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General: INTENTO DE ASESINATO DE JUAN PABLO II (CONEXION CON EL GRIAL)
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El intento del asesinato de Juan Pablo II, el 13 de Mayo 13/5, tiene un fuerte NEXO CON LA VIRGEN DE FATIMA (MARIA MAGDALENA) Y EL GRIAL. Fijense que 13/5 o 5/13 (version EEUU) es un numero que tambien tiene un FUERTE NEXO CON EL 153 FUERTEMENTE INTERRELACIONADO CON LA "VIRGEN DE FATIMA" e incluso con 1 PEDRO 5:13 ADONDE JUSTAMENTE SE HACE REFERENCIA A PEDRO, JUAN MARCOS EN UN CONTEXTO A BABILONIA (BABY-LON). EL NUMERO 135 tambien tiene UN NEXO (ANAGRAMA) CON GENESIS 3:15. Recordemos que el 13 de mayo (dia NUMERO 133-NOTEN QUE 13/5 TAMBIEN ES 13/3 considerando como primer mes el de marzo como lo era antiguamente) fue la PRIMERA APARICION DE LA VIRGEN DE FATIMA y que luego de 153 dias aparecio EN SU ULTIMA APARICION EL 13 DE OCTUBRE.
1. Génesis 3:15: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la CABEZA, y tú le herirás en el calcañar.
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www.youtube.com/watch?v=g33GJ_PNO342 May 2011 - 13 min - Subido por jamacor3 El 13 de mayo de 1981 un terrorista turco llamado Alí Agca abrió ... El amor de una madre por su hijo: Virgen ...
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www.youtube.com/watch?v=x6dtV5tZuig2 May 2011 - 5 min - Subido por jamacor3 Atentado el 13 de Mayo de 1981 y Fátima El Papa esta convencido de que Nuestra Señora intervino ese día ...
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1 Pedro 5:13: La iglesia que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi HIJO, os saludan.
Versiculo que esta en clave. INTERRELACIONA BABILONIA (BABYLON EN INGLES-BABY ES BEBE) CON LA IGLESIA/MARIA MAGDALENA Y JUAN MARCOS. OBVIAMENTE PEDRO LE LLAMA "MI HIJO" EN UN CONTEXTO A QUE EL MISMO FUE HIJO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y MARIA MAGDALENA. ¿PORQUE EL FUERTE NEXO JUAN MARCOS CON PEDRO?
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A principios de 1912, Gurdjieff llega a Moscú, donde se establece como co-merciante de alfombras y artículos del Asia Central. Entra en la historia por pri-mera vez en la autobiografía del inglés Paul Dukes , y en un ensayo anónimo titulado «Atisbos de Verdad» . Dukes, estudiante de música en el conservatorio de Moscú, que luego sería agente secreto británico, había leído La doctrina secre-ta y asistido a sesiones de espiritismo. Su profesor de piano lo introdujo en la teo- sofía y, después de interesarse por varias sectas esotéricas, conoció a Gurdjieff y se convirtió en su primer discípulo extranjero. Dukes y el autor de «Atisbos de Verdad» describen encuentros parecidos con el Maestro, el primero en una casa de campo en las afueras de Moscú, el segundo en una calle gris cercana a la estación Nikolaevski de la ciudad, donde fueron convocados secretamente. Al llegar al lugar de la cita, fueron guiados por oscuros pasajes hasta unas ha-bitaciones mal iluminadas adornadas con profusión de alfombras y chales, con los techos entoldados como tiendas a la manera oriental y con objetos del mismo origen en las paredes. El autor anónimo describe una de las lámparas, con la pan-talla de cristal en forma de flor de loto, y un armario con iconos y esculturas de marfil de Moisés, Mahoma, Buda y Cristo: el panteón de los Maestros Ocultos. Enfrente de la última puerta, mirando fijamente al visitante con ojos penetrantes, pero amistosos, un hombre silencioso, de mediana edad, estaba sentado con las piernas cruzadas en una otomana y fumando una pipa de agua. Dukes encontró al Maestro jugando al ajedrez con un misterioso huésped barbudo, de pómulos acu-sados y ojos oblicuos. Gurdjieff hizo entonces un ejercicio de respiración y canto, entonando la Plegaria del Señor, de tal modo que indujo una especie de suave co- rriente eléctrica en Dukes. El episodio sugiere un paralelismo con Thomas Lake Harris, que será más no-table en años posteriores, cuando la ascendencia de Gurdjieff sobre sus discípulos se hace absoluta, pero muchas de estas escenas nos llevan directamente a Bulwer Lytton vía Blavatsky, y muestran claramente que en este momento Gurdjieff cul-tiva la imagen indiscriminada de un «misterioso» oriental, a la manera del Fu Manchú de ficción y de la HPB real. Más adelante se deshará de los accesorios teatrales y aprenderá a causar efecto mediante la fuerza de su personalidad, aun-que conservará su debilidad por las alfombras. El teatro fue importante en la vida de Gurdjieff en más de una manera. Siempre estaba representando. Si esto provo-caba dudas en quienes estaban con él, también era fuente de fascinación. Y a pesar del diletantismo de su escenografía, la enseñanza de Gurdjieff ya tenía un lado serio. Enseñó ejercicios de respiración y canto a Dukes, que siguió tomando lec-ciones de él durante varios años. El encuentro de Ouspensky con Gurdjieff fue menos prometedor. Cuando re-gresó en 1914 de sus viajes a Moscú, poco después de iniciarse la guerra, volvió a su trabajo de periodista. Al ver el anuncio de La lucha de los Magos, lo incluyó como noticia en su periódico, pero hasta la primavera siguiente no se conocieron, cuando los presentó un amigo común, el escultor Mercourov (que quizá fuera primo de Gurdjieff). Se conocieron la primavera de 1915 en un café barato de Moscú, donde Ous-pensky vio a un hombre de aspecto oriental que había dejado atrás la juventud, de bigote negro y ojos penetrantes, que me causó asombro porque parecía que iba completamente dis-frazado… con la cara de un rajá indio o de un jeque árabe… Gurdjieff, que inmediatamente impresionó a Ouspensky como hombre que «sabía todo y podía hacer cualquier cosa» , habló de modo cuidadoso, preciso y con autoridad. No sólo le pareció ornniscente, sino aún más: sabía lo que era im-portante y lo que no lo era. Cuando Gurdjieff hablaba, las cosas también parecían estar conectadas; transmitía el sentido de la totalidad de la creación; cada obser-vación implicaba un sistema de pensamiento vasto, upificado y coherente, que a su vez correspondía a la misma naturaleza de la realidad. Podía discutir de los temas más profundos sin más, y Ouspensky mencionó inmediatamente su obse-sión de encontrar una escuela esotérica. Gurdjieff le hizo ver claramente que había encontrado al hombre que buscaba, que él, Gurdjieff, estaba en contacto directo con la verdadera tradición esotérica. Pero aunque a Ouspensky le impresionó la autoridad personal de Gurdjieff, le repelió un persistente indicio de fraude. Ésta sería su actitud ordinaria en los años que siguieron. Cuando quiso explicarse esta contradicción —pensando que su nuevo amigo era un actor que nunca exteriorizaba su verdadero yo— Ouspensky quedó perplejo. La representación de un papel normalmente produce una sensa-ción de falsedad, pero en el caso de Gurdjieff lo que sugería era autenticidad. El hombre poseía un aura de dignidad y poder innatos que superaba el disgusto fasti-dioso de Ouspensky por lo que en otro habría tomado por charlatanería: el modo teatralmente misterioso, las alusiones a los poderes ocultistas, la jactancia. Pero le pareció imposible distinguir las fuerzas de las flaquezas, y Ouspensky se preguntó si la misma teatralidad del hombre no era una especie de testimonio de su autenti-cidad, basándose en que ningún tramposo medianamente inteligente caería en se-mejantes tonterías. Más tarde llegó a la conclusión de que los criterios de juicio habituales no podían aplicarse a Gurdjieff, que sus engaños formaban parte de una estrategia deliberada y compleja para probar a los demás, y que la fuente del poder de Gurdjieff descansaba en última instancia en su naturalidad y sencillez. Sin embargo, cuando abandonaron el café para conocer al pequeño grupo de seguidores de Gurdjieff, que estaban en un deslucido piso encima de una escuela municipal, Ouspensky quedó asombrado ante la disparidad entre la grandiosa des-cripción que el maestro le había hecho de sus importantes discípulos y la abatida banda de desesperados allí reunida. Cuando Ouspensky preguntó a esta gente qué les enseñaba el maestro, respondieron vagamente refiriéndose a un sistema de ideas, a trabajos en grupo y a «trabajar en uno mismo», incapaces de responder nada más. Gurdjieff también dejó claro que esperaba que los discípulos pagaran bien por sus servicios (sin especificar qué servicios eran), argumentando que quien no paga por algo no sabe valorarlo. Esta escena deprimente aumentó las dudas de Ouspensky. Sabía muy bien que Gurdjieff trataba de impresionarlo. Como periodista ducho, familiarizado con el esoterismo y miembro de la intelectualidad petersburguesa, sería una valiosa presa para el desconocido Gurdjieff. También le pareció claro que aquellos discípulos no tenían el dinero que andaba buscando Gurdjieff. Ouspensky se preguntó si no iba a ser utilizado como señuelo. Pero, a pesar de sus recelos (¿es posible que esta figura desaseada y jactanciosa, inclinada a los trucos baratos, posea realmente las credenciales ocultistas que afirma?), aceptó a Gurdjieff como maestro. Porque las reservas racionales de Ouspensky fueron barridas por una sensación extraordina-ria: la presencia de Gurdjieff hacía que este intelectual, habitualmente serio, nece-sitara reír, gritar y cantar «como si hubiera escapado de la escuela o de algún ex-traño encierro» . Pronto empezó a acudir diariamente para ser instruido por Gurd-jieff. En estas reuniones vio claramente que «trabajar en uno mismo» era mucho más que aprender el «sistema» de Gurdjieff, el cual, de todas formas, era imposi-ble que pudiera entenderlo Ouspensky: cada vez que creía dominarlo, siempre había más. El mismo Gurdjieff decía que esto era deliberado, que sería un error rebajar el valor del entendimiento haciéndolo más fácil. También exigía y obtenía una sumisión absoluta de sus discípulos, y mientras más abyectamente obedecían, con mayor agresividad y arbitrariedad los trataba. Ouspensky descubrió lo que esto significaba cuando fue a San Petersburgo en el invierno de 1915 con el pro-pósito de formar un grupo que pusiera en práctica los principios de Gurdjieff. Su maestro acudía a la ciudad desde Moscú para dar charlas cada quince días, dejan-do que Ouspensky organizara la asistencia y el lugar de reunión, muchas veces en el último minuto, mientras él bebía en un café u organizaba una venta de alfom-bras. A veces dejaba en suspenso a su atribulado lugarteniente, no desvelando hasta el último momento si iba a dar o no la charla. Para el disciplinado Ouspens-ky aquello debió ser un tormento. A pesar de todo, gracias a sus relaciones, consi-guió poco a poco un grupo de entre treinta y cuarenta discípulos. Algunos se en-tregaron inmediatamente a Gurdjieff, otros fueron aves de paso. Pero, ¿qué hacían estos discípulos? Casi todo el tiempo lo pasaban escuchando a Gurdjieff, que exponía la cosmología y la psicología descritas por Ouspensky en su libro sobre estos años, En busca de lo milagroso. El sistema de Gurdjieff im-presionó a su nuevo alumno por las cualidades que él mismo había estado buscan-do: detalle, extensión, conexión y totalidad. Parecía como si Gurdjieff tuviera lite-ralmente una explicación para cada cosa y pudiera demostrar siempre cómo una cosa se relacionaba con otra. Pero aún más importante fue la formación práctica que ofrecía. Para explicar a Ouspensky por qué no había podido encontrar seme-jante enseñanza en otro sitio, Gurdjieff le dijo que desde la apitigüedad, los indios habían tenido el monopolio de la filosofía espiritual, los egipcios el de la teoría espiritual y los persas y mesopotámicos el de la práctica espiritual. La región del «Turquestán», de la cual se proclamaba hijo, era por consiguiente la patria de la práctica espiritual, y el mismo Gurdjieff el heredero de la tradición . Para probarlo, empezó a asignar tareas a los discípulos. Estas tareas — que comprendían el «trabajo en uno mismo» del que ya habían hablado a Ouspens-ky— incluían los ejercicios de canto y respiración descritos por Dukes y una serie de movimientos destinados a coordinar las aptitudes mentales, espirituales y físi-cas. Los ejercicios serían vitales en la enseñanza de Gurdjieff y marcan la ruptura diferenciadora con la teosofía. El núcleo de la doctrina de Gurdjieff se ocupa de la integración de todas las fuerzas vitales con el fin de establecer la armonía entre ellas y con el orden cósmico, de modo que cada individuo pueda aprender a Ser. Esta idea atrajo poderosamente al intelectual Ouspensky, que hasta entonces había buscado el ideal teosófico del conocimiento esotérico como camino de la ilumina-ción espiritual. Pero el verdadero conocimiento, de acuerdo con Gurdjieff, es una función del ser. Lo que el hombre conoce está en relación directa con su ser. Dis-tinguiendo entre el ser esencial y la identidad superficial o personalidad, Gurdjieff preparaba sus ejercicios para debilitar el poder represivo de las características ad- quiridas y restaurar así el sentido fundamental del ser, bloqueado u oscurecido por esas características. Los ejercicios no se viéron favorecidos por la inquietud creciente que vivía Rusia. Las dificultades hogareñas, la manifiesta incompetencia de las autoridades civiles y militares y la horrible matanza de la guerra provocaron revueltas en Moscú. La débil confianza en el gobierno terminó por derrumbarse. En efecto, parecía extraordinario que en aquellas circunstancias alguien pudiera interesarse por la actividad esotérica, cuando sólo permanecer vivo y asegurarse el propio futuro era más peligroso cada día. Pero fue precisamente este peligro el que des-pertó el interés por la enseñanza de Gurdjieff. Porque había alguien que podía explicar el terrible caos en el que la vida se precipitaba y —quizá más importan-te— alguien que podía elevarse por encima de él. Gurdjieff, como Steiner, atribuía la guerra a poderes ocultos —más específi-camente a la hostil influencia planetaria— pero también decía que, como eran fuerzas ocultas, no había nada que pudieran hacer los individuos, fueran campesi-nos o ministros del gobierno, para arreglar la situación. Las cosas ocurren . En la mayoría de los casos, los hombres se comportan como máquinas o sonámbulos, corriendo ciegamente hacia el desastre. Dadas las circunstancias, la manera lógica de vivir es ignorar el caos y no tratar de salvarse como si hubiera un orden esta-blecido. Sólo liberándose uno del curso arbitrario de los acontecimientos se puede tener alguna esperanza de desarrollarse espiritualmente mediante la experiencia de ser o de afectar esos acontecimientos. Para apoyar esta doctrina consoladora (y fatalista) invitaba a sus discípulos a depositar toda la confianza en él. Su conducta podía parecer a veces arbitraria, pero era sólo porque su lógica estaba oculta a sus ojos. Dada la completa ausencia de otro apoyo al que acudir, no había razón para que no confiaran en Gurdjieff. Aunque profundamente comprometido, Ouspensky seguía siendo escéptico. Pasaban los meses y los métodos del maestro no parecían dar resultado. Además, los métodos eran sumamente extravagantes. Cuando el grupo creció en 1916, Gurdjieff complementó sus charlas con terapias intensivas de grupo. A los discí-pulos que acudían para recibir instrucción sobre ocultismo y misticismo les decía que todas aquellas ideas no tenían sentido, que sus talentos profesionales y perso-nales eran basura, y que el único camino para seguir adelante era desprenderse de todo lo que les era familiar con la esperanza de descubrir sus verdaderas identida-des. Para conseguir esto no necesitaban el estudio y la meditación, sino vivir y trabajar juntos, en grupo, haciendo las tareas serviles que les encomendaba el maestro. También los instruía en los movimientos que decía haber aprendido en remotos monasterios mientras viajaba por Asia Central y los sometía a ejercicios mentales y físicos cada vez más penosos. A medida que la situación política em-peoraba, el régimen de Gurdjieff se hacía más tiránico. Reñía constantemente a los discípulos por sus fallos, a veces en privado, pero casi siempre en presencia de los demás, exigiendo la confesión pública de sus faltas e insultando con especial du-reza a quienes más se esforzaban por complacerlo. Llegó incluso a alentar las ren-cillas entre los discípulos, una manera de romper con la conducta habitual que forma parte de la personalidad bloqueada del individuo. El propósito de estos métodos era promover la autoobservación y el «recuerdo de uno mismo», de modo que los discípulos empezaran a despertar de su profundo letargo y fueran conscientes de sus verdaderas identidades. Sólo entonces dejarían de ser máquinas humanas. La distinción de Gurdjieff entre ser —o esencia— y personalidad superficial, adquirida por la herencia y el entorno, depende de que casi todos nosotros, casi todo el tiempo, nos ide4ti- ficamos con la vida superficial, que está sometida por entero a las influencias externas. Antes de poder desarro-llarnos espiritualmente, debemos descubrir nuestra auténtica identidad. Y nunca puede ser un proceso cómodo o placentero. La angustia, el dolor, la tensión y el conflicto son necesarios para favorecerlo. El régimen de Gurdjieff, por lo tanto, era entera y literalmente un curso de terapia de choque. Los discípulos estaban perplejos. Era algo muy alejado de la pasión por el ocultismo o del consuelo de la teosofía, con los cuales casi todos estaban familia-rizados. Muchos abandonaron a su nuevo maestro. Otros aceptaron su punto de vista, que los discípulos deben obedecer sin rechistar al Maestro, por más irracio-nal que pueda parecer si es para conseguir un avance espiritual. Semejante entre-ga, proclamaba Gurdjieff, era en sí misma un obstáculo esencial que había que superar y un signo de que el acólito era digno del trabajo. Ouspensky fue uno de los que aceptaron esta premisa, aunque nunca pudo liberarse de las dudas residua-les de intelectual y aceptar la autoridad sin cuestionársela. En el verano de 1916, los miembros principales del grupo se retiraron para un período de estudio intensivo a una casa de campo finlandesa que pertenecía a uno de los miembros. En esta época, los principales discípulos de Gurdjieff eran el matemático A. A. Zaharoff; el doctor Stjoernval, especialista en enfermedades mentales, convertido (según su esposa) en esclavo devoto del Maestro; uno de los pacientes de Stjoernval; Sophia Grigorievna, amiga de Ouspensky, y Madame Ostrowska, una prostituta polaca, convertida en amante de Gurdjieff. La atmósfera en Finlandia fue tensa. El grupito de Gurdjieff sufrió el chismo-rreo, la histeria y la claustrofobia que suelen afligir a tales grupos, incluso en tiempos normales, sobre todo cuando se está bajo el liderazgo de una figura ca-rismática que puede o no puede saber lo que está haciendo. La guerra, que iba muy mal para Rusia, sólo podía empeorar las cosas. Había escasez de comida y viajar era cada vez más difícil. Pero fueron precisamente estas condiciones las que sirvieron para concentrar las mentes de los discípulos de Gurdjieff, sobre todo de quienes, como Ouspensky, estaban dispuestos a ayunar y practicar los ejercicios de concienciación prescritos por el maestro. El resultado fue que todos se volvie-ron muy sugestionables y el mismo Ouspensky se encontró en contacto mental directo con su maestro, oía la voz de Gurdjieff dentro de su cuerpo y contestaba en voz alta a las preguntas que los demás discípulos no habían oído formular a Gurd- jieff. Según cuenta el propio Ouspensky, Gurdjieff le hizo saber por este medio que su mejor discípulo tenía ahora que rendirse o marcharse. No podía seguir por más tiempo ligeramente apartado de la obra. Desafiar e incluso expulsar a los discípu-los iba a convertirse en una de las estratagemas habituales de Gurdjieff, en fre-cuente y repetida secuencia, lo cual constituiría uno de los aspectos más siniestros de su trato. Empezaba por seducir a sus seguidores, luego los subordinaba y, fi-nalmente, los expulsaba, a menudo sin razón aparente. Muchos, incapaces de vivir sin apoyarse en Gurdjieff, suplicaban regresar, lo cual permitía a algunos por bre-ve tiempo, pero, al final, el propio Gurdjieff se libraba de todos los discípulos im-portantes o creaba una situación insostenible para que ellos mismos se fueran. En esta ocasión, Ouspensky se fue de Finlandia y regresó a San Petersburgo, donde continuó durante varias semanas en comunicación telepática con Gurdjieff o, al menos, eso es lo que creyó. El episodio, sin entrar en su naturaleza y circunstan-cias, marcó la completa sumisión de Ouspensky a su maestro. El comienzo de la verdadera educación esotérica de Ouspensky coincidió con el fin de su antigua vida en Rusia. En octubre de 1916 fue llamado por breve tiempo al servicio militar, en el cuerpo de zapadores. Casi en las mismas fechas empezó a compartir su apartamento con Sophia Grigorievna y su hija, aunque nunca se casaron. Los discípulos siguieron engrosando el grupo, pero la situación en la capital rusa se hizo insostenible. A los seis meses del viaje a Finlandia, la crisis política se agravó y el país empezó a colapsarse. En febrero, Gurdjieff se fue a Moscú. Una semana después abdicó el zar, dando paso a un gobierno provisio-nal. El 16 de abril, otro hombre poderoso, Lenin, llegaba a la estación Finlandia de la capital y empezaba la revolución propiamente dicha. De: ♣♥SEÑOR♥♣ Enviado: 28/03/2005 10:42 p.m. Sobre Gurdjieff se ha escrito mucho, creo para mi gusto que demasiado, muchos han abusado y se han llenado de fama y fortuna, inclusive han pretendido mostrar a la enseñanza de Gurdjieff, como una invención personal, y de esta manera quedar en ridículo ante el mundo. Biografías sobre Gurdjieff hay cientos, pero ninguna es lo suficientemente buena para hacernos una idea clara de lo que él realmente fue. Gurdjieff era un escritor realmente pésimo, pero un notable orador, o mejor dicho un impresionante transmisor de ideas, por la vía oral. Personalmente creo que él sabía perfectamente que era un mal escritor, y por eso busco a alguien que lo ayudara, y providencialmente se cruzó en la vida con Ouspensky, pero Ouspensky no detalló con precisión lo que él nos pretendía decir. Y fue así que Gurdjieff siguió buscando quien transmitiese su enseñanza de forma escrita, al cabo de un tiempo; se dio cuenta que era imposible que alguien lo hiciera por él, y se dio a la tarea de escribir. Así se dio a la luz, su obra , este monumental libro, que más parecía ser más bien su autobiografía cósmica, no logro su cometido. Relatos fue un mal logrado Relato, con un lenguaje obtuso, absurdo y rebuscado; los gurdjieffianos que llegamos a comentarlo, nos obligamos a decir sobre éste, que es un libro muy interesante, para luego hacer un comentario obligado y positivo sobre Relatos de Belcebú, para no vernos ignorantes; algo parecido al cuento del Rey que se mando hacer un traje cuya tela sólo podía ser vista por alguien puro de corazón, hasta que el Rey salió con su costoso traje, para que todos lo admiraran, pero no faltaron los niños puros de corazón que rieron de su desnudes del tonto Rey. Gurdjieff cayo en lo que el tanto temía, en poner en palabras complejas un mensaje que debiera ser comprensible para todos, pues, es sencillo comprender que estamos en un estado de sueño y que este ensueño es perjudicial para nosotros, eso es sencillo, lo complejo, lo realmente difícil es: que nosotros nos determinemos a hacer algo para ayudarnos a salir de ese sueño en el que vivimos inmersos. la historia del Gurdjieff y su entorno, bien pudiera ser paralela a muchos de nosotros , debido a que todos encajamos en lo que el fue, un buscador de la verdad. Su legitimidad como hombre, no debo juzgarla, porque si lo hiciera seguro caería en lo que el pretendía que hiciéramos, eso es muy evidente. Fue un maestro que seguro nadie comprendió o conocerlo, porque nuestra tarea no era comprenderlo. La tarea que el nos dejo, fue más bien comprendernos y conocernos a nosotros mismos. En el libro ¿Quién es usted Señor Gurdjieff? de Rene Zuber se dice: “Señor ¿Quién es usted entonces? ¿Un verdadero o falso maestro? Yo no me enbarcaría jamás en una nave sin estar totalmente seguro de la duración del viaje y de la identidad del Capitán”. A esta pregunta no me respondió. Me hizo volver a mí mismo, “Y tú, quién eres tú?” con tanta fuerza que nunca lo olvidaré. Fue un verdadero golpe maestro |
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