Dios no quiera que nuestra oración sea un simple saltar de la cama y arrodillarse, y decir lo primero que se nos venga a la cabeza; por el contrario, debemos presentarnos ante al Señor con santo temor y sagrado temblor.
Vean cómo oró David cuando Dios le bendijo: entró y se puso delante de Jehová. Entiendan eso; no se quedó afuera a la distancia, sino que entró y se puso delante de Jehová y se sentó (pues estar sentado no es una mala postura para la oración, sin importar quién hable contra esa postura), y estando sentado con quietud y calma delante del Señor, comenzó a orar, pero no antes de haber reflexionado sobre la bondad divina, y así haber alcanzado un espíritu de oración. Luego, con la ayuda del Espíritu Santo, abrió su boca. ¡Oh, que más a menudo buscáramos al Señor de esta manera!
Abraham puede servirnos de modelo. Se levantó muy de mañana: aquí vemos su disposición; caminó durante tres días: allí vemos su celo; dejó a sus siervos al pie del monte: aquí vemos su privacidad; tomó la leña y el fuego con él: allí vemos su preparación; y finalmente, edificó un altar y puso la leña en orden, y luego tomó el cuchillo: aquí vemos el devoto cuidado de su adoración. David lo expresa así: "Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré"; expresión que a menudo he explicado como significando que él juntaba sus pensamientos como hombres de guerra, o que apuntaba sus oraciones como si fuesen flechas. No tomaba la flecha y la ponía en el arco y disparaba, y disparaba, y disparaba a cualquier lado; sino que después que había sacado la flecha elegida y la había colocado en la cuerda, apuntaba cuidadosamente. Miraba (miraba cuidadosamente) al centro del blanco; mantenía su ojo fijo en él, apuntando con su oración, y luego tensaba la cuerda con toda su fuerza y disparaba la flecha; y luego, cuando la flecha había abandonado su mano, ¿qué decía? "Esperaré." Esperaba para ver adónde se había clavado la flecha, para que ver qué efecto había tenido; pues él esperaba una respuesta a sus oraciones, y no era como muchos que escasamente piensan en sus oraciones una vez que las han dicho. David sabía que tenía un compromiso delante de él, que requería de todos sus poderes mentales; reunía todas sus facultades y hacía su trabajo de una manera concienzuda, como alguien que creía en un trabajo que tendría éxito. Nosotros debemos arar cuidadosamente y orar cuidadosamente. Entre mejor sea el trabajo, mayor atención requiere. Spurgeon |