CARTA DE JUAREZ A MAXIMILIANO
(Monterrey, Mayo 20 de 1864)
Respetable Señor:
Me dirijo a usted, para contestar su carta fechada el 22 del pasado mes, fechada a bordo de la fragata Novara, y mi calidad de hombre cortés y público, me impone la obligación meditada de contestar, porque ya debe suponer que el delicado e importante cargo de Presidente de la Republica ocupa casi todo mi tiempo.
Se trata de poner en peligro nuestra nacionalidad, y yo, que por mis principios y mis juramentos soy el llamado a sostener la integridad nacional, la soberania y la independencia, tengo que trabajar activamente para corresponder al deposito sagrado que la Nacion me ha confiado.
Me dice usted, que abandonando la sucesión de un trono en Europa, abandonando a su familia, sus amigos, sus bienes y lo más caro para el hombre, su Patria, se han venido usted y su esposa doña Carlota, a tierras lejanas y desconocidas sólo para corresponder al llamado espontáneo que le hace un pueblo.
Admiro positivamente, por una parte, su generosidad, y por otra parte, ha sido verdaderamente grande mi sorpresa al encontrar en su carta la frase llamamiento espontáneo, porque yo habia visto antes, que cuando los traidores de mi Patria se presentaron en comisión por sí mismos en Miramar, ofreciendo a usted la Corona de México; contesto usted a todo eso exigiendo una voluntad libremente manifiesta por la Nación, y como resultado del sufragio Universal.
¿Como no he de admirarme viendole aceptar las ofertas de los perjuros?, yo he sufrido, francamente, una decepción: yo creía a usted una de las organizaciones puras que la ambición no alcanzaría a corromper.
Me invita usted a que vaya a México, ciudad a donde usted se dirige, a fin de que celebremos alli una conferencia en la que tendran participación otros jefes mexicanos que están en armas, empeñando como seguridad y garantia su fé publica, su palabra de honor.
Imposible me es, señor, atender a ese llamamiento; mis ocupaciones no me lo permiten, pero si en el ejercicio de mis funciones públicas yo deberia concurrir a tal invitación, no seria suficiente la fé pública, la palabra de honor de un agente de Napoleon, de un hombre que se apoya en los afrancesados de la Nación Mexicana, y del hombre que representa hoy la causa de las partes que firmaron el "Tratado de la Soledad".
Me dice usted que de la conferencia que tengamos, en el caso de que yo la acepte, no dude que resultara la paz y con ella la felicidad del pueblo mexicano y que el imperio contara en adelante, colocándome en un puesto distinguido, con el servicio de mis luces y el apoyo de mi patriotismo.
Es cierto, señor, que la historia contemporánea registra el nombre de grandes traidores; pero el encargado actualmente de la Presidencia de la Republica, salido de las masas del pueblo, sucumbirá (si en los juicios de la providencia esta determinado que sucumba), cumpliendo con su juramento, correspondiendo a las esperanzas de la Nación que preside, y satisfaciendo las inspiraciones de su conciencia.
Tengo la necesidad de concluir por falta de tiempo, y agregare solo una observación: ¿Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de sus servicios propios una virtud? Pero hay una cosa que esta fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia.
¡Ella nos juzgara!
Soy de usted atento y seguro servidor.
Benito Juarez Garcia.
Monterrey, Nuevo León, México a 20 de Mayo de 1864