De seguro conviene que se diga a Dios: he llevado ya castigo, no ofenderé ya más; enséñame tú lo que yo no veo; si hice mal, no lo haré más." -- Job 34: 31, 32
Nuestro lenguaje debe ser siempre el adecuado, aun cuando nos dirigimos simplemente a quienes nos rodean; por eso Salomón representa al predicador buscando las palabras aceptables, o las palabras necesarias para la ocasión. Cuando nos acercamos a quienes poseen una elevada autoridad, esta necesidad se vuelve imperiosa, y por lo tanto los hombres que solicitan algo en las cortes de los príncipes son muy cuidadosos de utilizar el lenguaje preciso. Con mucha más razón, entonces, cuando hablamos ante el Señor, debemos considerar, como lo hace el texto, la conveniencia de nuestras palabras.
En la presencia divina, hay un lenguaje que nunca debe ser utilizado, y aun aquel lenguaje que es permitido debe ser sopesado, y expresado con solemne humildad. Por esto Eliú hace bien en sugerir en el texto un lenguaje que "conviene que se diga a Dios."
Que nuestros labios sean siempre resguardados por un centinela que vigila, para que no nos sea permitido expresar a través de ellos nada deshonroso para el Altísimo. En la presencia divina, y siempre estamos allí, nos corresponde establecer una doble guardia sobre cada palabra que sale de nuestra boca...Spurgeon