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Procesos Secretos del Alma

Al comienzo, el Alma se deposita a sí misma en lo Profundo del Ser Humano, el contacto con ella es el primer paso hacia el cambio espiritual, el Alma es una parte oculta en nuestro ser, aunque sea gracias a ella que existimos y permanecemos en el tiempo como seres individuales en la Naturaleza. La Iniciación Masónica es el primer paso hacia el Largo camino de contacto con Nuestra Alma Inmortal

 

Las otras partes que componen nuestra naturaleza no solamente son cambiantes sino perecederas, mientras que la entidad psíquica en nosotros persiste y es fundamentalmente siempre la misma. Ella contiene todas las posibilidades esenciales de nuestra manifestación sobre la tierra, pero no son las que la constituyen; ella no está limitada por lo que manifiesta, no está contenida por las formas incompletas de la manifestación, ni manchada por las imperfecciones y las impurezas, los defectos, las depravaciones del ser exterior.

   

Es una llama siempre pura de la divinidad escondida en las cosas, y nada de lo que llega a ella, nada de lo que entra en nuestra experiencia puede contaminar su pureza o extinguir la llama. Esta sustancia espiritual es inmaculada y luminosa, y porque ella es perfectamente luminosa, percibe inmediatamente, íntimamente, directamente, la verdad del ser y la verdad de la naturaleza; es profundamente consciente de lo verdadero, del bien y de la belleza, porque lo verdadero, el bien y la belleza son próximos a su propio carácter natural, son formas de lo que es inherente a su propia sustancia.

 

Percibe también todo lo que contradice estas cosas, todo lo que se aparta de su propio carácter natural, lo que es feo y malsano: pero ella no llega a convertirse en estas cosas, ella no está ni siquiera tocada ni modificada por estas contradicciones de ella misma que afectan tan poderosamente a sus instrumentos exteriores, la mente, la vida y el cuerpo.

 

Porque el alma, el ser permanente en nosotros, crea y utiliza la mente, la vida y el cuerpo como instrumentos, sobrelleva el disfraz de sus condicionamientos; pero ella es distinta y más grande que sus miembros. Si desde un principio la entidad psíquica hubiera estado revelada a sus ministros y hubiera sido conocida por ellos en lugar de ser un rey recluido en una cámara secreta, la evolución humana hubiera sido una expansión rápida del alma, no ese desarrollo difícil, atormentado y desfigurado que es ahora; pero el velo es espeso y nosotros no conocemos la Luz oculta en nosotros, la luz en la cripta secreta del santuario más profundo del corazón.

 

Desde el alma surgen insinuaciones hacia la superficie de nuestro ser, pero nuestra mente no discierne la fuente; las aprovecha para sus propias actividades porque, antes incluso de llegar a la superficie, han sido revestidas de sustancia mental; así, ignorando su autoridad, las escucha o no las escucha, siguiendo su tendencia o su humor del momento.

 

Si la mente obedece al impulso del ego vital, hay pocas posibilidades para que el alma dirija la naturaleza o manifieste por poco que sea su sustancia espiritual secreta y su movimiento natural; o si la mente es presuntuosa actuando según propia pequeña luz, si está atada a su propio juicio, a su voluntad y a la acción de su conocimiento, el alma quedará igualmente velada e inactiva, aguardará a una evolución ulterior de la mente.

 

Porque el elemento psíquico interior está allí para sostener la evolución natural, y la primera evolución natural debe ser el desarrollo del cuerpo, de la vida y de la mente; sucesivamente ellos deben entonces actuar cada uno siguiendo su propia naturaleza o todos juntos en una asociación mal combinada, para crecer, hacer su experiencia y progresar.

 

El alma reúne la esencia de todas nuestras experiencias mentales y se las asimila para hacer avanzar la evolución en nuestra existencia en la Naturaleza; pero esta acción es oculta, no se muestra a la superficie. En las primeras etapas materiales y vitales de la evolución del ser no existe, de hecho, ninguna consciencia del alma; hay actividades psíquicas, pero los instrumentos, las formas de estas actividades son vitales y físicas, o mentales cuando la mente está activa.

 

Porque incluso la mente no reconoce su carácter profundo en tanto que ella sea primitiva o su desarrollo sea todavía demasiado exterior. Nosotros podemos fácilmente considerarnos como seres físicos o seres vitales o seres mentales que se sirven (le la vida y del cuerpo e ignorar totalmente la existencia del alma.

 

Porque la única idea definida que nosotros tenemos del alma es que sobrevive a la muerte de nuestro cuerpo; pero lo que ella es, nosotros no lo sabemos, e incluso si alguna vez somos conscientes de su presencia, no somos normalmente conscientes de su realidad distinta, ni siquiera sentimos claramente su acción directa en nuestra naturaleza.

 

A medida que prosigue la evolución, la Naturaleza hace lentamente intentos para manifestar las partes ocultas de nuestro ser; ella nos invita a observar cada vez más dentro de nosotros mismos, o lanza a la superficie desde estas partes ocultas insinuaciones o formaciones más claramente reconocibles.

 

El alma en nosotros, el principio psíquico ha comenzado ya a tomar forma secretamente: ella crea y desarrolla una personalidad psíquica, un ser psíquico diferenciado para representarla. Este ser psíquico permanece todavía detrás del velo en la parte subliminal de nuestro ser, como la mente verdadera, el vital verdadero o como el ser físico verdadero o sutil; pero, como ellos, él actúa sobre la vida de superficie por las influencias y las insinuaciones que hace brotar hasta allí.

 

Éstas vienen a añadirse al conglomerado de la superficie que es el producto de la acumulación de influencias y de eclosiones interiores; esto es la formación o superestructura que generalmente sentimos y creemos ser nosotros mismos. Sobre esta superficie ignorante nosotros percibimos vagamente algo que se puede llamar un alma y que es distinta de la mente, de la vida y del cuerpo; y esta alma nosotros la sentimos no solamente como la idea mental o el vago instinto que nosotros tenemos de nosotros mismos, sino como una influencia perceptible en nuestra vida, nuestro carácter y nuestra acción.

 

Una cierta sensibilidad para todo lo que es verdadero, bueno y bello, delicado, puro y noble, una receptividad a estas cosas, una necesidad de estas cosas, una presión sobre la mente y la vida para que ellas las acepten y las formulen en nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestra conducta, nuestro carácter; tales son los signos más habitualmente reconocidos, -si bien ellos no sean los únicos,- los signos más generales y más característicos de la influencia de la psique.

 

Del hombre que no tiene este elemento en él o que no responde completamente a estas incitaciones, nosotros decimos que no tiene alma. Porque es esta influencia la que nosotros podemos más reconocer fácilmente como la parte más noble o incluso divina en nosotros, y también la más poderosa para orientar lentamente nuestra naturaleza hacia alguna perfección.

 

Pero esta influencia o esta acción psíquica no llega con toda su pureza a la superficie o no puede mantener su pureza con claridad; si lo hiciera seríamos capaces de distinguir claramente lo que es el alma en nosotros y seguir consciente y plenamente su voz.

 

Una acción oculta de la mente, de la vida o del físico sutil, interviene, se mezcla con esta voz, intenta servirse de ella y modificarla para sus propios fines, empequeñece su divinidad, deforma o disminuye su expresión, la hace incluso desviar o tropezar, o la sazona con las impurezas, las bajezas y los errores del mental, de la vida y del cuerpo.

 

Después de haber alcanzado la superficie, así alterada y aminorada, la influencia psíquica es atrapada por la naturaleza superficial que la recibe de forma oscura y le da una forma ignorante, y como consecuencia hay o puede haber una desviación o una mezcla todavía más pronunciada. Se toma una dirección falsa, se produce una deformación, una aplicación falsa, una formación falsa, un resultado erróneo de lo que, en sí, es acción pura y sustancia pura de nuestro ser espiritual.

 

Así se forma una consciencia que es una mezcla de las intimaciones psíquicas, junto con ideas y opiniones mentales, deseos e impulsos vitales, y las tendencias habituales del físico. A la influencia psíquica oscurecida vienen a combinarse igualmente los esfuerzos ignorantes, aunque bien intencionados, de las partes exteriores del ser que aspiran a una dirección más alta; una ideación mental de un carácter muy mezclado, frecuentemente oscuro incluso en su idealismo, muchas veces incluso cometiendo errores desastrosos, el fervor y la pasión del ser emotivo que viene a arrojar la espuma de sus emociones, de sus sentimientos y de su sentimentalismo, el entusiasmo dinámico del ser vital, las reacciones ávidas del físico, los temblores y las excitaciones de los nervios y del cuerpo, todas estas influencias se funden en un conjunto complejo que se toma frecuentemente por el alma, y se confunde esta acción mezclada y confusa con la inspiración del alma, con el desarrollo o la acción del ser psíquico, o con una influencia interior real.

 

La entidad psíquica misma es libre de toda mancha y de toda mezcla pero lo que llega a la superficie no está protegido por la misma inmunidad; esto es por lo que esta confusión llega a ser posible. Además, el ser psíquico, la personalidad psíquica en nosotros, no emerge de golpe con todo su esplendor y su luz: ella evoluciona, pasa por un lento desarrollo y una lenta formación.

 

En primer lugar la forma de su ser puede ser indistinguible y después permanecer por largo tiempo, débil y embrionaria, no impura sino imperfecta; porque su formación y su crecimiento dinámico se apoyan sobre el poder del alma que a pesar de la resistencia de la Ignorancia y de la Inconsciencia, es puesta en primer plano en el curso de la evolución.

 

Su aparición es la señal de que el alma emerge en la Naturaleza, y si esta emergencia es todavía débil e imperfecta, la personalidad psíquica también será endeble o débil. Además ella está separada de su realidad interior debido a la oscuridad de nuestra consciencia, y no se comunica más que imperfectamente con su propia fuente en las profundidades del ser.

 

En efecto, la ruta está poco despejada, se obstruye fácilmente, los hilos están frecuentemente cortados o atestados de comunicaciones de otro género y que provienen de otro origen; su capacidad para transmitir lo que ella recibe a los instrumentos exteriores es asimismo imperfecta.

 

Con la pobreza de sus medios debe, para la mayor parte de las cosas, confiar en sus instrumentos y es sobre sus dotes en los que se apoya y toma su impulso para expresarse y actuar y no sobre la percepción de la entidad psíquica única e infalible. En estas condiciones, ella no puede evitar que la verdadera luz psíquica sea empobrecida o deformada al pasar por la mente y se reduzca a una simple idea u opinión, que el sentimiento psíquico en el corazón se transforme en una emoción débil o en un simple sentimentalismo y que, en las partes vitales, la voluntad de actuar psíquica se cambie en entusiasmo vital ciego o en excitación febril.

 

La personalidad psíquica está muy forzada a aceptar estas deformaciones, a falta de otra cosa mejor, e intenta realizarse a través de ellas. Porque eso forma parte del trabajo del alma, influir en la mente, en el corazón y en el ser vital, y orientar sus ideas, sus sentimientos, sus entusiasmos, sus dinamismos hacia lo que es divino y luminoso; pero eso no puede hacerse más que imperfectamente al principio, con su lentitud y mezcolanza.

 

A medida que la personalidad psíquica crece y se hace fuerte, comulga más estrechamente con la entidad psíquica que está detrás, y mejora sus comunicaciones con la superficie. Ella puede transmitir sus intimaciones a la mente, al corazón y a la vida con una pureza y una fuerza mayores, y .porque es más capaz de ejercer un control sólido y reaccionar contra las falsificaciones; por lo tanto, ella se hace sentir cada vez más distintamente como un poder en nuestra naturaleza.

 

Pero aun así, esta evolución será todavía lenta y larga, si está atada a la sola acción automática y dificultosa de la Energía evolutiva; es únicamente cuando el hombre se despierta al conocimiento del alma y siente la necesidad de traerlo a la superficie y hacerlo maestro de su vida y de su acción, cuando interviene un método de evolución consciente y más rápido y una transformación psíquica llega a ser posible

 

Alcoseri

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