José Murillo, la vida de un
maqui de Sierra Morena
José Murillo, de 77 años, es uno de los pocos maquis que hoy pueden contarnos la historia de estos guerrilleros antifranquistas que vivieron escondidos en las sierras. A los 17 años huyó al monte, a Sierra Morena, donde permaneció nueve años. Mientras estuvo en el maquis fue conocido como comandante Ríos. En 1947 fue herido por la Guardia Civil. Sus compañeros le dieron por muerto y tuvo que sobrevivir solo. En 1951 fue detenido y pasó, tras ser condenado dos veces a muerte, 15 años en la cárcel
AMAYA GARCIA
José Murillo tenía 12 años cuando estalló la Guerra Civil española, 15 cuando terminó y 17 cuando se unió a los guerrilleros que se escondían en Sierra Morena, a los maquis. Hoy, a sus 77 años, este andaluz no duda en afirmar “que la peor guerra empezó al acabar el conflicto. Entonces, comenzó la represión, el hambre y el horror”.
Cuando la Guerra Civil acabó, los españoles que regresaron del frente republicano no lo tuvieron fácil. El padre de José Murillo fue uno de los españoles que tuvo que soportar la persecución de los falangistas y las amenazas de la Guardia Civil. “Al regresar de la guerra nos quitaron los animales y la casa”, recuerda José. Así empezó el calvario de esta familia de campesinos.
La presión a la que eran sometidos obligó al padre de José a marcharse a trabajar fuera del pueblo. Encontró un empleo como encargado de una finca, pero los problemas no tardaron en aparecer. Noches en el calabozo, humillaciones y amenazas constantes de falangistas y Guardia Civil obligaron a este hombre a tomar quizá la decisión más dura de su vida: dejar a su mujer y a sus hijos y esconderse en el monte. Por miedo a las represalias que pudieran tomar contra su hijo mayor, José, decidió que éste le acompañara. Juntos iban a iniciar su vida en el maquis.
A partir de entonces, Murillo sería conocido como comandante Ríos. Durante los primeros años del régimen, los hombres de la guerrilla mantuvieron la esperanza de que Franco iba a ser derrotado con ayuda de las potencias democráticas europeas. Pero la II Guerra Mundial terminó en 1945, la esperada colaboración no llegó y los maquis, con ayuda de camaradas franceses, iniciaron su organización política y militar.
Murillo permaneció nueve años en la guerrilla. A los 18 años se puso al frente de la III guerrilla. Operaba por Córdoba, Sevilla y Badajoz. En la primavera de 1947 la Guardia Civil dio varios golpes importantes a los maquis, lo que les obligó a dirigirse hacia Huelva.
Allí, en un desafortunado encuentro con la Guardia Civil, Murillo cayó herido. Sus compañeros le dieron por muerto y anduvo durante días con cinco tiros en un hombro. Una familia de pastores le recogió y le atendió. Incluso, le integraron en su familia, haciéndole pasar por primo. Durante un tiempo, el comandante Ríos, y ahora primo Manuel Sánchez, pasó desapercibido, hasta que un compañero en Madrid informó de su presencia en un pueblo de Huelva.
Era 1950, año en el que José Murillo empezaba su particular infierno por distintas prisiones. Dos años y medio en la cárcel de Sevilla. “En la celda 7 de los condenados a muerte”, recuerda. De ahí a Madrid y luego a Burgos. Fue juzgado dos veces por el mismo delito, algo que está prohibido según la ley. Fue condenado dos veces a pena de muerte, pena que sería conmutada posteriormente. Pese a todo, el comandante Ríos se dejó 15 años en prisión.
“El 20 de abril de 1963 dejé la cárcel”, afirma José. “En 1964 me casé y después nacieron mis hijos”, añade. Hoy su máxima ilusión son sus dos nietos. Su esperanza: ser reconocido como guerrillero antifranquista, tener su papel en nuestra historia reciente y dejar de constar en los archivos como bandolero.
CONOCER NUESTRO PASADO. En la Historia a veces aparecen contradicciones. Una de éstas es sin duda la interpretación que se ha hecho sobre el papel de las guerrillas antifranquistas durante los años 30 y 40 en nuestro país. Secundino Serrano, un catedrático de instituto, especialista en la guerrilla antifranquista, ha escrito el libro ‘Maquis. Historia de la guerrilla antifranquista’ (Ed. Temas de hoy), en el que trata de dar a conocer una realidad, la de unos hombres y mujeres, los maquis, que lucharon por la libertad.
Poco a poco, el monte comienza a recobrar la perfección de las sombras y sus
misterios, el orden primitivo que la noche y el fuego disponen frente a mis
ojos. Poco a poco, todo va quedando sepultado bajo la ingravidez profunda del
silencio. Incluso esa luna fría, clavada como un cuchillo en el centro del cielo, que me trae siempre al recuerdo aquella vieja frase de mi padre, una noche volviendo cerca del cementerio:
- Mira, hijo, mira la luna: es el sol de los muertos.
Acabo de leer el artículo sobre la guerrilla en la posguerra española, y creo que falta mencionar a algunas:
“Soy nieto de Juan de Mata López Sánchez, coronel del Ejército constitucional de la República española. Según oí contar a mi padre, a mi abuela y a mi bisabuela, mi abuelo fue comandante del Batallón Valdepeñas y, según tengo entendido, fue quien instauró de forma oficial las guerrillas dentro del Ejército (lo que hoy se conoce como comandos). Mi abuelo se rindió en 1942 y fue fusilado en ese mismo año por las tropas rebeldes.
Su rendición fue a causa de la detención de su hermana Gloria, mi abuela y algún otro familiar retenidos como rehenes con la condición de matar a una persona cada semana si no se rendía. Gloria López Sánchez fue fusilada a los 19 años. Mi abuelo se entregó y fue fusilado en septiembre de 1942, después de ser sometido a vejaciones, como tener que cavar su tumba a lo cual se negó.
Después de contar esto me gustaría que se hiciera justicia histórica con mi abuelo y con todos los que lucharon contra los que sumieron a este país en la locura y la ignominia.”
López del Castillo (2001).
Muchos Masones (entre ellos mi padre Luis Muñoz Quero, Capitán de Guardias de Asalto del ejercito Republicano), los ayudaron exponiendo su vida; proporcionándoles alimentos y ayuda económica en las Montañas de Asturias y Santander. A consecuencia de ello mi padre fue dos veces a la cárcel por seis meses. Se salvo de ser fusilado gracias a los Masones españoles, que trabajaban en secreto.
Luis Juan Muñoz Lamoneda (2012) Torreón, Coahuila, México.