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De: Tatisverde (Mensaje original) |
Enviado: 22/07/2020 21:15 |
ESTOY PROTEGIDO DIVINAMENTE DESDE ADENTRO.
Si me siento solo y temeroso, hago una pausa, me centro y experimento cómo la poderosa presencia de Dios emana de mí hacia el mundo desde el centro de lo que yo soy y quien soy. Si siento que me cuesta manejar lo que está sucediendo en mi vida o en el mundo, afirmo mi atención en la totalidad de Dios.
Respiro profundamente y recuerdo que no existe ninguna circunstancia que pueda ser mayor que Dios. Yo he sido creado a imagen y semejanza de Dios. Afianzado en esta Verdad, afirmo: "Cualquiera que sea la experiencia que la vida me ofrezca, tengo fe en que yo soy fuerte, apto, dispuesto y capaz de superar cualquier reto". Al dirigir mis pensamientos y sentimientos hacia la presencia divina en mí, me siento protegido en la eterna realidad de la presencia y el poder de Dios.
El Padre y yo somos uno.—Juan 10:30
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CUENTO CON LA SABIDURÍA DE DIOS.
Cuando necesito evaluar mis próximos pasos, si confío solamente en mi intelecto puedo ser guiado a una multitud de opciones. Evalúo cuál es la mejor manera de alcanzar mi meta o qué oportunidad es la más beneficiosa para mí. Recuerdo que la mente humana puede usar la lógica, comparar los pro y los contra, hacer investigaciones o confiar en el consejo de un amigo. Pero mi razonamiento intelectual puede llevarme solo hasta un punto.
Voy a mi interior y hago uso de mi poder divino de sabiduría para elegir el mejor camino. Me centro en la presencia y el poder de Dios, respiro profundamente y siento que Su sabiduría llena mi mente y mi corazón. Una certeza serena llena mi ser. Un saber divino informa mi mente y dirige mis pasos.
¡Enséñanos a contar bien nuestros días, para que en el corazón acumulemos sabiduría!—Salmo 90:12
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COMPARTO LA GRACIA DE DIOS CON OTROS.
A lo largo de mi vida, he sido sanado, prosperado, protegido y bendecido por la gracia de Dios. Hoy determino expresar la gracia de Dios. En vez de ser arrastrado a la discordia, me elevo por encima de ella. No tengo necesidad de probar mi punto de vista. En su lugar, elijo el perdón y la comprensión.
Presto atención a las personas a mi alrededor. Si percibo que están teniendo un mal día, ofrezco ayuda: comparto una palabra afable y edificante o realizo un acto amable y anónimo sencillo, tal como poner monedas en un parquímetro a punto de caducar. La gracia de Dios es una bendición que vive en mí. Yo la mantengo viva al ayudar a los demás. Comparto la gracia de Dios con todos los que necesitan sentir el toque tranquilizador de Su gentil benevolencia.
Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con su espíritu. Amén.—Filemón 1:25
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