En el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua. 2 Pedro 3:5-6.
Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. Hechos 17:25.
Las aguas
“Dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas… Y llamó Dios a la expansión Cielos” (Génesis 1:6-8). Proverbios 8:27-28 alude a la organización de la envoltura atmosférica de nuestro planeta: “Cuando formaba los cielos… Cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; cuando afirmaba los cielos”. Entonces el amado Hijo estaba junto a Dios “ordenándolo todo” y “era su delicia de día en día”. Se regocijaba en la parte habitable de la tierra (véase v. 22-36). El Hacedor de la creación ya había sido escogido para ser el Autor de la salvación eterna. Cristo fue “destinado desde antes de la fundación del mundo” (1 Pedro 1:18-21). Todos los que disfrutan los bienes que Dios dispuso sobre la tierra, incluso el aire mismo que respiran, no deben descuidar lo que él dio para la salvación de las almas. Llegará el día en que el juicio caerá sobre los que hayan cerrado su corazón a la invitación de la gracia de Dios. Así como en el tiempo de Noé el diluvio ahogó al mundo impío, el juicio de Dios también caerá sobre los burladores de los tiempos modernos. Pero aún hoy hay tiempo para ponerse al abrigo en el arca de la salvación, es decir, para arrepentirse y acudir sencillamente a la presencia de Dios y pedirle perdón. Por la fe en Jesucristo, la salvación está asegurada a todo el que cree.