Para algunos el más grande compositor de la historia, el iluminado (e Iluminati) Mozart murió en circunstancias que nunca fueron del todo aclaradas.
No hay evidencia médica directa ni registros. No se le realizó autopsia. Su cadáver: desparecido. Un reciente artículo publicado en una publicación académica documenta al menos 118 causas de muerte para Wolfgang Amadeus Mozart.
La mayoría de los investigadores se basan en los testimonios de la viuda de Mozart, Constanze, y en los de su hermana, concedidos décadas después de su muerte. Cierta evidencia también proviene de un documento del hijo de Mozart, Karl Tomas, y de un doctor de Viena que habló con los médicos que atendieron al compositor en sus últimos días.
Los académicos incluso han examinado los malestares de Mozart en su cartas escritas a su padre Leopold para descubrir señales de su enfermedad final. Especulando a partir de una anormalidad en la forma de su oreja se ha sugerido que una falla en el riñón es probable, ya que a veces las deformidades en el tracto urinario están relacionadas con anormalidades en la oreja.
Las cosas se hacen difíciles debido a que toda la evidencia es indirecta y descansa en definiciones médicas cambiantes, frases mal traducidas y las mismas interpretaciones de los doctores extendiendo sus conocimientos a regiones fuera de su dominio.
La enfermedad final de Mozart lo confinó a la cama el 20 de noviembre de 1791, después de un intenso periodo que produjo La Flauta Mágica, La clemenza di Tito, el Concierto para Clarinete, una cantata masónica y casi la totalidad de la Misa de Réquiem.
Como dato insignificante o tal vez importante, recordemos que Mozart fue miembro de varias logias masonas e incluso fue buen amigo del fundador de los Iluminati, Adam Weishaupt; Wikipedia tiene una página entera dedicada a la relación entre Mozart y la masonería, donde se identifica a Mozart como parte de la facción másonica de la razón: los Iluminati.
Durante su etapa en cama se ha documentado que padeció fiebre, vómito y ansiedad. El 4 de diciembre sus amigos acudieron a su lado a cantarle parte de su Réquiem que inmortalmente acompañaría a la muerte en la cultura humana. Su doctor Thomas Closset determinó su muerte una hora después de la medianoche, el 5 de diciembre: Mozart tenía 35 años.
El dagnóstico de Closset fue fiebre miliar, pero ésta, más que una enfermedad es una descripción de sus síntomas. Los restos de Mozart se inhumaron en una tumba comunal como sucedía con la clase media en Viena y, en consecuencia, quedaron perdidos para siempre. O esto es lo que dice la historia oficial, siempre es posible que se haya ocultado algo a este respecto.
Una de las teorías más famosas es la del envenenamiento por su celoso colega Salieri o por el mismo Mozart para tratarse la sífilis; Mozart mismo creyó esto en vida, aunque según se dice al final descartó esta posibilidad.
Las causas de muerte más populares entre los cieníficos y académicos para Mozart son endocarditis, septicemia treptococcal, tuberculosis, fiebre reumática, el síndrome de Schönlein-Henoch y uremia, esta última relacionada con la falla del riñón, la más probable según el experto William J. Dawson. Lo cierto es que después de su muerte le ha seguido una interminable coda.
Y por supuesto, para añadir a esta historia detectivesca: la teoría popular entre algunos conspiracionistas, aunque poco fundamentada, de un asesinato (o una muerte falsa) relacionado con las sociedades secretas a las que perteneció el joven prodigio cuya sensibilidad lo hizo elegible para acceder a los conocimentos secretos, pero que revelarlos le habría costado la vida.
Más sobre la muerte de Mozart en el NY Times