El llamado de libertad del clarín suena en mi alma, anunciando la verdad de que el amor de Dios me libera de la infelicidad, el dolor y el temor. Digo adiós a cualquier vacío del pasado, y estoy receptivo a que se hagan realidad los anhelos y las aspiraciones de mi corazón.
Al orar, puedo sentir la seguridad del amor de Dios. El amor divino fortalece mi determinación, refuerza mi valor y guía mis pasos. Transito con confianza por el camino abierto de la libertad.
Permanezco fuerte y sin temor, listo para reclamar mi libertad y llevar a cabo mi destino como creación de Dios. El amor divino siempre está conmigo, alentándome a seguir adelante y a llegar más arriba.
Así que, si el Hijo os liberta, seréis verdaderamente libres.—Juan 8:36
El dominio sobre mí mismo y sobre mi vida, ¿cómo lo logro? ¿Siento que mi autocontrol es débil o que mis hábitos me limitan? El dominio o autocontrol comienza con la manera cómo pienso y me siento. Quizás crea que no puedo cambiar mis reacciones o que estoy a merced de algún hábito que no contribuye a mi bienestar. Mas la verdad es que puedo tener dominio sobre mi comportamiento. Puedo hacer uso de mi libertad. Paso a paso, pensamiento a pensamiento, cambio mi manera de pensar, sentir y responder.
Soy un ser espiritual y libre que no está limitado por pensamientos ni sentimientos. Me aprecio y aprecio mi vida bajo una nueva perspectiva, y declaro mi dominio.
Ahora hagamos al hombre a nuestra imagen. Él tendrá poder.—Génesis 1:26