Iniciando la desprogramación del pernicioso condicionamiento profano.
Cuando investigamos la influencia del mundo profano, nos damos cuenta el poder de condicionamiento que ejerce sobre las personas, y cómo el conocimiento profano impide la claridad de la percepción iniciática (nos impide percibir la Realidad). Creo que hemos como masones hemos investigado esta cuestión profundamente, y si es posible, discutir qué es la virtud del despertar de la Consciencia desde el punto de vista masónico. Para indagar en esta cuestión tenemos que considerar la influencia de la sociedad profana, el significado profano de la virtud y de la autoridad, y el estado de mecanicidad (La mecanicidad no actúa, sino que reacciona) el mundo profano nos ha convertido en simples autómatas, en simples marionetas tiradas por hilos; auténticos títeres o robots condicionados, a simplemente hacer ciertas funciones. Pero los cambios a ser dueños de nosotros mismos, están todos implicados en factores que están implicados en esa palabra ‘despertar’ iniciarse masón es iniciar el camino hacia el Despertar. Tenemos, primeramente, toda esta cuestión de la influencia social, cómo somos moldeados tanto por la estructura sociológica como por la psicológica de la sociedad. La forma en que pensamos, la manera en que actuamos, nuestro sentido de la responsabilidad, puedo usar esa frase: todo esto es el resultado de la influencia social profana. La Masonería es un modo de desprogramación al condicionamiento profano. Psicológicamente los masones no debemos y no estamos separados de la sociedad. Pero hay que entender que nuestras reacciones, nuestros pensamientos, son el resultado de nuestro condicionamiento profano, que es determinado por la estructura psicológica de la sociedad. Aunque nos educamos en escuelas y colegios y adquirimos cierta cantidad de conocimiento técnico en diversos campos para tener un buen nivel de vida, la mayoría de nosotros quedamos a merced de la sociedad. Esta moldea nuestro carácter. Nuestras ideas religiosas están condicionadas por la sociedad, por la cultura en que hemos nacido. La influencia de la sociedad profana nos moldea todo nuestro ser. Somos católicos, musulmanes, protestantes, judíos, hindúes, esto o aquello, con una correspondiente serie de dogmas, creencias y supersticiones atroces. Dentro de ese molde, cultivamos lo que llamamos nuestros propios valores, pero en esto también somos influidos consciente o inconscientemente por muchas cosas, por el alimento que tomamos, por el clima en que vivimos, por las ropas que usamos, los diarios, revistas y libros que leemos, por la radio y la televisión. Sin comprender todas estas influencias profanas, que son bien inmediatas, penetrantes y constantes, sin darse cuenta cabal de la influencia de instante en instante, la virtud pierde su significado. Cuando no hay comprensión de la influencia perniciosa profana, seguimos simplemente una norma que ha llegado a ser respetable, y la respetabilidad no es significativa para dejar de estar soñando. Al contrario, la respetabilidad es un horror, no tiene nada en absoluto que ver con eso que puede llamarse habitar en la Realidad. Así, si uno realmente quiere comprender la extraordinaria sensación de estar despierto, la vitalidad y la fuerza de la vida real, tiene primero que darse cuenta de la perniciosa influencia profana; no sólo de la influencia que recibimos conscientemente, sino también de la inconsciente, para la cual somos tan receptivos la mayoría de nosotros, y que es mucho más difícil de percibir. Pero ¿es posible acaso estar libre de influencias dañinas profanas: la influencia de nuestra esposa o marido, nuestros hijos, de la sociedad, de todo lo que nos rodea? ¿Es posible estar libre de esa influencia extraordinariamente insistente que continúa todo el tiempo en forma de propaganda a través de los diarios y libros? Si decimos que no es posible estar libre de influencia profana, entonces, evidentemente, la cuestión termina ahí. Entonces ya no hay necesidad de más indagación en materia masónica, y toda la enseñanza litúrgica de la Masonería y sus catecismos puede que lleguen a ser mera imitación, ajuste a una norma que no deja de ser profana, y así la Masonería se convierte en una continuidad del mundo profano, con la diferencia de hacerlo dentro de un Templo Masónico. La sociedad profana, con su código de ética, sus responsabilidades, sus valores tradicionales, insiste en su exigencia de que el individuo se ajuste al patrón establecido, y a esta conformidad la llama moralidad; y es inmoral la persona que se desvía del patrón. Pero, por cierto, uno tiene que estar totalmente libre del patrón profano, tiene que romper por completo con la estructura psicológica de la sociedad, lo que significa que tiene que darse cuenta de toda esta estructura en sí mismo, tanto en la mente inconsciente como en la consciente. Y es muy difícil darse cuenta del propio condicionamiento inconsciente. Conscientemente puede uno rechazar la estructura moral de la sociedad profana, y muchas personas lo hacen; se encogen de hombros y la dejan de lado. Pero la influencia de la sociedad profana no se limita al milenio actual, incluye también el inmenso pasado con toda su propaganda religiosa y política dogmatica, su tradición, y este patrón está profundamente incrustado en lo inconsciente; y el darse cuenta de la norma inconsciente requiere cierta cualidad de negación Miremos, espero que no se limiten a leer las palabras y aprobar o desaprobar, sino que de hecho estén experimentando para ver cuán profundamente pueden penetrar en ustedes mismos; en lo inconsciente. Estas lecturas serán inútiles por completo, carecerán de todo significado si leen casualmente unas pocas palabras y dejan la lectura. Y no digan : ‘No puedo hacer esto’, porque ninguna otra persona puede hacerlo por ustedes. Cada uno de nosotros tiene que hacerlo por sí mismo. Lo inconsciente es el oculto depósito del pasado, tanto individual como colectivo. Es el repositorio de siglos de propaganda religiosa, cultural y política, de toda la experiencia y el conocimiento, las tradiciones y complejidades de la raza. Ahora bien, por muy sagaces que sean o que sea el analista, la mente consciente no puede penetrar en lo inconsciente por el camino del análisis; cuando nos observamos a nosotros mismos y verificamos todo el mal que el condicionamiento profano nos ha provocado con sus religiones su cuestiones políticas, sus universidades , sabemos que debemos hacer algo. Por un análisis sólo podrán arañar la superficie del inconsciente, no podrán ahondar mucho en él, como creo reconocerán ahora la mayoría de los analistas y psicólogos. La mente consciente ha sido educada, adiestrada en una dirección particular; ha adquirido conocimiento técnico en ciertas direcciones, para que uno pueda ganarse la vida, cosa que se llama actitud positiva ante la vida; pero tal actitud con respecto a lo inconsciente no es posible. Lo inconsciente, que es lo oculto, debe ser abordado. Cuando tenemos un problema, la mayoría de nosotros lo abordamos positivamente, lo que significa que tratamos de cambiar lo que es con arreglo a cierta norma. Como somos personas llamadas positivas, nuestra actitud para lo inconsciente es igualmente positiva. En realidad no somos personas positivas en absoluto, porque nuestra actitud positiva es una reacción a lo negativo. Podemos darnos cuenta de cómo se comportan los demás y que sucede en el mundo, pero de nosotros mismos poco o de nada nos damos cuenta. Del mismo modo, es posible darse cuenta sin selección de la totalidad de lo inconsciente, lo cual es percepción negativa. Pero este estado de negación no es lo opuesto de lo positivo; no tiene nada que ver con lo positivo, porque no es una reacción. Si queremos comprender algo, la mente debe encontrarse en un estado de negación; y no está en ese estado cuando rechazamos o condenamos. El estado de negación no es una mente en blanco. Al contrario, te das cuenta de todo ves y oyes con la totalidad de vuestro ser, lo que significa que no hay resistencia, que no hay rechazo, que no se compara, no se juzga. Y creo que es posible escuchar de la misma manera todas las respuestas del inconsciente, que es darse cuenta de él negativamente. Si podéis hacer esto -y ésta es realmente la única forma de abordar lo inconsciente-, entonces lo inconsciente se revela totalmente, de inmediato. Por supuesto, podemos ir paso a paso, analizando cada forma de condicionamiento, toda tradición, cada valor a medida que surge, cosa que es algo muy largo y tedioso; y de ese modo vuestro enfoque nunca puede ser total. Pues bien, mediante esta alerta percepción negativa o sin elección, podemos romper por completo el condicionamiento del inconsciente. Nuestro condicionamiento de nacionalidad, de valores tradicionales, de religión, de herencia racial, el condicionamiento impuesto a nosotros por la actual sociedad. Podemos destruir todo eso inmediatamente, y entonces empezamos a comprender el significado, la verdad o la falsedad de la influencia. La mayoría de nosotros hemos dividido la influencia en buena y mala, en me gusta o no me gusta. Consideramos que existe una cosa tal como la buena influencia, y que está bien tener buenas influencias y no malas. Mas para mí como masón, toda influencia profana es lo mismo: pervierte, desvía, independientemente si es religiosa o académica. Una mente que está influenciada en cualquier dirección no puede ver claro, es incapaz de percepción directa. Si comprendemos esto, no sólo intelectual o verbalmente, sino en forma total, con todo nuestro ser, entonces ya no seremos esclavos de ninguna forma de influencia profana. Por favor no consideren esto como algo teórico, o como algo no aplicable a nosotros porque somos demasiado viejos, o demasiado jóvenes, o demasiado condicionados, o porque tenemos muchas responsabilidades en el mundo profano. Todo eso es puro disparate, es una mera evasión del hecho de que no queremos realmente comprender todo este proceso de la influencia. Y es muy importante comprender el proceso de la influencia, porque es la influencia que nos hace ajustar a la moralidad respetable, que tiene tras de sí la autoridad de la tradición, de la sociedad, la autoridad de un cargo; y así la autoridad se torna muy dominante en nuestra vida. No debe entenderse esto como una invitación masónica a abandonar el mundo profano, al contrario debemos ser responsables de nosotros y los demás, pero la invitación es a no permitir más ser dominados por el mundo profano. La sociedad profana exige obediencia, la obediencia que una madre espera de su hijo, y por ser esclavos de la influencia aceptamos instintivamente la autoridad de la sociedad, la autoridad del sacerdote o del clérigo de cualquier religión, la autoridad del símbolo, la autoridad de la tradición. En cuestiones tales como mantener la derecha en el camino, pagar los impuestos, etc., debemos naturalmente aceptar la autoridad de la ley, pero no estamos hablando de eso. Hablamos de la tendencia psicológica a obedecer ciegamente, que implica esclavitud a la influencia. Estamos todos los masones del universo haciendo algo juntos -al menos espero que estemos haciéndolo juntos-, que es esto: estamos indagando en la entera cuestión de la virtud al estilo masónico. Si comprendemos bien la virtud masónica, ello liberará una enorme vitalidad, y es esta vitalidad, esta energía, lo que se necesita para producir la completa transformación de que comentamos tanto el Logia. Al leer, así, lo que estamos escribiendo tantos masones en estos foros masónicos, pero deben ser ustedes mismos quienes estén trabajando en Logia, y no yo trabajando por ustedes. La mayoría de nosotros nos contentamos con ir a un partido de futbol a ver los jugadores; nunca participamos en un partido, sólo miramos, escuchamos y disfrutamos con el juego de otros. Me temo que aquí en Masonería no tenga en absoluto que ser así. Aquí en Masonería no hay pasivos viendo un juego de Futbol, hay que trabajar tan intensamente como cualquier otro masón, todos aquí somos participantes activos de un equipo, pues de lo contrario esto carece de todo valor. Por trabajo masónico quiero decir estudiar lo que se escribe y descubrir si es aplicable a ustedes, lo que significa ver por ustedes mismos el hecho, la verdad o la falsedad de lo que se está escribiendo. Ver el hecho no es aceptar ni negar lo que aquí se escribe, sino darse cuenta tan vitalmente que, si es verdad, capten y apliquen cada matiz de toda palabra ahondando en vosotros mismos. Eso es lo que entiendo por trabajo masónico. Si hacemos eso, cuando dejen este foro masónico serán virtuosos al menos desde el punto de vista masónico; y realmente quiero decir eso: serán virtuosos, porque comenzaran a despertar del letargo que les impuso el mundo profano. Tenemos, que comprender la aceptación de la autoridad interior, que en verdad es la tendencia psicológica a estar seguros de que está siguiendo el buen camino masónico. La mayoría de nosotros detesta el estar inseguro sobre algo, especialmente sobre nosotros mismos. Más, como ven, tenemos que estar inseguros para descubrir lo que es verdad. Tenemos que liberarnos de toda autoridad externa, de todo seguimiento, de toda obediencia, y esa es una cosa muy difícil de hacer, porque la libertad no es una reacción frente al hecho de que somos prisioneros. Tan sólo cuando comprendamos por nosotros mismos nuestra propia esclavitud a las palabras a la influencia, a la autoridad -cuando la comprendamos, no cuando reaccionemos contra ella-, es cuando hay libertad. Hay que comprender así la autoridad, sea la del sacerdote católico, la del clérigo islámico, la del pastor, la del político, la del libro, del especialista, de su vecino de al lado, o la autoridad de sus propias experiencias. Y, como hemos visto, para comprender algo, la mente ha de encontrarse en un estado de negación. Para comprender a un niño debemos observarlo mientras está jugando, llorando, comiendo, durmiendo; y cuando lo comparamos con otro niño, no lo estás observando. Del mismo modo, tiene uno que observar el instintivo deseo de obedecer, de seguir, de adaptarse, de imitar; tiene uno que indagarlo muy profundamente en sí mismo. La adaptación es evidentemente necesaria en ciertas cosas. El lenguaje que usamos al hablar se basa en la adaptación a un patrón lingüístico establecido, y rechazar ese patrón sería absurdo, porque entonces no habría modo de comunicarnos unos con otros. No estoy hablando de conformidad en el sentido de no aceptar ciertos hechos que son obvios y necesarios y con los que todos estamos de acuerdo; hablo de la conformidad psicológica, la aceptación o imitación, que es esencialmente el deseo de estar seguro. La mayoría tenemos miedo de equivocarnos, siempre estamos buscando éxito en este mundo, o queremos, psicológicamente, llegar a alguna parte; por lo tanto, la obediencia, que significa aceptar la estructura psicológica de la sociedad, se vuelve extraordinariamente importante. Si comprendemos todo el significado de esto, entonces veremos que la esencia misma de la virtud es la interioridad. Si no estamos completamente en contacto con el Dios Interior, no encontraremos nunca la Virtud Masónica. La mente está únicamente bien cuando ha comprendido la influencia del mundo profano y no es afectada, capturada por ella. Una mente así ya no está buscando posición o poder, y por consiguiente está libre de autoridad, de obediencia, de seguimiento. El estado de soledad no es una reacción, no es un escape de la multitud; no significa retirarse, hacerse ermitaño, vivir en aislamiento, todo lo cual es reacción. Y con esa palabra “interioridad” quiero significar algo que es enteramente diferente del sentimiento de aislarse en sí mismo por miedo a la vida. Es muy difícil comunicar a otro el significado o la cualidad de estar en interioridad. La mayoría de nosotros nunca estamos en nosotros, siempre estamos volcados hacia fuera. Podremos retiraros a las montañas y vivir como un recluso, pero cuando estamos a solas físicamente, aún tenemos con nosotros todas nuestras ideas profanas, nuestras experiencias mundanas, vuestras tradiciones religiosas, nuestro conocimiento académico. El monje cristiano en una celda de monasterio no está por ello aislado del mundo profano; está con su Jesús conceptual fanático, con su teología dogmatica, con las creencias y dogmas de su particular condicionamiento profano. Del mismo modo, el musulmán que se retira del mundo al entrar a una mezquita y vive su momento aislamiento, no está interiorizado, porque también él vive con sus recuerdos profanos y gobernado por un mundo religioso fanáticamente pervertido por el mundo profano. Yo hablo de una interioridad en la cual la mente está por completo libre del pasado mundano; y sólo una mente así es virtuosa, porque únicamente en esta interioridad hay candor masónico . Tal vez digan : “Eso es pedir demasiado. No puede uno vivir en este mundo caótico, en el que hay que ir a la oficina cada día, ganarse la vida, criar niños, aguantar los reproches de la esposa o del marido, y todo lo demás”. Mas yo creo que lo que estamos diciendo está directamente relacionado con la vida y acción cotidiana; de lo contrario carecería de todo valor. Como ven, de esta interioridad viene una virtud que es una fuerza y que trae un extraordinario sentido de pureza y dulzura. No importa el que uno cometa errores, esto es de muy poca importancia. Lo importante es tener este sentimiento de estar completamente en nuestro interior, incontaminado, porque sólo una mente así puede conocer o darse cuenta de aquello que está más allá de la palabra, más allá del nombre, más allá de todas las proyecciones de la imaginación. Y de este modo nunca permitamos que lo profano se introduzca en nuestros Templos Masónicos. http://groups.google.com/group/secreto-masonico
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