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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 12/01/2020 14:16 |
LA PAZ INTERNA ME BRINDA FORTALEZA, CALMA Y CLARIDAD.
La paz de Dios brilla desde el centro de mi ser como el suave resplandor de una vela. Dicha paz es parte de mi herencia divina, siempre esperando ser llamada a la expresión, sin importar lo que suceda a mi alrededor. La paz se expresa a través de mí y llega hacia mí cuando recuerdo que yo soy la expresión viva de Dios, creado a Su imagen y semejanza.
Para suscitar la paz divina, sólo necesito estar dispuesto a dejar ir aquello que bloquee su expresión. Permito que la divina facultad de eliminación obre en mí para liberar pensamientos limitantes, falta de perdón, carencia y miedo. Mi energía se torna más pacífica y orientada según libero cada uno de mis pensamientos limitantes. Me concentro en la paz pura de Dios.
Jesús se levantó y reprendió al viento, y dijo a las aguas: “¡Silencio! ¡A callar!” Y el viento se calmó, y todo quedó en completa calma.—Marcos 4:39
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ENCUENTRO LA FUENTE DE FORTALEZA EN MÍ.
Mi firmeza aumenta cuando tengo presente que soy uno con Dios. Confío en la fuente de fortaleza que mora en mí. Jesús enseñó que quien no tiene fe en Dios será derribado como una casa construida sobre la arena. Mas quien tiene fe, es como una casa construida sobre una roca, capaz de mantenerse firme ante cualquier tormenta.
Esta base sólida me sostiene en momentos en que me siento débil o inseguro. Cierro mis ojos e imagino que estoy parado sobre una roca estable y sólida. Noto cómo dicha roca me apoya y me sostiene.
Expreso la naturaleza todopoderosa de Dios a través de mí, y hago surgir mis reservas de fortaleza desde mi interior.
A cualquiera que me oye estas palabras, y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.—Mateo 7:24
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YO SOY UNA EXPRESIÓN OPTIMISTA DE LA ENERGÍA Y EL AMOR DE DIOS.
Siento emoción por las posibilidades de este día. Aunque no sé lo que pueda presentarse en mi camino, busco y espero resultados positivos. Atesoro incluso los eventos más insignificantes: ducharme por la mañana, tomar una taza de café o té, caminar al trabajo o completar una tarea pendiente.
Mi acción entusiasta es contagiosa. Los de-más son alentados gracias a mi actitud optimista y jovial. Y, a su vez, yo soy bendecido por la respuesta positiva que recibo. Cada día tomo la decisión de hacer de éste el mejor. Afronto cualquier dificultad con esperanza y confianza, sabiendo que yo soy un ejemplo de fe. Avanzo con regocijo y entusiasmo.
Yo soy bendecido y yo soy una bendición para todos a mi alrededor.
Si algo demanda diligencia, no seamos perezosos; sirvamos al Señor con espíritu ferviente.—Romanos 12:11
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ORO POR LA PAZ EN LAS MENTES Y LOS CORAZONES DE TODOS LOS SERES.
La paz mundial comienza conmigo. Antes de orar por la paz en el mundo, me alineo con la presencia de Dios. Como un lago quieto y plácido, esta Presencia apacible mora en silencio y está disponible siempre. A medida que me sosiego, mi mente se calma, mi cuerpo se detiene y yo siento una gran paz. Respiro profundamente, soltando la tensión en mi cuerpo y disolviendo las preocupaciones en mi mente.
Desde este lugar tranquilo, imagino los corazones y las mentes de todas las personas en paz y brillando como la luz del sol en la superficie del agua. Visualizo que esta paz emana relucientemente de cada persona y se extiende por todo el mundo, llenando de amor todos los corazones. Experimento y afirmo paz interna, y ésta se magnifica por todo el mundo.
Apártese del mal y haga el bien. Busque la paz y sígala.—1 Pedro 3:11
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DEJO QUE DIOS SEA DIOS EN MÍ.
Meister Eckhart, un místico alemán, enseñó: “Lo que Dios te pide más imperiosamente es que salgas de ti mismo y permitas que Dios sea Dios en ti”. Reflexionando sobre las palabras de Eckhart, recuerdo que no tengo que sentir frustración por los límites de la sabiduría y la comprensión humanas.
Dejar ir y dejar que Dios actúe me recuerda que la presencia de Dios va conmigo a lo largo de cada experiencia de mi vida. El amor, la vida, la sabiduría, la comprensión y la fortaleza de Dios, así como el poder divino de liberación, están presentes cada vez que los necesito. Mi yo humano, junto con la presencia permanente de Dios, el Cristo en mí, proporcionan el bien que deseo en mi vida. Dejo que Dios sea Dios en mí.
Las palabras que yo les hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre, que vive en mí, es quien hace las obras.—Juan 14:10
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