LA MUDA…
Un día quiso hablar… y todavía no sabía hacerlo. Era tan pequeñita… apenas tenía un año…
Poco a poco aprendió… y todos reían ¡Cómo la festejaban! Eran sus primeras palabras, aunque todavía se escuchaban cortadas y balbuceantes…
Y casi sin darse cuenta comenzó a hablar de corridito… palabras… frases… oraciones… y pláticas enteras…
Pasó muchos años hablando, aunque de vez en cuando la mandaban callar…
Y entonces aprendió a callar… las órdenes eran terminantes: ¡Cállate! Y ella obedecía…
Siguió pasando el tiempo y, de tanto callar, su voz se fue apagando… solo se escuchaba de vez en cuando… pero todavía se escuchaba…
La vida la llevó por otros caminos… caminos que ella misma escogió pensando que eran los correctos, pero más tarde que temprano descubrió que no era así… se había equivocado…
Y su voz se apagó de pronto. Completamente…
No servía de nada hablar, puesto que no la escuchaban… ¿Para qué hablar, si le mandaban callar?...
De tanto callar, su voz ya no salía de su garganta por más intentos que hacía…
La golpeaban y callaba… La humillaban y callaba…
Callaba… callaba… callaba… siempre callaba, aunque tenía mucho que decir… ¡Vaya si tenía!
Y el silencio llenó su vida.
Despertaba en silencio… comía en silencio… caminaba en silencio… vivía en silencio… Aunque a su alrededor todo el mundo hacía ruido… mucho ruido… tanto ruido como les venía en gana…
Se hizo vieja, su pelo se llenó de canas y su cara de arrugas… pero seguía muda, se había acostumbrado tanto a callar, que ya no sabía como hablar, ni siquiera cuando aquella tarde, un agudo dolor le traspasó el pecho y la tiró al suelo sin poder moverse.
Cuando quiso darse cuenta estaba tendida en una mesa, llena de flores y con cuatro cirios encendidos a su alrededor. Todos lloraban ahora… querían que hablara… pero ella no habló… se negó a hacerlo hasta el último momento, aún cuando escuchaba rezos y responsos, aún cuando sintió cuando la colocaron en un cajón de madera y la llevaron en hombros al cementerio… aún cuando escuchaba la tierra caer encima de la tumba… aún cuando sintió que los gusanos roían su carne y llegaban hasta sus huesos