En Nueva York un niño de 10 años estaba parado, descalzo, frente a una tienda de zapatos apuntando a través de la ventana y temblando de frío. Una señora se acercó al niño y le dijo: "Mi pequeño amigo ¿qué estás mirando con tanto interés en esa ventana?" La respuesta fue: -"Le estaba pidiendo a Dios que me diera un par de zapatos" La señora lo tomó de la mano y lo llevó adentro de la tienda, le pidió al empleado que le diera media docena de pares de medias para el niño. Preguntó después si podría prestarle una palangana con agua y una toalla. El empleado rápidamente le trajo lo que pidió. La señora se llevó al niño a la parte trasera de la tienda, le lavó los pies al niño y se los secó con la toalla. Para entonces el empleado llego con las medias, la señora le puso un par de ellas al niño y le compró un par de zapatos. Juntó el resto de las medias y se las dio al niño. Ella acarició al niño en la cabeza y le dijo: - "¡No hay duda pequeño amigo que te sientes más cómodo ahora! Mientras ella daba la vuelta para marcharse, el niño la alcanzó, la tomó de la mano y mirándola con lágrimas en los ojos, le preguntó: - "¿Es usted la esposa de Dios?"
¡Cuánta inocencia hay en el corazón de un niño! El niño de esta historia sabe reconocer que la bondad más grande proviene de Dios. No subestimemos a los niños pequeños, pensando que no van a entender si les hablamos de Dios. Hay muchos padres que piensan que su hijo está demasiado pequeño para entender quién es Dios y van dejando pasar el tiempo o le dejan la tarea a las maestras de escuela dominical. Nadie mejor que los padres para instruir en la Palabra de Dios a sus hijos. Nunca es demasiado temprano para hablarle de Dios a nadie, ¡ni siquiera a los bebés!
La misericordia y la bondad de Dios es para todos, sin importar la edad, por ende, la edad para conocerlo tampoco tiene límites. Como cristianos debemos ser propagadores de esa bondad y misericordia, El usa nuestras manos, nuestra lengua, nuestros pies, etc. para ser sus embajadores. Nada más bello que ser usados por Dios para ayudar a un niño.
En otros tiempos, los niños eran respetados y protegidos por la sociedad, pero desgraciadamente en estos tiempos actuales, no se puede decir lo mismo. Hay tantos niños que sufren de abuso en sus propios hogares, hay tantos que viven en las calles, propensos a cualquier peligro, que se drogan a los cinco años, que comen basura, porque no tienen a nadie que los alimente, que los arrope por las noches, que les cuente un cuento y menos, que les enseñe a orar. Esos niños lamentablemente, pueden llegar a ser delincuentes si nadie se cruza en su camino y les ofrece ayuda. Las calles de las grandes ciudades albergan a muchos de estos niños, que pasan día tras día de su triste vida, tratando de evadir su realidad y en espera de una ayuda que no llega. Pierden su inocencia a destiempo, conocen la maldad del corazón humano a una edad muy temprana y crecen sin fe, desconfiando de todo el mundo, solo preocupándose de sobrevivir a costa de lo que sea o de quien sea. La sociedad, pasa a su lado, inmutable, "eso es responsabilidad del gobierno"..."hay instituciones, yo qué puedo hacer"... "ojalá que un alma caritativa tenga piedad de ellos"... y por el estilo, pero nadie toma la iniciativa, nadie se propone ser esa alma caritativa, nadie se detiene a hablar con alguno de ellos, quizá les dejan caer unas monedas... y aceleran el paso, como para no darle tiempo a sus conciencias a reflexionar. Estos niños necesitan más que nadie oir la Palabra de Dios, saber que hay esperanza, que existe un Dios que los ama mucho y que no importa si fueron abandonados, El no los abandonará.
Existen instituciones en donde se presta ayuda a niños sin hogar, donde no les falta el pan, pero es resposabilidad de todos los creyentes, llevar otra clase de pan a estos niños: el pan de vida. Porque no solo necesitan de pan para su estómago, ese pan saciará su hambre temporalmente, pero el pan de vida, que es Jesucristo, hará que no tengan hambre jamás. Las organizaciones e instituciones gubernamentales, solo se ocupan de las necesidades físicas de algunos de estos niños, pero no atienden sus necesidades espirituales, que son más importantes porque pueden marcar su futuro dentro de la sociedad.
Enseñar acerca del amor y la bondad de Dios a quienes viven sin esperanza, es un gran reto. ¿Cómo puede haber un Dios tan bueno, si permite tanta injusticia?... es la pregunta que muchos se hacen. Los niños de la calle crecen haciéndose esta pregunta, no la dejemos sin respuesta.
La bondad de Dios se posa en aquellos corazones, que quieren ser usados para ayudar a sus semejantes. Seamos portadores de esa bondad. El usa a quien se lo permita, para llevar ayuda al necesitado. Solo hay que tener un corazón dispuesto a dejarse guiar por El.