mira …yo sé que eres muy justo y exigente y….y….es que tuve miedo y.. toma tu dinero; es el mismo y termino de sacarlo, pues desde aquel día  lo enterré para que no me lo robaran; toma….te lo devuelvo… cuéntalo que es el mismo que me prestaste …… toma.”. El señor, que ya lo venía conociendo, se puso serio y no podía comprender lo que estaba viendo mientras le cantó las cuarenta y sólo le dio este calificativo:” siervo haragán, perezoso e indolente. Vales menos que costó la sal del bautizo! Quitadle lo poco que le dí y que  marche fuera. No vales para estar entre los míos.

De las diez señoritas  que estaban invitadas a la boda y que recibieron el encargo de arreglarse convenientemente para recibir al esposo, solo cinco supieron y quisieron responder dignamente con el encargo recibido pero las otras cinco que gritaban demasiado y hablaban por los codos, mientras las otras aderezaban sus lámparas, tuvieron miedo a manchar sus vestido último modelo y sus manos recién salidas del maquillaje y no quisieron llevar un pequeño repuesto de aceite por si se retrasaba el esposo. Quizá pensaron que como “esas” son tan amables nos darán de la suya, en caso necesario y, si no lo hacen, llamamos ala prensa y le armamos un escrache. El resultado fue el que tenía que ser ante su improvisación e insensatez, que en vez de lucir con su lámpara encendida lo único que lucieron fueron sus vestidos, el color de labios y sus lamentos fuera, porque el novio llegó y se cerró la puerta detrás de los que habían entrado porque estaban debidamente preparados. Su insensatez las dejó en ridículo y ante sus lamentos llamando a la puerta cerrada, no se oyó sino la voz del esposo con el cual no tuvieron la menor delicadeza ni compromiso, que les decía: “¡Ya no es hora. No os conozco!”

Este haragán no se siente identificado con su señor y menos agradecido por la oportunidad que le brinda. Este pobre hombre no ama a su señor, le tiene miedo.

En la vida hay que saber priorizar y poner el acento en lo más importante. Estas niñas “necias” estaban invitadas pero no previeron nada y todo les llamaba la atención menos el cometido que le había encargado el Esposo que las invitó.   (¿)

¿Acaso tenemos claro nuestro cometido en la vida y el encargo que nuestro Señor  nos confió?  ¿ Nos comprometemos o sólo lucimos el vestido de domingo?............

 

 

1- No confundir al hombre pobre con pobre hombre.

 

 

 



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