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DURANTE LA EDAD MEDIA. DANIEL 7:25 PAPADO CONTRA EL REMANENTE DE LA SANTA BIBLIA QUIENES LA LEIAN Y LA PREDICABAN .Siglo tras siglo la sangre de los santos había sido derramada. Mientras los valdenses sucumbían en las montañas del Piamonte “a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús”, sus hermanos, los albigenses de Francia, testificaban de la misma manera por la verdad. En los días de la Reforma los discípulos de esta habían sucumbido en medio de horribles tormentos. Reyes y nobles, mujeres de elevada alcurnia, delicadas doncellas, la flor y nata de la nación, se habían recreado viendo las agonías de los mártires de Jesús. Los valientes hugonotes, en su lucha por los derechos más sagrados al corazón humano, habían derramado su sangre en muchos y rudos combates. Los protestantes eran considerados como fuera de la ley; sus cabezas eran puestas a precio y se les cazaba como a fieras. CS 274.2
La “iglesia del desierto”, es decir, los pocos descendientes de los antiguos cristianos que aún quedaban en Francia en el siglo XVIII, escondidos en las montañas del sur, seguían apegados a la fe de sus padres. Cuando se arriesgaban a congregarse en las faldas de los montes o en los páramos solitarios, eran cazados por los soldados y arrastrados a las galeras donde llevaban una vida de esclavos hasta su muerte. A los habitantes más morales, más refinados e inteligentes de Francia se les encadenaba y torturaba horriblemente entre ladrones y asesinos (Wylie, lib. 22, cap. 6). Otros, tratados con más misericordia, eran muertos a sangre fría y a balazos, mientras que indefensos oraban de rodillas. Centenares de ancianos, de mujeres indefensas y de niños inocentes, eran dejados muertos en el mismo lugar donde se habían reunido para celebrar su culto. Al recorrer la falda del monte o el bosque para acudir al punto en donde solían reunirse, no era raro hallar “a cada trecho, cadáveres que maculaban la hierba o que colgaban de los árboles”. Su país, asolado por la espada, el hacha y la hoguera, “se había convertido en vasto y sombrío yermo”. “Estas atrocidades no se cometieron en la Edad Media, sino en el siglo brillante de Luis XIV, en que se cultivaba la ciencia y florecían las letras; cuando los teólogos de la corte y de la capital eran hombres instruidos y elocuentes y que afectaban poseer las gracias de la mansedumbre y del amor” (ibíd., cap. 7). CS 274.3
Pero lo más inicuo que se registra en el lóbrego catálogo de los crímenes, el más horrible de los actos diabólicos de aquella sucesión de siglos espantosos, fue la “matanza de San Bartolomé”. Todavía se estremece horrorizado el mundo al recordar las escenas de aquella carnicería, la más vil y alevosa que se registra. El rey de Francia instado por los sacerdotes y prelados de Roma sancionó tan espantoso crimen. El tañido de una campana, resonando a medianoche, dio la señal del degüello. Millares de protestantes que dormían tranquilamente en sus casas, confiando en la palabra que les había dado el rey, asegurándoles protección, fueron arrastrados a la calle sin previo aviso y asesinados a sangre fría. CS 275.1
Así como Cristo era el jefe invisible de su pueblo cuando salió de la esclavitud de Egipto, así lo fue Satanás de sus súbditos cuando acometieron la horrenda tarea de multiplicar el número de los mártires. La matanza continuó en París por siete días, con una furia indescriptible durante los tres primeros. Y no se limitó a la ciudad, sino que por decreto especial del rey se hizo extensiva a todas las provincias y pueblos donde había protestantes. No se respetaba edad ni sexo. No escapaba el inocente niño ni el anciano de canas. Nobles y campesinos, viejos y jóvenes, madres y niños, sucumbían juntos. La matanza siguió en Francia por espacio de dos meses. Perecieron en ella setenta mil personas de la flor y nata de la nación. CS 275.2
“Cuando la noticia de la matanza llegó a Roma, el regocijo del clero no tuvo límites. El cardenal de Lorena premió al mensajero con mil duros; el cañón de San Angelo tronó en alegres salvas; se oyeron las campanas de todas las torres; innumerables fogatas convirtieron la noche en día; y Gregorio XIII acompañado de los cardenales y otros dignatarios eclesiásticos, se encaminó en larga procesión hacia la iglesia de San Luis, donde el cardenal de Lorena cantó el Te Deum [...]. Se acuñó una medalla para conmemorar la matanza, y aun pueden verse en el Vaticano tres frescos de Vasari, representando la agresión contra el almirante, al rey en el concilio maquínando la matanza, y la matanza misma. Gregorio envió a Carlos la Rosa de Oro; y a los cuatro meses de la matanza, [...] escuchó complacido el sermón de un sacerdote francés, [...] que habló de ‘ese día tan lleno de dicha y alegría, cuando el santísimo padre recibió la noticia y se encaminó hacia San Luis en solemne comitiva para dar gracias a Dios’” (H. White, The Massacre of St. Bartholomew, cap. 14).
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ESFUERZOS PARA SUPRIMIR Y DESTRUIR LA BIBLIA En el siglo XIII se estableció la más terrible de las maquinaciones del papado: la Inquisición. El príncipe de las tinieblas obró de acuerdo con los jefes de la jerarquía papal. En sus concilios secretos, Satanás y sus ángeles gobernaron los espíritus de los hombres perversos, mientras que invisible acampaba entre ellos un ángel de Dios que llevaba apunte de sus malvados decretos y escribía la historia de hechos por demás horrorosos para ser presentados a la vista de los hombres. “Babilonia la grande” fue “embriagada de la sangre de los santos”. Los cuerpos mutilados de millones de mártires clamaban a Dios venganza contra aquel poder apóstata. —En cuanto a los esfuerzos de larga duración hechos en Francia para acabar con la Biblia, especialmente con las versiones en lengua vulgar, dice Gaussen: “Ya el decreto de Tolosa (de Francia), de 1229, [...] instituía el espantoso tribunal de la Inquisición contra todos los lectores de la Biblia en lengua vulgar. Era un decreto de fuego, de sangre y de asolamiento. En sus capítulos III, IV, V y VI disponía que se destruyeran por completo hasta las casas y los más humildes escondrijos y aun los retiros subterráneos de los que fueran convictos de poseer las Escrituras, y que ellos mismos fueran perseguidos hasta en sus montes y en los antros de la tierra, y que se castigara con severidad aun a sus encubridores”. Como resultado la Biblia “fue pues prohibida en todas partes; desapareció en cierto modo de sobre la tierra, bajó al sepulcro”. Estos decretos fueron “seguidos durante quinientos años de suplicios sin cuento en que la sangre de los santos corrió como agua”. (L. Gaussen, Le canon des Saintes Écritures, parte 2, lib. 2, cap. 7; y cap. 13 ed. de Lausana, 1860). Respecto a los esfuerzos especiales hechos para destruir la Biblia durante el Reinado del Terror a fines de 1793, el Dr. Lorimer dice “Dondequiera que se encontrase una Biblia puede decirse que había persecución a muerte; a tal punto que varios comentadores respetables interpretan la muerte de los dos testigos, en el capítulo once del Apocalipsis, como refiriéndose a la supresión general, más aun, a la destrucción del Antiguo y Nuevo Testamentos en Francia durante aquella época” (J. G. Lorimer, An Historical Sketch of the Protestant Church in France, cap. 8, párrs. 4, 5). CS 665.2
Véase además G. P. Fisher, La Reformación, cap. 15, párr. 16; E. Pétavel, La Bible en France, cap. 2, párrs. 3, 8-10, 13, 21 (ed. de París, 1864); G. H. Putnam, The Censorship of the Church of Rome, tomo 1, cap. 4 (ed. de 1906, pp. 97, 99, 101, 102); tomo 2, cap. 2 (pp. 15-19); J.A. Wylie, History of Protestantism, lib. 22, cap. 6, párr. 3; S. Smiles, The Huguenots: Their Settlements, Churches, and Industries, etc., cap. 1, párrs. 32, 34; cap. 2, párr. 6; cap. 3, párr. 14; cap. 18, párr. 5 (con la nota); S. Smiles, The Huguenots in France after the Revocation, cap. 2, párr. 8; cap. 10, párr. 30; cap. 12.
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EL MJE DE LOS TRES ANGELES EL ULTIMO MJE DE AMOR DE CRISTO.Los dignatarios de la iglesia y del estado se unirán para hacer que todos honren el domingo, y para ello apelarán al cohecho, a la persuasión o a la fuerza. La falta de autoridad divina se suplirá con ordenanzas abrumadoras. La corrupción política está destruyendo el amor a la justicia y el respeto a la verdad; y hasta en los Estados Unidos de la libre América, se verá a los representantes del pueblo y a los legisladores tratar de asegurarse el favor público doblegándose a las exigencias populares por una ley que imponga la observancia del domingo. La libertad de conciencia que tantos sacrificios ha costado no será ya respetada. En el conflicto que está por estallar veremos realizarse las palabras del profeta: “Airóse el dragón papado catecismo su representante contra la mujer pueblo de Cristo Biblia , y se fué para hacer guerra contra el residuo de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios Éxodo 20:1,17, y tienen el testimonio de Jesús.” Apocalipsis 12:17Las naciones se están airando ahora, pero cuando nuestro Sumo Sacerdote Cristo termine su obra en el santuario, se levantará, se pondrá las vestiduras de venganza, y entonces se derramarán las siete postreras plagas sobre los que tengan la marca de la Bestia .. Estas plagas enfurecieron a los malvados contra los justos; ellos pensaban que habíamos atraído sobre ellos los juicios de Dios, y que si podían raernos de la tierra, las plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para matar a los santos de la Biblia del sábado séptimo día , lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento. Este fué el tiempo de la angustia de Jacob. Entonces todos los santos clamaron en angustia de ánimo, y fueron libertados por la voz de Dios. Los ciento cuarenta y cuatro mil triunfaron. Sus rostros quedaron iluminados por la gloria de Dios Apocalipsis 15:2..
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