Mi fragilidad
Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuan frágil soy. Sal. 39:4.
Hoy quiero invitarte a pensar en la brevedad de la vida. Es lo que el salmista hace. Nos hace pensar. Al enemigo no le gusta que el ser humano piense, especialmente cuando se trata de asuntos espirituales. Esta es la mejor manera de inducirte a vivir descuidadamente, como si la vida nunca fuera a terminar.
El apóstol Santiago parece desarrollar el pensamiento del texto de hoy, al declarar: "¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece".*
La Biblia no enseña que el hacer planes esté mal. Una vida sin planes no tiene sentido. El salmista aconseja planificar, teniendo en cuenta la brevedad de la vida.
Si tú tuvieras que hacer tan solo cinco cosas en la vida: criar a tus hijos, conseguir un título profesional, construir una casa, estar en paz con Jesús y dejar una buena herencia para tus hijos, ¿cuál sería el orden de prioridad? ¿Qué harías primero? ¿Cuál dejarías para el final? ¿Una cosa después de otra? Seguramente; pero el fundamento espiritual le da sentido a todo.
Muchas veces encuentro personas que en el fin de su existencia, se lamentan por el tiempo perdido y por las oportunidades desperdiciadas.
Un hombre que se suicidó al descubrir que tenía SIDA, dejó escrito lo siguiente: "Dios me llamó en la infancia, en la juventud y en la edad adulta. Nunca quise oír su voz. Hoy descubrí que estoy condenado. Sé que voy a morir y siento la voz de Dios llamándome, pero, ¿por qué debo aceptar si mi vida ya no tiene valor?"
¿Reconoces tu fragilidad? ¿Sabes que hoy eres, y que mañana no serás? ¿Por qué no dar valor a las cosas que realmente valen? ¿Por qué no cambiar las prioridades de la vida? Amar, perdonar, dar una nueva oportunidad a quien erró. Disfrutar de las alegrías simples de la vida, emocionarse con las lágrimas de un niño, ser gentil, en fin, son cosas pequeñas que valen la pena ser vividas. Que tu oración sea: "Hazme saber, OH Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuan frágil soy".
'Sant. 4:13, 14
|