Hoy seguimos siendo vasos de barro, pues Dios quién dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo. Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros. 2 Corintios 4:6-7
Hoy necesitamos vivir con la alegría de sentir el amor de Dios, hoy necesitamos vivir con la confianza de saber que su presencia, nuevamente nos envuelve, él nos ha resplandecido, cuando en tinieblas estábamos y las tinieblas nos envolvían, él nos fue luz, su amor resplandeció sobre nosotros, Dios nos iluminó con el conocimiento de su gloria en la faz de Cristo y desde ese momento nuestra vida no fue la misma, su plenitud en nosotros llenándolo todo y confirmándolo todo, pero hoy también necesitamos vivir recordando que ese tesoro de su gloria y plenitud de su iluminación y conocimiento están en vasos de barro.
Somos sus vasos de barro y en estos vasos de barro esta ese tesoro, extraordinaria grandeza de su poder, de la cual yo no me puedo apropiar; hoy no quiero llenar mi vida de orgullo y egoísmo, todo lo grande, todo lo bueno, todo lo hermoso, todo lo especial, que otros puedan ver en mi y en ti hoy es solo parte de la extraordinaria grandeza de su poder en este vaso de barro.
Hoy somos un canal para que ese tesoro que viene de Dios, pueda tocar aquellos con quiénes estaremos hoy en contacto.
Nuestro deseo necesita estar centrado en mostrar a otros la extraordinaria grandeza de ese tesoro en nosotros y através de nosotros, pero que nada de lo que hoy diga o haga tenga sabor a barro, pero sabor a tesoro, el tesoro de la bondad, de la humildad, del amor y del servicio, para que la gloria sea Dios y no de nosotros.
Los que hoy me rodearán buscarán el sabor de la gloria de Dios, no el sabor del barro.
Los que hoy nos rodearán están cansados del sabor del barro que el mundo nos ofrece y ellos no quieren mas ese sabor, pero están buscando el sabor de la gloria, no de la gloria de este mundo, pero de la gloria de Dios, la gloria de aquel que ha resplandecido ya en nuestros corazones, la gloria de aquel que nos ha iluminado con el conocimiento de su paz y de su presencia.
¡Oh señor! gracias por haberme resplandecido, gracias por darme tu luz cuando en tinieblas estaba, gracias por haberme iluminado del conocimiento de tu gloria, y gracias por hacerme un vaso de barro, donde pueda estar el tesoro de la extraordinaria grandeza de tu poder, ayúdame hoy a vivir consciente de que soy un vaso de barro.