El hombre aparte de comportarse como maquina, funciona mal.
George Ivánovich Gurdjieff decía que los hombres eran máquinas, y más
aún, máquinas que no eran conscientes de sí mismas y estaban dispersas
en decenas de identidades o "yoes". Gurdjieff era un profeta y un
adelantado de su tiempo, y en su tiempo no habían ordenadores. Si los
hubiera habido, seguro que habría dicho que el hombre ordinario era un
ordenador programado para que “todo suceda en él” fuera de su
conciencia ordinaria y voluntad condicionada, influido por las
impresiones del exterior y la reacción interior automática a esas
impresiones, al margen de toda VERDADERA consciencia, voluntad y
libertad.
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Hablando de ordenadores y de hombres, la Esencia de un ordenador sería
el “software radical”, el “tipo” de ordenador, sus “capacidades” y
posibilidades funcionales básicas, ya que no es lo mismo un “pentium
IV”, que un “pentium II” o un “spectrum” de 48 K.
El cuerpo sería el ordenador mismo, el “hardware”.
La capacidad de “sentir” (imposible por ahora en un PC), serían los
subprogramas que incluyen colores, sonidos y emoticones a los textos y
respuestas mecánicas que un PC tiene con su usuario.
La Personalidad, sería el “software” del Sistema Operativo (Linux,
windows 98, windows 2000, windows XP etc), más el añadido de todos los
programas, antivirus, actualizaciones etc. que realicemos en él.
Los ordenadores no poseen la capacidad de “conciencia de sí mismos”,
por lo tanto, el “alma” de un ordenador sería es “usuario” o el
administrador. El mundo que trascendería al PC, su mundo “espiritual”,
sería internet.
Pero el ser humano es algo más que un ordenador. El ser humano nace
con una esencia que es inseparable de su cuerpo físico, que tiene unas
capacidades:
Capacidades puramente orgánicas que incluyen la alimentación, la
respiración, el metabolismo y el desarrollo.
Capacidad de acción voluntaria y de percepción.
Capacidad de relación y reproducción.
Capacidad de sentimientos.
Capacidad de conocimiento, que incluye la Personalidad en su conjunto
y todo lo que entendemos por “cultura” de un momento y lugar
determinados. Hasta aquí el hombre ordinario y común, en el mejor de
los casos.
Capacidad de SER, que incluye la identidad unificada en un sólo YO, la
re-programación, el conocimiento de sí mismo y de todo lo accesible al
hombre, y la conciencia de sí mismo, que no es otra cosa que la
unificación de nuestro ser en ese punto que llamamos el alma o el
verdadero Yo. Hasta aquí el hombre consciente del Cuarto Camino.
Si a un hombre en su infancia, no le “instalaron” el “software del
Sistema Operativo” correctamente, o no lo instalaron en absoluto por
abandono o malos tratos, el niño, comenzó a “programarse” por sí mismo
o por otros que no eran sus padres, pero no con el sistema operativo
“oficial”, sino con programitas “freeware” de manera aleatoria y
eventual, de aquí y de allá; formándose en él una personalidad
desarraigada, dispersa, confusa y deficiente, compensada por fuertes
mecanismos de defensa o “Topes”, para adaptarse a una sociedad que no
comprende y que, quizás, no comprenderá jamás, quedando mutilado en su
ser para siempre, y con un mundo interior cargado de resentimiento y
odio hacia los demás, es decir, lleno de “consideración interna”. Esta
es la génesis de los vagabundos, dementes y delincuentes de toda
condición, que son todos nuestros semejantes caídos en la desgracia
del "vacío interior", y que deberían recibir toda nuestra
consideración, ya que es la peor desgracia que le pueda suceder a un
ser humano: la falta de verdadera "programación interior", también
llamada ignorancia; falseada y no admitida en sí mismo por toda suerte
te tonterías y bobadas que yo califico como "infantilismos" de cabezas
huecas
A continuación un párrafo del libro de Ouspensky colaborador de Gurdjieff, fragmentos de una enseñanza desconocida, donde el autor relata un diálogo que tuvo con Gurdjieff sobre el “hombre-máquina”
Un día, en Moscú, hablaba con Gurdjieff. acerca de Londres, adonde había estado algunos meses atrás por corto tiempo. Le hablaba de la terrible mecanización que invadía las grandes ciudades europeas y sin la cual era probablemente imposible vivir y trabajar en el torbellino d estos enormes “juguetes mecánicos“.
- La gente se está convirtiendo en máquinas, dije, y no me cabe duda que un día se convertirán en máquinas perfectas. ¿Pero son capaces todavía de pensar? No lo creo. Si trataran de pensar, no serían tan buenas máquinas.
- Si, contestó G., es cierto, pero sólo en parte. La verdadera pregunta es ésta: ¿de qué mente se sirven en su trabajo? Si usan la mente adecuada, podrán pensar aún mejor en su vida activa en medio de las máquinas. Pero una vez más, con la condición de que usen la mente adecuada.”
- En segundo lugar, continuó él, la mecanización de que usted habla no es peligrosa en absoluto. Un hombre puede ser un hombre -recalcó esta palabra- aun trabajando con máquinas. Hay otra clase de mecanización muchísimo más peligrosa: ser uno mismo una máquina. ¿Nunca ha pensado usted en el hecho de que todos los hombres son ellos mismos máquinas?
- Si, dije, desde un punto de vista estrictamente científico, todos los hombres son máquinas gobernadas por influencias exteriores. Pero la cuestión está en saber si se puede aceptar totalmente el punto de vista científico.
- Científico o no científico, me da lo mismo, dijo Gurdjieff. Quiero que comprenda lo que digo. ¡Mire! Toda esa gente que usted ve -señaló la calle- son simplemente máquinas, nada más.
- Creo comprender lo que usted quiere decir, dije. Y a menudo he pensado cuán pocos son en el mundo los que pueden resistir a esa forma de mecanización y elegir su propio camino.
- ¡Este es justamente su más grave error! Dijo Gurdjieff. Usted cree que algo puede escoger su propio camino o resistir a la mecanización; usted cree que todo no es igualmente mecánico.
- ¡Pero por supuesto que no! Exclamé yo. El arte, la poesía, el pensamiento, son fenómenos de un orden totalmente distinto.
- Exactamente del mismo orden, dijo Gurdjieff. Estas actividades son exactamente tan mecánicas como todas las demás. Los hombres son máquinas, y de las máquinas no puede esperarse otra cosa que acciones mecánicas.
- Muy bien, le dije, pero ¿no hay quienes no sean máquinas?
- Puede que los haya, dijo Gurdjieff. Pero usted no los puede ver. Usted no los conoce. Esto es lo que quiero hacerle comprender.
- Las personas se asemejan muy poco entre sí, dije. Considero imposible meterlos a todos en el mismo saco. Hay salvajes, hay personas mecanizadas, hay intelectuales, hay genios.
- Nada más exacto, dijo Gurdjieff. Las personas son muy diferentes pero usted ni conoce, ni puede ver la diferencia real entre ellas. Usted habla de diferencias que sencillamente no existen. Esto debe ser comprendido. Todas las personas que usted ve, que usted conoce, que usted puede llegar a conocer, son máquinas, verdaderas máquinas que solamente trabajan bajo la presión de influencias exteriores, como usted mismo lo ha dicho. Nacen máquinas y como máquinas mueren. ¿Qué tienen que ver con esto los salvajes y los intelectuales? Ahora mismo, en este preciso momento, mientras hablamos, varios millones de máquinas se esfuerzan en aniquilarse unas a otras (esta conversación acaece durante la Primera Guerra Mundial). ¿En qué difieren, entonces? ¿Dónde están los salvajes, y dónde los intelectuales? Todos son iguales…
Pero es posible dejar de ser máquina. Es en esto en lo que usted debería pensar y no en las distintas clases de máquinas. Por supuesto que las máquinas difieren; un automóvil es una máquina, un gramófono es una máquina y un fusil es una máquina. ¿Y esto qué cambia? Es lo mismo, siempre son máquinas.
- ¿Puede un hombre dejar de ser una máquina? Pregunté.
- ¡Ah! Esa es la pregunta, dijo Gurdjieff. Si usted hubiera planteado tales preguntas más a menudo, quizá nuestras conversaciones nos hubieran podido llevar a alguna parte. Sí, es posible dejar de ser una máquina, pero para esto es necesario, ante todo, conocer la máquina. Una máquina, una verdadera máquina, no se conoce a sí misma, y no puede conocerse. Cuando una máquina se conoce, desde ese instante ha dejado de ser una máquina; por lo menos, ya no es la misma máquina que antes. Ya comienza a ser responsable de sus acciones.
- ¿Según usted, esto significa que un hombre no es responsable de sus acciones? Pregunté.
- Un hombre, Gurdjieff recalcó es responsable. Una máquina no es responsable.
La idea del hombre computadora, ordenador, robotizado o
maquina ha sido usada por la Masonería desde hace cientos de años,
textualmente se nos dice: – Sabed, que el que no piensa o no examina,
que el que se fía en las palabras de otros y se abstiene de investigar
si lo que se le enseña o ha enseñado es cierto, no es un hombre, es
una maquina. Dudad, amigo mío, de lo que no comprendáis o no conozcáis
por vosotros mismos, Queréis salir de ese estado, lo pedís a nuestra
asociación y ofrecéis vuestro corazón y vuestro esfuerzo al que os
instruya.
Ahora si debemos estudiarnos y conocernos, como se nos pide la Orden
Masónica, debemos hacerlo como se estudia una maquina compleja; hay
que conocer nuestra forma de accionar mecánicamente ante todo, también
las condiciones de su trabajo correcto y las causas de su trabajo
incorrecto.
Entre las piezas que forman nuestra maquina, se destacan la forma de
intelectualizar, la forma en que llevamos nuestras emociones y claro
la forma en que controlamos nuestro cuerpo. Somos una maquina, si,
pero una maquina que ahora funciona mal, o mejor dicho pésimamente
mal. Nos damos cuenta que somos maquinas que funcionan mal, primero
arreglemos nuestra maquina, luego constatemos que no somos esa maquina
que somos los amos de esa maquina que debe funcionar perfectamente.
¿Qué estamos haciendo para llevar a cabo esta tarea?
Vicente Alcoseri, administrador de esta comunidad
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