Muchos de aquellos que se forman en el seno de una religión o de una fe en la que pueden creer sin reservas, son afortunados.
Sin embargo, cada quien ha de encontrar su propio camino y su propio credo, y el encontrarlo cobra mayor importancia para cada uno de nosotros a medida que envejecemos…
El tener conciencia de un orden, de una presencia que está más allá y alrededor de nosotros y que se manifiesta en todas las cosas vivientes, constituye en si mismo una fe. La maravilla del más pequeño copo de nieve y la grandeza de la Vía Láctea; el retorno de cada primavera; cada pajarillo en su propio y peculiar nido; cada abeja sujeta a su propia disciplina; todas estas cosas para quienes tiene fe son otras tantas pruebas del orden y de la creación de la que formamos parte. Y tales milagros diarios son visibles por doquier.
Cuando estamos heridas…
La oración es manantial de fortaleza y de consuelo. La oración nos ayuda a elevarnos sobre nosotros mismos, a mitigar nuestros temores y nuestras angustias, a reconocer nuestras bienaventuranzas y a dar gracias por ellas.
Las adversidades y penas de la vida resultan más difíciles de soportar si las aceptamos como parte de la manera de vivir y nos damos cuenta de que unos con otros compartimos muchas de las mismas penalidades y tragedias.
El tiempo es la suprema paciencia para el dolor y la angustia, si nos diéremos tiempo nuestras heridas siempre podrán sanarse.
Claro está que las adversidades dejarán cicatrices, pero las heridas mismas se irán haciendo menos dolorosas cada vez. Esto es algo que podemos dar por seguro.
El hallazgo logrado por nosotros mismos es el más satisfactorio. Todos nos encontramos en un viaje personal de exploración, y la variedad de cosas emocionantes que podemos encontrar no tiene límite.
TOMADO DE LA RED
MIGDALIA
FONDO: MARTA VARGAS
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