Has luchando apasionadamente, has puesto tu corazón y tu empeño para lograr cumplir ese sueño que Dios depositó en tu vida. Si hay algo de lo que vives plenamente confiado es que cada paso que has dado ha sido marcado y bajo la dirección de tu Creador.
Pero el día de hoy te sientes exhausto, demasiado cansado, sin fuerzas para seguir luchando. Experimentas frustración y desilusión porque aunque te has esforzado y esperado, no has visto los resultados aún.
Hay una especie de confusión en tu mente, tantas interrogantes que por el momento no tienen contestación. La frase que quiere saturar tu mente es la de rendirte, abandonarlo todo, dejar todo inconcluso. Porque se ha tardado demasiado esa respuesta. Porque otros ya han recibido tanto de lo que deseaban y tú aún no has podido disfrutar ese tiempo especial para el que has trabajado tanto.
Pero Dios me impulsa a escribirte y decirte que no desistas porque él te está escuchando. Quiere que sepas que tu bendición está más cerca de lo que imaginas, pero que aún no ha llegado tu momento. Pero aunque no has recibido eso que tanto ansías y esperas; está muy cerca tu bendición. El momento de gloria que tendrás será maravilloso y sabrás al recibirlo que ha valido la pena todo por cuanto has tenido que pasar para alcanzarlo. Es fácil tener fe y confiar cuando ves, pero es un desafío grande seguir creyendo cuando no ves nada. Pero la fe te lleva a lugares inimaginables, porque Dios es un Dios de propósitos. Por tanto, no es el momento de pensar en abandonar. Porque mientras te detienes o te cruzas de brazos, pierdes tiempo, pierdes terreno y se retrasa esa respuesta que estás por recibir.
Sé lo difícil que es la espera, pero sé que la prueba produce paciencia y que la paciencia a su vez hace que desarrollemos frutos que vale la pena cultivar. Yo sé que cada lágrima que derrames será recompensada por el Padre Celestial. Sé que él deposita en su redoma cual joya preciosa cada lágrima cristalizada y las habrá de cambiar en sonrisas, gozo, paz y alegría. Cuando parece más fácil dejarlo todo, es cuando más debes luchar. No es fácil pero tampoco es imposible. Si Ana no hubiera subido al altar y hecho aquella oración ante el Señor, tal vez, no hubiera recibido el milagro de poder concebir. Si Bartimeo no hubiera clamado a gritos, posiblemente no hubiera recibido la vista. Pero cuando pareciera que no vamos a poder más, de nuestro interior provienen unas fuerzas que nos ayudan a caminar la milla extra para que podamos terminar lo que empezamos. El que la buena obra comenzó será fiel en completarla. Por tanto, no desmayes porque no estás solo, Dios va caminando contigo cada paso del camino.
Ya estás muy cerca de la meta, no es el momento ni de descansar, ni de detenerte, pero si es el momento en que tienes la oportunidad de tomar impulso para con certeza dirigirte al lugar de tu victoria.
Autora: Brendaliz Avilés