¡Dar de verdad es dar con alegría!
A Dios le gustan los dadores alegres, que dan voluntariamente porque los hace felices, porque saben que le agrada al Señor y que de esa manera ayudan a otros, sin esperar recibir nada a cambio. Dar así, dar de verdad, puede proporcionar el mayor de los placeres, ¡porque al vaciarse la cartera, se llena el corazón! Pero cuando no damos de corazón, cuando no damos con alegría, en realidad no estamos dando. Como el rico que pensó que estaba arrojando un penique de cobre en la bolsa de las ofrendas de la iglesia, pero de repente, al dejarlo caer, ¡se dio cuenta de que se trataba de un soberano de oro! Cuando vio lo que estaba perdiendo, intentó recuperarlo, pero el sacristán cubrió la bolsa con la mano y le dijo: "¡Ah, no! ¡Lo siento! ¡Una vez caído, delo por ido!" Entonces el escocés rico dijo: "Bueno, ¡al menos me reconocerán ese soberano en el Cielo!" "No, no se lo reconocerán", le contestó. "¡Sólo le reconocerán el penique!" "El Señor ama al dador alegre" (2Cor.9:7). ¡Debemos dar alegremente y con amor, si queremos que lo que damos sirva de algo y si esperamos recibir del Señor algún reconocimiento a cambio! ¿Y tú? ¿Darás alegremente? ¡Entonces recibirás gran reconocimiento!
Dios les bendiga
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