¿Por qué queremos saber si hay Dios?
Si de un modo profundo podemos entender la intención de esta pregunta que nos hacemos y le hacemos a los demás, comprenderemos muchísimo o quizá nada.
- La creencia y la no creencia, son obstáculos positivos para la comprensión de la realidad suprema-
A Dios hay que Vivirlo en Nosotros- Creer es algo sin compromiso y ajeno; la creencia, los ideales, son el resultado del temor, el temor limita al pensamiento y para escapar del conflicto nos acogemos a distintas formas de esperanzas, estímulos e ilusiones. La realidad es experiencia auténtica, directa. Si dependemos de la descripción de otro, la realidad se desvanece porque lo que se describe no es real. Si nunca hemos probado la sal, de nada sirve la descripción de su sabor. Tenemos que probarla para conocerla. Ahora bien, la mayoría de nosotros queremos saber lo que es Dios, porque somos indolentes, porque es más fácil depender de la experiencia de otro que de nuestra propia comprensión; esto también cultiva una actitud irresponsable en nosotros, y entonces todo lo que tenemos que hacer es imitar a otro, modelar nuestra vida de acuerdo con un patrón o según la experiencia de otro, y siguiendo su ejemplo pensamos que hemos llegado, que hemos alcanzado, que hemos realizado. Para comprender lo supremo debe haber liberación del tiempo, el continuo pasado, presente y futuro: de los temores a lo desconocido, de los fracasos y del éxito. Hacéis esta pregunta de que si existe Dios o no porque, o bien queréis comparar vuestra imagen de Dios con la de los demás y de este modo afirmaros en ella, o reprobarla; mas esto sólo lleva a la pugna y al enfrentamiento de las opiniones.
Este camino no conduce a la comprensión de lo que es Dios. Dios, la Verdad, o como queráis llamar a la realidad, no puede describirse con palabras. Lo que se puede describir no es lo real de Dios. Es vano inquirir si hay Dios, porque la realidad nace cuando el pensamiento se liberta de sus limitaciones, de sus anhelos. Si estamos educados en la creencia en Dios o en la oposición a ella, el pensamiento está sugestionado y se está formando un hábito, de generación en generación. Tanto la creencia, como la no creencia en Dios, impiden la comprensión de Dios. Estando anclados en la fe ciega, cualquiera experiencia que podáis tener de acuerdo con vuestra creencia, sólo puede fortalecer más vuestro condicionamiento previo. La mera continuidad del pensamiento limitado no es la comprensión de la realidad. Cuando afirmamos a través de nuestra propia experiencia que existe o no existe Dios, estamos continuando y multiplicando experiencias influidas por el pasado. Sin que comprendamos las causas de nuestra esclavitud las experiencias no nos dan sabiduría. Si continuamos repitiendo determinada influencia a la que llamamos experiencia, tal cosa sólo fortalece nuestras limitaciones; pero no produce la liberación de ellas. La mente, es resultado del anhelo y, por tanto, transitoria; así, cuando la mente concibe una teoría de Dios o de la verdad, la probable es que sea un producto de su propia fantasía, y por ende, no es real. Tiene uno que llegar a darse cuenta plenamente de las distintas formas de anhelo, de temor, etc., y a través de la indagación y discernimiento constantes, nace una nueva comprensión que no es resultado del intelecto o de la emoción, sino de la certeza. Para comprender la realidad, tiene que haber lucidez, constante y darse cuenta.
El amor fraternal es la única respuesta duradera a nuestros problemas humanos. No lo dividáis artificialmente en amor a Dios y amor al hombre. Solamente hay amor, pero el amor está cercado por diversas barreras. La compasión, el perdón, la generosidad y la bondad no pueden existir si no hay amor. Sin amor, todas las virtudes llegan a ser crueles y destructivas. El odio, la envidia, la mala voluntad, impiden la plenitud del pensamiento-emoción y es solamente en lo completo, en la plenitud, en donde puede haber compasión, perdón.