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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 01/05/2017 19:31 |
Yo soy un centro radiante de vida y energía divinas.
Gracias a la oración y a una relación personal con Dios, Myrtle Fillmore, la cofundadora de Unity, aprendió verdades espirituales que transformaron su vida. Dijo palabras de curación a su cuerpo, bendiciendo y alabando su maravilloso trabajo. Ella sanó. Yo también puedo utilizar el poder de las palabras para bendecir a mi cuerpo-templo.
Me siento en el Silencio y coloco mi atención en la vida divina que mora en el centro de cada célula. Como ser amado de Dios, ser saludable es mi derecho de nacimiento. Recuerdo que la voluntad de Dios para mí es una vida llena de salud. Reclamo mi bienestar afirmando: Yo soy un centro radiante de vida y energía divinas. Mis palabras llenas de vida envían ondas de energía sanadora que bendicen mi cuerpo-templo.
Pero tú, mi Dios, eres quien me ayuda; tú, Señor, eres quien sustenta mi vida.—Salmo 54:4
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Cada día tiene el potencial de ser un nuevo capítulo en mi vida.
Mi vida es como un libro —una historia siempre en desarrollo que presenta nuevos sucesos y posibilidades en cada página. Todo acontecimiento y actividad edifica la narrativa de mi vida. Soy el autor de cada capítulo, escribo mi historia según las decisiones que tomo. Si deseo cambiar el rumbo, he de tomar decisiones que apoyen mi cometido.
Cuando siento la necesidad de orden y calma, elijo pensamientos de paz y actúo desde el lugar de orden en mí. Si busco mayor prosperidad, permanezco receptivo a las ideas divinas y afirmo que Dios siempre provee para mí. Cualquier dirección que mi historia personal tome, recuerdo que soy el coautor con Dios.
Con fe y gratitud, escribo nuevos capítulos en la historia de mi vida.
Voy a darte a conocer lo que está por suceder. —Habacuc 2:2
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Permito que el fluir del Espíritu me lleve.
En el libro Ilusiones , Richard Bach narra la historia de un grupo de criaturas que habían pasado sus vidas aferradas al fondo de un río resistiéndose a la corriente. Una criatura finalmente declara que confía en que la corriente sabe adónde va y dice: “Me soltaré y dejaré que me lleve adondequiera”.
Si encuentro que resisto las circunstancias en mi vida, aferrándome a mis percibidas redes de seguridad por temor a lo desconocido, determino soltar. Cuando dejo ir y dejo a Dios actuar, permito que el fluir del Espíritu me lleve. Confío en que Dios me llevará adonde necesite ir. Dejo ir cualquier necesidad de controlar las condiciones a mi alrededor. Suelto con facilidad y dejo que el orden divino diseñe mi vida.
Confía en el Señor de todo corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas.—Proverbios 3:5-6
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Mis cargas desaparecen cuando las ilumino con la luz del Espíritu. Yo soy libre.
Algunos días, los pensamientos preocupantes y las inquietudes parecen ser compañeros constantes. De ser así, hago una pausa, me dirijo a mi interior y descanso en el Espíritu.
Para sentirme plenamente cómodo con mi vida quizás piense que necesito controlar cada variable en ella: la familia, los amigos, el gobierno, el clima. Mas experimento verdadera libertad cuando confío en Dios, cuando pienso, me muevo y tengo mi ser consciente de mi naturaleza espiritual. Respiro profundamente varias veces y afirmo: Yo soy libre. Yo soy ilimitado . Mis preocupaciones comienzan a disiparse y mi mente es restaurada a su estado libre natural. Mis tribulaciones desaparecen cuando las ilumino con la luz del Espíritu.
Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar.—Mateo 11:28
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Aprecio el orden divino y la claridad que se expresan en todo aspecto de mi vida.
Existe satisfacción en pensar que mi mente humana controla los acontecimientos en mi vida —hoy y los días por venir. Sin embargo, experimento una satisfacción más rica y profunda cuando me entrego al Poder amoroso que causa que todo en el universo fluya y exprese orden y armonía. En esa entrega, dejo ir todo esfuerzo limitado de organizar mi vida.
Existe un poder y yo soy parte de él. Soy parte esencial de un propósito más vasto que el que mi mente puede imaginar. Sé que mi día se desenvuelve como una expresión de ese propósito. Doy gracias por el orden divino en mi vida. Acepto gozosamente y confío en la claridad que se expresa en todo aspecto de mi vida.
“Yo soy el alfa y la omega,” dice el Señor, el Dios todopoderoso, el que es y era y ha de venir.—Apocalipsis 1:8
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