EL GRANO DE TRIGO
Si alguno quieres ser mi discípulo , olvídate de tí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará (Lucas 9,23 - 24)
Estas palabras tan conocidas de Jesús nos hacen pensar que el sufrimiento es una parte necesaria de la vida cristiana. En efecto, todos soportamos distintos grados de padecimientos y dificultades. Pero la “muerte a sí mismo” que Jesús nos propone en este pasaje se refiere más a aceptar y hacer la voluntad de nuestro Padre celestial que a las dificultades y el dolor de la vida corriente.
Jesús reitera esta llamada varias veces en los evangelios; compara la vida cristiana con el grano de trigo que debe morir para renacer y dar fruto. Incluso nos promete que, en su muerte, podremos no sólo unirnos a Él, sino que el Padre celestial nos acepta y nos cuida (Juan 12,24 - 26). Pero no hay que esperar a tomar decisiones radicales ni a que lleguen oportunidades realmente extraordinarias para poner en práctica esta forma de morir. Cada vez que tomamos pequeñas decisiones para aceptar la voluntad de Dios, morimos a nosotros mismos. Las cosas que podemos hacer para parecernos más a Jesús son orar con fidelidad, leer las Escrituras y poner por obra el Evangelio, aunque haya familiares, amigos o compañeros de trabajo que nos presionen a hacer lo contrario. Cuando actuamos de esta forma, empezamos a morir a nosotros mismos y recibimos la ayuda bondadosa que nuestro Padre celestial nos concede gozosamente.
Cada día tenemos que optar por la vida o la muerte, por respetar los caminos de Dios o dejarnos llevar por la corriente del mundo. Cada día, si nos disponemos a recibir todo lo que Dios quiere darnos, el Espíritu Santo estará con nosotros para fortalecernos y consolarnos. Aceptemos, pues, esta llamada de Dios y la libertad que ella trae consigo. Si día tras día aceptamos vivir para Cristo en cada situación y morir a nuestro egoísmo y arrogancia, empezaremos a profundizar en la unión con Jesús. Además, nuestro Padre celestial nos fortalecerá y alentará a cada paso que demos; solo Él nos da la estabilidad en este mundo que se tambalea, las raíces que dan firmeza a nuestra vida Aceptemos, pues, su voluntad y su providencia imitando a Jesús y entrando en la plenitud de su reino.
¡¡¡Padre mío, te amo porque no me pides que haga lo que no puedo hacer, sino que me das la fortaleza de tu Espíritu a medida que me pongo en tus manos! Ahora, reconfortado con tu amor, quiero amarte más plenamente y aceptar de corazón tu voluntad para mi vida!!!
Que Dios Padre bendiga y proteja a todos los hermanos que componen esta comunidad, los mire con agrado y les muestre su bondad. y les llene de su paz.
GRACIAS A LA HNA. SILVIA POR EL FONDO
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