El Cristo morador es mi apoyo constante —mi fuente eterna de consuelo.
Dondequiera que estoy, está Dios. Esta frase de la “Oración de Protección” de James Dillet Freeman me recuerda que mi conciencia moradora —el Cristo— está más cerca que mis manos y pies. Esta presencia está siempre disponible para mí. Cuando miro los ojos llenos de paz de un bebé, éstos me recuerdan que el Espíritu está en cada uno de nosotros desde el comienzo.
Acudo a Dios en mí, ya desee guía o seguridad para tomar una decisión, consuelo por la pérdida de un ser querido o valor para emprender algo nuevo. Lo que sea que busque, el Cristo en mí lo proveerá. Cualquier ansiedad se disipa, y descanso en el Espíritu morador que siempre ha sido y será mi fuente perdurable de consuelo.
Porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha tenido compasión de él en su aflicción.—Isaías 49:13
Cada día tomo tiempo para bendecir mi cuerpo-templo y afirmar su fortaleza, salud, belleza y vitalidad. Aun cuando no me sienta bien, sé que mi cuerpo es un templo sagrado del Espíritu, con un patrón divino de bienestar.
Al despertar a la verdad de que mi cuerpo es sagrado, estoy consciente de los hábitos que deseo añadir o cambiar para apoyar mi salud. Tal vez quiera mejorar mi alimentación, actividades físicas o actitudes. Al discernir el camino correcto para mí, dejo ir aquello que no es para mi mayor bien. Acepto con gusto alimentos, actividades y actitudes que bendigan y sustenten mi cuerpo-templo según reclamo de corazón mi vitalidad.
Si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.—Lucas 11:36
El cofundador de Unity Charles Fillmore atesoraba el tiempo en el Silencio diciendo: “La manera más elevada de oración que conocemos es entrar calladamente en el aposento interno del alma, cerrar la puerta a los pensamientos externos de la vida cotidiana y buscar conscientemente ser uno con Dios”. Disfruto del Silencio en la profundidad de mi ser. Mientras más practico dirigir mi atención hacia mi interior, más paz experimento.
Hoy me doy el regalo de la paz. Unos momentos en el Silencio proporcionan sosiego a mi alma y mi corazón, y promueven relaciones personales afables. Paso tiempo cada día en oración silenciosa y estoy receptivo a una paz abundante.
Mucha paz tienen los que aman tu Ley, y no hay para ellos tropiezo. Salmo119:165
Al cambiar mi atención de las apariencias externas a mi corazón, me conecto con mi conciencia intuitiva. Ante cualquier desafío, determino centrarme en mi conocimiento interno. Suspendo cualquier juicio con respecto a los demás y abro mi mente a una comprensión mayor. Mi corazón sabe lo que necesito hacer.
Descanso y dejo ir juicios personales. En su lugar, pregunto: “¿Cuál es el mayor bien para todos? ¿Cuál es el mayor bien para mi desarrollo espiritual?” Dejo ir cualquier preocupación por las acciones y motivaciones de los demás y enfoco mi atención en lo que es mejor para mi alma y para todos. Con mi atención centrada en este conocimiento interno, soy guiado y estoy en paz.
Enséñame buen sentido y sabiduría, porque tus mandamientos he creído.—Salmo 119:66