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Cuando llegué a mi casa con mi familia, fue cuando me di cuenta cabal del sufrimiento que les causé a mis padres, incluyendo a mis abuelitas, ya que supe después por labios de mi padre y de mis hermanos, los dias de vela y angustia que tanto mi madre como mi padre pasaron sin saber nada de mí, hasta que después de recibir mi primera carta se consolaron un poco, pero en sus corazones esperaban el regreso del hijo que sin consideraciones se había ido, lo cual finalmente gracias a Dios y a las oraciones de mis padres, ocurrió.
En cuanto llegué a Xalapa y después de estar con mis padres y de pedirles perdón llorando por todo lo que los hice sufrir, salí a mi barrio para ver con quien me topaba, y la verdad que mi barrio estaba muy cambiado al igual que la gente, la veía diferente, igual que ellos me miraban a mi sin reconocerme del todo, pues verdaderamente estaba muy cambiado con respecto a ese muchachito de 14 años, flaco ojeroso y sin ambiciones de tres años atrás, en contraste con el mancebo hermoso de 17 años, melena larga, patilla ancha, de pantalón de mezclilla pegado completamente a mis hermosas y musculosas piernas, así como una chamarra del mismo material con tremenda calavera dibujada con toperoles en la parte de atrás, y para acabarla de amolar, con un vozarrón de antología, no, no, nó, era lo que se llama un bellísimo ejemplar de la raza humana, un auténtico muñeco con el cual cualquier niña hubiera querido jugar; pero en eso que estaba soñando despierto, una voz femenina me dice: ¡ José Luis eres tú ! y al voltear a ver quien me hacía esa pregunta vi que era Doña Conchita, esposa de Don Demetrio, una señora muy querida de todo el barrio por ese don de gentes y siempre con la sonrisa a flor de labios, quien prosiguió diciendo; pero muchacho mira como has crecido y que guapo te pusiste, ya nada más te falta un buen baño y un corte de pelo y vestirte como la gente decente, y listo, a integrarte nuevamente al barrio. ¡ ufff !
En cuanto fui reconocido mis cuates se empezaron a juntar alrededor mio para saber cómo me la había pasado en todo ese tiempo y platicarles de mis aventuras, y así poco a poco fui reconociendo a mis cuates, Manolo y Vito Cárcamo, Baltazar Olivares, Manuel y Carlos Rosete, Mariano Garcés, Gerardo Castizo, Sergio y Armando e Ignacio Montano, Darío Cházaro, Zenón, Demetrio, Armando Panes y sus hermanos. Armando Apo y todos los demás que en ese tiempo aún vivían en el barrio. Ahí me enteré que Pancho y Manuel andaban todavìa de aventura por Villahermosa Tabasco, así que para esperar a que llegaran, empecé nuevamente a estudiar la secundaria en la Escuela Técnica Industrial No. 36, en el primer año del inicio de esas actividades en esa escuela, ya que antes se denominaba Escuela de Artes y Oficios, por lo que fui alumno fundador de ella.
Cuando llegaron los muchachos, renació también en ellos la necesidad de seguir con los truncados estudios y olvidarse de las aventuras, y para continuar los tres juntos con esta actividad decidí reprobar el primer año para continuar junto con ellos. Pancho tenía un carácter un tantito violento que rayaba en lo dominante, Manuel era de carácter dominante que rayaba en lo violento, y yo, pues era un pan de dulce combinado con chile y con manteca, era yo lo que se diría, el catalizador de esos dos temperamentos difìciles entre ellos, lo que nos daba por resultado una amistad auténtica entre los tres.
Con esto no quiero decir que por mí hubiéramos tenido esa preciosa relación, sino que en los tres cabía esa relación de entendimiento en la unión de esos tres temperamentos distintos, pero afines a la vez unos con otros. Ese temperamento de mis cuates, permitió que se adueñaran del control de la escuela a través de la Sociedad de Alumnos, y de paso, jalaron conmigo para disfrutar con ellos de los beneficios que esa posición otorgaba.
En esos tres años que estuvimos en la escuela, se dieron las cosas tan bien, que las relaciones entre los alumnos con sus condiscípulos y las de los profesores con los alumnos, fueron un ejemplo para las demás escuelas en las que el control de decisiones dependían muchas veces de los caprichos de la Dirección de los planteles.
En cambio, en nuestra escuela, había una decisión mancomunada de la Sociedad de Alumnos y de la Dirección de la escuela, lo que daba como resultado, que el aprovechamiento de los alumnos se situara en niveles altos, al igual que el de profesores de la talla del maestro Juan Zilli Bernardi, o del maestro Graciano Valenzuela, o del profesor Palma o el profesor Arenas solo por mencionar algunos, lo que le empezó a dar el prestigio que hoy en la actualidad, desafortunadamente, medio conserva.
D.R. Josè Luis H.C.